“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

CRONOLOGIA
  • 1974

    Encuentro de cineastas en Caracas, con el apoyo del ICAIC. Se crea el Comité de Cineastas de América Latina (C-CAL). Se constituye, entre otros objetivos, como una base elemental de organización para promover el trabajo de solidaridad y reflexión. Sus integrantes no representaban asociaciones ni gremios. Se eligió un Comité de cinco miembros entre los que estaban Miguel Littín (Chile), Manuel Pérez Paredes (Cuba), Pastor Vega [1940 - 2005] (Cuba) y Carlos Rebolledo (Venezuela).

    Declaración del encuentro de cineastas latinoamericanos en Caracas
    Los cineastas latinoamericanos reunidos en Caracas del 5 al 11 de septiembre de 1974, después de haber intercambiado experiencias y escuchado los informes sobre la situación cultural y específicamente cinematográfica de cada uno de los pueblos que integran la gran patria latinoamericana, emitimos la siguiente declaración resultante de la comunidad de intereses, objetivos y tareas a enfrentar para el continuo desarrollo y fortalecimiento de un cine latinoamericano comprometido en la lucha por la descolonización cultural y la liberación nacional.
    Efectuamos este Encuentro a un año de haberse implantado en el hermano país de Chile una despiadada y sanguinaria dictadura fascista, expresión más alta, pero no la única, de la acción que el imperialismo norteamericano y sus intermediarios antinacionales en nuestro continente no vacilan en llevar adelante, implantando el terror y la barbarie en nuestros pueblos cuando no pueden detener el proceso de liberación e independencia nacional por otros medios. La práctica de la represión, la tortura y el asesinato, la feroz persecución y el encarcelamiento de miles de personas, forman parte de la vida cotidiana de algunos de nuestros países, pero es en Chile donde estas manifestaciones han dejado ver con más dramática y espantosa claridad la naturaleza inhumana y bestial de las estructuras que defienden la dependencia y el neocolonialismo cuando este siente amenazadas las bases que sustentan su poder.
    Es por ello que la convocatoria a este Encuentro de Cineastas Latinoamericanos se inscribió desde su proyecto en el marco de las actividades que a lo largo de este mes se realizan en todo el mundo como manifestación de solidaridad militante con el pueblo chileno; y por lo que une en esta declaración su voz, y el compromiso de la acción práctica, a la de todos los que en la medida de sus posibilidades luchan por aislar a la dictadura fascista y ayudar al pueblo chileno en la resistencia y el combate.
    Un camino, no muy corto y nada fácil, han recorrido los cineastas latinoamericanos comprometidos con la creación de un cine al servicio de la lucha por la descolonización cultural y la liberación nacional. De esfuerzos aislados y heroicos, a veces transitoriamente detenidos o dispersos en el duro bregar de la lucha por alcanzar el mínimo de recursos materiales que hicieron posible la realización de un proyecto; de la siempre renovada voluntad de proseguir, reajustando planes e intenciones e improvisando y clarificando sobre la marcha; de las victorias alcanzadas y los reveses sufridos en la búsqueda de la autenticidad, la comunicación y la coherencia en el plano estético-ideológico-cultural; de los riesgos personales cuando se ha trabajado y trabaja en condiciones de semiclandestinidad o clandestinidad y al precio de la persecución, represión y encarcelamiento, se ha ido creando el conjunto de hechos y de obras que hacen posible hablar hoy de un cine auténticamente latinoamericano,
    Los Encuentros de Viña del Mar en 1967 y 1969, y el de Mérida en l968, hicieron posible que en dos puntos de nuestra gran patria se establecieran, a través del conocimiento personal y de las obras realizadas hasta entonces, los primeros contactos e intercambio de experiencias que permitían aquilatar el camino recorrido y las causas y puntos de vista comunes. Descubrir y profundizar en las similitudes y particularidades, constatar que por encima de estas últimas existen eslabones históricos, culturales y económicos que encadenan una identidad propia, sobradamente más poderosa que aquellos aspectos que individualizan países o regiones de nuestro continente, ha sido uno de los aportes que este cine latinoamericano ha ofrecido al enriquecimiento y cohesión de la cultura latinoamericana, en tanto que fuente de afirmación de los valores de los pueblos que la integran, y arma de resistencia frente a los que han tratado de ignorar o deformar nuestra historia y tradiciones.
    Es así como este cine se ha insertado en el frente de batalla ideológico-cultural como instrumento de denuncia, esclarecimiento y lucha. En algunos casos de modo todavía embrionario y balbuciente; resultado de la ausencia de recursos, la inmadurez de los realizadores, y más comúnmente, de la brutalidad de la represión. En otros, y por todo el continente, con logros más acabados, técnica, estética y políticamente eficaces, y a veces, incluso, con una producción continua y hasta ascendente.
    Pero lo más importante, en uno y otro caso, es que siempre se busca y se ejerce el cine, como respuesta a la labor que, tenaz y minuciosamente, desarrollan el imperialismo norteamericano y sus intermediarios, sirviéndose de los más poderosos recursos. Ellos tratan de sostener una sistemática acción corrosiva sobre cuanto nos une y fortalece, promoviendo e intentando perpetuar el aislamiento de nuestros pueblos, destruyendo nuestras culturas, cerrando el paso a la reconstrucción bolivariana y de nuestra gran patria dividida. Para lograrlo, imponen sus esquemas de interpretación de la realidad e intentan enturbiar cuanto conduce a la lucha por la liberación nacional.
    Si bien las tareas y objetivos generales de los cineastas latinoamericanos, enmarcados en la lucha antimperialista por la liberación nacional y la descolonización cultural, siguen siendo esencialmente las mismas que se señalaron y aprobaron en los Encuentros anteriormente citados, y más recientemente en la participación latinoamericana en las reuniones efectuadas en Argel, Buenos Aires y Montreal, se hace necesario destacar las variantes que la realidad histórica presenta. En el marco de diversos contextos y niveles de desarrollo, las cinematografías nacionales de América Latina no lo serán auténticamente si no inscribiendo su proyecto y obras en la lucha por la formación plena de la nación, y, en consecuencia, en los esfuerzos y combates por la conquista de la plena y verdadera independencia económica y política.
    Las diferentes situaciones que enfrentan nuestros pueblos tanto en el plano económico como en el nivel de organización de las fuerzas políticas y de masas, plantea alternativas de variado orden en el combate por alcanzar estos objetivos. Sólo en el estudio profundo de esta realidad, en el análisis y conjugación de las particularidades nacionales y las que caracterizan el continente en su conjunto, es que el cineasta estará en condiciones de que su obra sirva eficazmente a las metas que dan razón de ser a su existencia.
    Pero la multiplicidad de facetas y matices, y la necesidad de tomar en cuenta las más inesperadas situaciones, puede dar lugar, o ser campo propicio a la confusión, no sólo circunstancial o inconsciente, sino incluso promovida y orientada por el imperialismo. Esto sólo podremos evitarlo poniendo en tensión todas las energías intelectuales y morales para ahondar rigurosamente en la problemática contemporánea, hasta clarificar el contexto en que desenvolvemos nuestra actividad. El imperialismo norteamericano trata y tratará por todos los medios a su alcance —y esos medios son vastos en cantidad y experiencia— de cultivar la decepción y el escepticismo en aquellos lugares en que la liberación nacional ha sufrido derrotas temporales, procurando congelar los rezagos emocionales de esas situaciones en la misma dirección en que han trabajado para deformar o intentar romper las líneas de continuidad con la herencia cultural, en tanto que fuentes de resistencia y conciencia. Al mismo tiempo tratará de acrecentar la impaciencia que impide ver el avance y desarrollo de fuerzas nada desdeñables que van abriendo brechas cada vez más amplias, aprovechando las contradicciones que provoca su permanente crisis y el actual acontecer histórico internacional. Y no vacilará tampoco en cultivar, en otras situaciones, la sensación de victoria definitiva ante medidas parciales, intentando convertirlas en resortes de un nuevo conformismo.
    Nuestra responsabilidad como cineastas latinoamericanos es contribuir con nuestra práctica a demarcar, en cada uno de nuestros países, la línea divisoria que separa al imperialismo y sus intermediarios de todas las fuerzas que luchan por la verdadera liberación nacional. La búsqueda de los caminos que la realidad ofrece y sobre los que debemos actuar para poder alcanzar los objetivos fijados, demanda de nosotros el compromiso político de una acción consecuentemente antimperialista en nuestro trabajo y en nuestro quehacer como ciudadanos, máxima garantía de que los cineastas, y sus obras, no sólo acompañen o testimonien los combates por la liberación, sino que sean participantes activos de los mismos.

    Caracas, 11 de septiembre de 1974.

     



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