“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

CRONOLOGIA
  • 1985

    En abril se reúne el C-CAL en La Habana. Se acuerda nombrar tres Miembros de Honor por lo que representan históricamente para el Movimiento del Nuevo Cine Latinoamericano: Fernando Birri, Nelson Pereira dos Santos y Alfredo Guevara.
    Se desarrolla la idea de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano.
    El C-CAL aumenta a 29 miembros y nombran una Secretaría Ejecutiva con Edgardo Pallero, Manuel Pérez Paredes, Berta Navarro, Jorge Sánchez y Edmundo Aray.
    Se decide crear la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano.
    En el transcurso del VII Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, el 4 de diciembre, se da a conocer, en la Casa de las Américas, la constitución de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano con la presencia del escritor colombiano Gabriel García Márquez y Mariano Rodríguez, Presidente de Casa de las Américas.

    Fundación en «casa»
    En la estremecida década del cincuenta, que cierra en medio de la gloria popular con el triunfo de la Revolución Cubana, se inician los primeros intentos por definir las líneas de desarrollo de un nuevo cine latinoamericano y, con ellas, las proposiciones de una nueva poética. Fernando Birri —en Santa Fe, Argentina—, Julio García Espinosa, Tomás Gutiérrez Alea, Alfredo Guevara —en Cuba— y Nelson Pereira Dos Santos —en Río— comenzaban a encender las altas hogueras de esta cinematografía en América Latina. Documentar el subdesarrollo, dirigir el visor hacia la dramática sub-existencia, enfrentar la ideología del imperio, y volcar la cámara y la vida en las exigencias de historia nueva, y propia, son las conjugaciones del verbo cinematográfico, del ser y nacer de la naciente cinematografía. Nuestro cine en gestión y emergencia se dimensionó con la creación del ICAIC, por decreto del Gobierno Revolucionario de Cuba en marzo de 1959. Del otro costado el Cinema Novo, parido por los compañeros del Brasil, asomaba la expresión insobornable de su realidad, que era realidad latinoamericana.
    Entonces salimos a mostrarnos en los eventos progresistas de Europa, y, por obligante paradoja, nos dimos los primeros abrazos fuera de la patria dividida. Alfredo Guevara afirma —año 1963—: «Sestri Levante es para los cineastas latinoamericanos un territorio de sorpresas y casi un milagro.» Ese inicial encuentro de gente de nuestros pueblos en las pantallas, de ideas y proyectos comunes, de vocación unánime contra el atraso y la dependencia, removió en nosotros los cimientos de la gesta de nuestros héroes: la patria única de América Meridional. Y echamos a andar, apresurando el paso.
    Registra Ambrosio Fornet: «El movimiento —todavía disperso, pero ya con una coherencia artística e ideológica impresionante— se reconoce y constituye oficialmente en 1967, en el 1er. Encuentro de Cineastas Latinoamericanos, celebrado en Viña del Mar, Chile.»
    ¡Cuántas contiendas en el curso! Se nos fueron unos, nos llevaron a otros con saña mortal, y una y otra vez abrimos y nos cerraron puertas. Pero con enconado fervor se hicieron películas, se discutieron entre compañeros, se nos quedaron en los laboratorios, nos las pusieron entre rejas, se empolvaron en los depósitos de los acreedores, pero también florecieron en paredes y pantallas del continente hasta alzarse altivas en los grandes festivales del mundo.
    En el curso, con sostenida energía, se afirmó el timbre de los cineastas en sus reuniones posteriores a Viña: Caracas, Mérida, Brasilia, Quito, Managua, Cartagena, México, Madrid, La Habana.
    En el curso se mantiene la mirada larga, se afina, se decanta. Constituimos la Organización. El año 1974, entre el 5 y el 11 de septiembre, más de cuarenta cineastas de América Latina se reunieron en Caracas, en gestión de solidaridad con los cineastas y el pueblo de Chile, en el marco de una Jornada Mundial contra la escalada del gorilismo fascista, que aún oprime al país hermano. Como acto de unidad de acción de los cineastas, se creó el Comité de Cineastas de América Latina.
    El Comité, durante estos años, ha mantenido su unidad de acción, ha elevado su trabajo y su presencia en el proceso. «Hemos visto florecer múltiples movimientos a lo largo del continente. Nuestra cultura se ha enriquecido con calor propio. Por la gran patria se entrecruzan las obras de nuestros creadores, y extienden sus claridades por otros continentes. El extenso y doloroso poema del pueblo preserva y enfrenta, también asalta otros cielos. Las relaciones de dependencia y el poder que las mantiene, si bien avasalla, domina y extiende su régimen de agravios, no sepulta los viejos antagonismos, por el contrario, los recrudece, al tiempo que origina nuevos. No escapa a la lucidez de los cineastas la observación certera de este estadío del desarrollo del capital. Ni tampoco que el capitalismo monopolista socave su propio “orden” alimentado por una voracidad que ha conducido a una nueva relación de dependencia: la dependencia financiera, fuente de una crisis sin salida, no sólo porque opone al capital internacional contra los pueblos nacionales, como fuerza opresora, anárquica, incontrolable, sino también porque transparenta sus turbulencias: crisis espiritual, política, ideológica y moral.»
    Ciertamente, el nuevo cine latinoamericano ha asumido función de vanguardia entre los movimientos de cultura contra la cultura de dominación. Para el Comité de Cineastas de América Latina «ya hoy no somos una larga lista de películas documentales, de ficción, noticieros y dibujos animados, de imágenes que testimonian, interpretan y acompañan la lucha de los pueblos latinoamericanos, de obras cinematográficas y de millones de metros de celuloide en los que está impresa nuestra historia contemporánea como arma movilizadora y forjadora de conciencia. También somos un movimiento de cineastas unidos y comprometidos en esta lucha, y en nuestras filas se han conocido la persecución, el exilio, la cárcel, la tortura y la muerte».
    Las contiendas han enriquecido y perfilado los objetivos. En los últimos años asistimos, por la constancia y la tenacidad de los cineastas, al ejercicio de un período del Nuevo Cine Latinoamericano que anuncia y propone etapas superiores de crecimiento: políticas de promoción, fomento, desarrollo y protección de las cinematografías nacionales; reconocimiento del cine como medio de integración de nuestras culturas; unificación de las legislaciones; convenios subregionales y regionales; creación de asociaciones multinacionales —latinoamericana, el ACLA, e iberoamericana, la OCl— para la búsqueda de un Mercado Común Cinematográfico; consolidación gremial y sindical; aumento inusitado de la producción fílmica, y conquista, cada vez mayor, de las pantallas, junto a la realización de obras de notable jerarquía creadora.
    En este mismo año, las exigencias del crecimiento y la conciencia del mismo por parte del Comité de Cineastas de América Latina, nos planteó la necesidad de una organización superior dirigida al fortalecimiento del cine latinoamericano, en especial de las cinematografías nacientes, mediante el fomento de su producción, distribución y exhibición; a propiciar la investigación, docencia, conservación, archivo y difusión cultural de la obra cinematográfica latinoamericana; a procurar una creciente y efectiva solidaridad en el marco de la preservación del patrimonio cultural de los pueblos, y la dignidad y justicia social.
    Esta esperanzada urgencia se enseñoreó en las conversaciones de los miembros del Comité con el Comandante Fidel Castro. Su entusiasmo desbordó el nuestro. Y por ello, por su iniciativa, abrimos la mañana de hoy, 4 de diciembre de 1985, en el desarrollo del VII Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, con la creación de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, y la presencia de Armando Hart, ministro de Cultura, en nombre de su Primer Fundador: Comandante Fidel Castro. Comuníquele usted que nos permita distinguirnos al distinguirlo como el Primer Miembro de la Fundación. Asimismo, afirmarle que los cineastas del continente, el Comité de Cineastas de América Latina y la Fundación son banderas en el frente del proyecto bolivariano y martiano: la patria única de la América Meridional.
    Compañeros de la Casa de las Américas: vuestra casa —este gran corazón pensante, como la llamara Julio Cortázar— es nuestra casa, tránsito deseado por ustedes y por nosotros: los mismos en la tarea de alborear la creación; trabajadores del arte y la Cultura en Nuestra América. Vamos, entonces a caminar por casa, como dijera la inolvidable Haydée.


    [Palabras en el acto de constitución de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano. Casa de las Américas, 4 de diciembre de 1985].



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