“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

CRONOLOGIA
  • 1977

    Festival de Cine de Mérida, Venezuela, con el apoyo de la Universidad de los Andes. Se reunieron los Miembros del C-CAL. Se ratificó a Miguel Littín, Manuel Pérez Paredes, y se incorporan Walter Achugar (Uruguay), Pedro Rivera (Panamá), Raymundo Gleyzer (Argentina) y Edmundo Aray (Venezuela).

    V Encuentro de cineastas latinoamericanos. Declaración final
    A poco más de treinta meses de nuestro IV Encuentro, celebrado en Caracas, en septiembre de 1974, una representación de los cineastas latinoamericanos comprometidos en la lucha por la existencia, divulgación  y desarrollo de un cine que es parte inseparable de la lucha antimperialista y por la liberación nacional de nuestros pueblos, nos hemos reunido nuevamente en Venezuela, en esta ocasión en la ciudad de Mérida, convocados por el Comité de Cineastas de América Latina y contando con la decisiva cooperación y apoyo del Departamento de Cine y la Dirección de Cultura y del Rectorado de la Universidad de Los Andes, cuya gestión y promoción ya había hecho posible nuestro 2do. Encuentro en 1968.
    Después de escuchar los informes que sobre la situación cinematográfica de sus países han presentado las delegaciones participantes en el Encuentro, de debatir los mismos e intercambiar experiencias en torno a los aspectos globales y particulares de la realidad cinematográfica continental, y acompañando a esta actividad la muestra de un conjunto de películas latinoamericanas realizadas en este período y representativas de nuestros intereses y objetivos comunes, procedemos a emitir esta Declaración Final.
    Hace diez años, un grupo de cineastas latinoamericanos efectuamos nuestro
    1er. Encuentro en una parte del territorio de nuestra gran patria dividida, en Viña del Mar, Chile. La visión de las películas allí presentadas, provenientes de varios de nuestros países, y las ponencias e intercambio de ideas y experiencias con relación a nuestro trabajo, nos permitieron profundizar colectivamente, por primera vez, en el ordenamiento y coherencia de puntos comunes y de objetivos a alcanzar.
    Culminamos entonces una etapa en la que había predominado el desconocimiento casi total entre nuestros esfuerzos por crear un cine auténticamente nacional en cada uno de los países allí representados por sus cineastas y sus películas. Estas obras se habían ido realizando desde unos años antes a través de diversas, aisladas, complejas, difíciles y a veces heroicas experiencias, consecuencia de los antecedentes y de las características históricas, políticas, culturales y cinematográficas de nuestras naciones.
    Así se fue gestando el surgimiento de una cinematografía de verdadera identidad continental, porque la estrecha y sensible relación existente entre sus cineastas y la realidad latinoamericana creaba las condiciones para obras que expresaban los rasgos comunes de nuestra historia y cultura, las similitudes en las situaciones económicas y sociopolíticas que han vivido  y viven nuestros pueblos, y sus luchas contra el enemigo común.
    Desde aquel momento nos definimos, independiente de estilos, formas de expresión o tendencias estéticas, como políticamente comprometidos en el combate por una verdadera liberación nacional contra el imperialismo norteamericano y sus agentes antinacionales.
    Allí, en Viña del Mar, en 1967, se constató la existencia de un nuevo cine latinoamericano y nos planteamos la lucha por su crecimiento cuantitativo y cualitativo y por el incremento de su difusión sobre la base de objetivos ideológicos y culturales que es conveniente recordar:
    El auténtico nuevo cine latinoamericano sólo ha sido, es y será el que contribuya al desarrollo y fortalecimiento de nuestras culturas nacionales como instrumento de resistencia y lucha; el que trabaja en la perspectiva, por encima de las particularidades de cada uno de nuestros pueblos, de integrar este conjunto de naciones que algún día harán realidad la gran patria del Río Grande a la Patagonia; el que participa como línea de defensa y respuesta combativa frente a la penetración cultural imperialista y frente a las expresiones sucedáneas de sus colaboradores antinacionales en el plano ideológico-cultural; el que adelanta la visión continental de nuestros problemas e intereses comunes en toda actividad o frente posible, como fuente de fortalecimiento y para una más eficaz contribución a los objetivos con los que estamos identificados: y el que aborda los problemas sociales y humanos del hombre latinoamericano, situándolos en el contexto de la realidad económica y política que lo condiciona, promoviendo la concientización para la lucha por la transformación de nuestra historia.
    A lo largo de estos diez años transcurridos, el nuevo cine latinoamericano ha continuado su existencia, difusión y desarrollo. A él se han incorporado jóvenes cineastas y otros se han identificado o acercado a nuestras posiciones. El nivel de compromiso político consecuente y el grado de eficacia alcanzado nos ha ganado la solidaridad y el apoyo de los cineastas progresistas y revolucionarios en el mundo, y el respeto y la admiración de otros pueblos a donde hemos logrado hacer llegar nuestro trabajo, pero por encima de todo nos ha vinculado indisolublemente a nuestros pueblos, a los cuales hemos acompañado en todas las formas de lucha de estos años, convirtiendo nuestro cine en un real instrumento de combate.
    También nos hemos ganado el derecho a ser bloqueados, a que se practiquen contra nosotros diversas formas de represión, desde las más refinadas hasta las más brutales y sanguinarias.
    Nuestra unidad con las luchas y suerte corrida por nuestros pueblos y sus vanguardias es razón de orgullo para los que de una forma u otra hemos trabajado por la existencia y continuidad de este cine. Hemos estado presentes en los reveses y en las victorias, en los reflujos y en los avances, y ante cada una de las situaciones, exitosas o adversas, ha predominado en los cineastas latinoamericanos el espíritu de sacrificio, la madurez política. la disposición a continuar la larga batalla por la verdadera independencia.
    Si han fracasado los intentos de destruirnos, también fracasaran los de diluirnos en reflexiones o prácticas cinematográficas que cultiven el círculo vicioso de la inercia, que conduzcan a la parálisis y a la contemplación pasiva frente al reflujo que inevitablemente se ha dado en algunos puntos del continente. Los cineastas latinoamericanos analizamos nuestra experiencia con rigor y con valentía y en este frente de trabajo no habrá margen para el escepticismo elaborado, peligrosa cantera de fuente de rendición.
    No ignoramos el medio y las condiciones en que desenvolvemos nuestro accionar. La correcta comprensión política de la situación internacional y continental y de las particularidades de cada uno de nuestros países y sus coyunturas nos ha permitido y nos seguirá permitiendo ajustar o reajustar nuestro trabajo a la realidad, manteniendo una intransigente consecuencia con nuestros principios.
    Nuestro cine es clandestino o semiclandestino cuando las circunstancias o la represión así lo exigen; nuestro cine es alternativo a las salas controladas por las transnacionales y sus agentes internos cuando su contenido político o las condiciones existentes en determinado país así lo demandan; y nuestro cine es también el que lucha y conquista espacios en el marco de las relaciones industriales de producción, distribución y exhibición, utilizando los marcos de legalidad que presentan la diversidad de contradicciones en nuestras sociedades. Porque nuestro objetivo es comunicarnos con los diversos sectores que integran el pueblo dentro del público cinematográfico de nuestros países dondequiera que se encuentren y podamos llegar. No hacemos culto a ninguna forma de automarginación investida de pureza, pero tampoco nos dejamos seducir por mecanismos de amplitud; trabajamos y luchamos dentro de ellos a partir de las posiciones que siempre hemos sostenido, y por lo tanto sabemos definir las fronteras. Esto, no lo ignoramos, exige de nosotros un constante crecimiento en el nivel político, ideológico y organizativo. Es un desafío que nos impone la realidad y lo aceptamos.
    No ha sido, no es, no será fácil en los próximos años la continuidad y el desarrollo de nuestro trabajo en algunos países del continente. Pero ya hoy no solo somos una larga lista de películas documentales, de ficción, noticieros y dibujos animados, de imágenes que testimonian, interpretan y acompañan la lucha de los pueblos latinoamericanos, de obras cinematográficas y de millones de metros de celuloide en los que está impresa nuestra historia contemporánea como arma movilizadora y forjadora de conciencia. También somos un movimiento de cineastas unidos y comprometidos en esta lucha, y en nuestras filas se ha conocido la persecución, el exilio, la cárcel, la tortura y la muerte. Somos una huella imborrable en la historia de algunos de nuestros pueblos donde transitoriamente se ha hecho imposible continuar trabajando: el desarrollo de una sólida conciencia antifascista, antimperialista y latinoamericanista ha hecho posible que desde otros puntos del continente muchos compañeros continúen la resistencia a través de la actividad cinematográfica.
    Muchas veces hemos mencionado en nuestras intervenciones y en nuestros documentos, y en éste también lo hemos recogido, que somos una gran patria dividida. Esta imagen encierra para nosotros un contenido muy concreto y las propias características del cine como manifestación artística y medio cultural de comunicación social han contribuido a que los cineastas latinoamericanos seamos dentro del movimiento cultural de nuestro continente particularmente abanderados de ese proyecto bolivariano y martiano, todavía incumplido.
    Profundamente identificados con las exigencias de ese proyecto y convencidos del valor que encierra nuestra labor en el área de la cultura y reafirmados de nuestras identidades nacionales, nos hemos reunido aquí para redoblar nuestros esfuerzos y seguir trabajando.
    Saludamos el surgimiento de las obras que han conformado la existencia de un nuevo cine mexicano que ya es parte del nuevo cine latinoamericano.
    Nos solidarizamos militantemente con los cineastas y pueblos de este continente que sufren la represión fascista o gorila.
    Apoyamos el desarrollo de las jóvenes cinematografías de Panamá y Puerto Rico y las luchas de sus pueblos frente a la agresión directa de que son objeto por el imperialismo yanqui.

    Mérida, 27 de abril de 1977



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