La película de Ana lo es también del cine. La más reciente obra de Daniel Díaz Tórres (Lisanka) , triunfadora en el más reciente festival habanero y elegida por la crítica cubana como la mejor cinta del patio, es realmente un "ars poético" donde constantemente se discursa sobre el cine en tanto arte y todo lo que ello implica en sus funciones social, comunicativa, estética…
Es en ese, su sentido metacinematográfico y auto referencial donde radica, a mi juicio, el mayor aporte del film, por lo cual trasciende el mero ejercicio de "cine dentro del cine" para discursar en torno a los comprometimientos de este con el contexto, e incluso, introducirse en aspectos más sutiles, como los siempre polémicos nexos entre realidad y ficción, las barreras que, sobre todo el documental, debe o no respetar, sobre todo en momentos cuando aquellas se difuminan cada vez más.
La protagonista y su marido son gente del audiovisual que no ha tenido mucha suerte: ella actriz, él realizador, y ambos ven la posibilidad de salir del hoyo cuando unos productores alemanes llegan a Cuba para hacer un film sobre la prostitución; es ahí donde comienza y se desarrolla un juego sobre verdades y mentiras, secretos e imposturas que trasciende lo puramente fílmico para introducirse en cuestionamientos éticos bien delicados que debemos agradecer al tándem de guionistas, el propio realizador y Eduardo del Llano (Vinci), justamente laureados con un premio Coral en esa categoría.
Sin embargo, justamente por la complejidad del relato, sus enveses y recovecos, es por lo que se resiente a veces la narración, que tropieza así con escollos y reiteraciones por un lado, por otra con saltos respecto a motivos y cadenas de acción, a pesar de lo cual, se sigue la evolución dramática con suficiente interés hasta el desenlace.
Más cuestionable me parece aun que dentro de un guión con espesura y densidad incuestionables, se siga uno topando (sobre todo en la primera parte) con gags y chistecitos de dudoso gusto, de un costumbrismo ya devenido lugar común del que ojalá pueda desprenderse de una vez y por todas, el cine cubano. Y ello, aclaro, nada tiene que ver con la justa aprehensión que hace el film de una realidad mucho más compleja a la que, afortunadamente, apunta la escritura y donde hallan un sitio privilegiado las desvalorizaciones, las nuevas escalas y los ricos matices del magma socioeconómico contemporáneo.
Un supraenunciado preside la obra toda: el considerar la prostitución como un mal que trasciende con mucho la esfera sexual, algo que a lo largo del discurso se aprecia y agradece.
Respecto a la puesta en pantalla, mereciera un tratamiento aparte y más exhaustivo –que el espacio "para variar" impide- la dirección de fotografía a cargo del maestro Raúl Pérez Ureta, aquí enfrentado a varios soportes técnicos con los que el film (y los films "internos") trabaja, mas el resultado final es no solo orgánico sino creativo en cuanto a resoluciones de gamas y cromas.
Otro rubro muy bien conseguido es la música de Lucía Huergo, quien con delicadas cuerdas y algunos sonajeros diseña atmósferas que sugieren o susurran por encima de las situaciones, evitando subrayados o acentuaciones supérfluas.
Y por supuesto, están las actuaciones. Mucho se ha hablado del trabajo de Laura de la Uz (Hello, Hemingway) que le confirió otro Coral en el referido certamen de diciembre, elogios a los que me sumo; la labor concentrada, inteligente y sutil de la intérprete duplica sus méritos por cuanto tiene que mantenerse transitando una arriesgada cuerda floja que la obliga a abrir el espectro caracterológico, pues ya se ha dicho cómo la película toda trabaja con capas que se superponen y complementan: Ana es varios personajes a la vez, algo que entiende, borda y proyecta Laura.
Pero sería injusto no referirse a otros desempeños no menos brillantes, como los de Yuliet Cruz (quien está llevando a cabo una meteórica carrera también en cine) y Tomás Cao (cada vez más certero y convincente).
Detalles a un lado, La película de Ana, estrenada comercialmente en la isla el pasado fin de semana, es otro indudable punto para el más reciente cine cubano.