El director de Amnesia y de la Escuela de Cine de la Uniacc, prepara su internacionalización con Lupita, a filmarse en unos meses más en México y Estados Unidos. Pero Justiniano no se queda ahí, ya que antes planea filmar en Chile Lokas.

En las oficinas de Sahara, la productora de Gonzalo Justiniano, todo es trabajo y plazos por definir. “Los mexicanos quieren que filme en octubre, pero a mí me gustaría retrasarlo uno o dos meses”, dice, sentado al lado de un afiche donde aparece la gran María Félix.

–Estamos más acostumbrados a que los futbolistas se vayan a las grandes ligas, o que los cantantes se internacionalicen. Pero no es muy común que un director de cine vaya al extranjero a filmar.

–El concepto “internacionalización” me carga. Yo hago cine y mi concepción no cambia si filmo en México o en Tongoy. Ahora, Lupita tiene un productor mexicano y una productora americana, lo que es muy bueno, pero los volúmenes de dinero son otros y a veces todo se vuelve más lento.

–¿Cómo nace Lupita?

–Esta película nace gracias a contactos que hice en diversos festivales de cine. La historia trata de una chica que se escapa de un manicomio con la ayuda de un hermano, cruza la frontera, llega a Los Ángeles y comienza a ser otra persona. Desde el concepto de la producción, me parece interesante ingresar a un inmenso mercado latino. La relación entre los mercados de Estados Unidos o México y Chile es de cien a uno.

–Desde esta internacionalización, ¿cómo ves el cine chileno actual? Creadores y películas nuevas, como Fuga, La sagrada familia y Kiltro.

–Cada cierto tiempo se habla del boom del cine chileno. Sin embargo, ese concepto siempre ha sido un misterio para mí. Nosotros sabemos que no somos suecos, ni argentinos, pero no sabemos qué cresta es ser chileno. Lo que es muy positivo, porque estamos en una dinámica permanente de por qué esto y por qué esto otro. Ahora, el concepto de nacionalidad cada vez lo compartimos con más gente. Así es que, de toda nuestra nacionalidad, siempre queda un trazo. Pero ese trazo no puede ser geográfico. ¿Qué relación existe, por ejemplo, entre un film hecho en Arica y otro realizado en Punta Arenas? ¡Nada! El amor al cine es una nacionalidad, un territorio.

–¿Y de las últimas realizaciones?

–La sagrada familia fue una película que me gustó mucho, al igual que En la cama”.

– ¿Qué lugar ocupa el prejuicio en ciertas películas o realizadores?

–Creo que es el momento de aplicar la tolerancia a los nuevos puntos de vista y no tener prejuicios. Nosotros, como generación, estuvimos muy acostumbrados en los años 80 a que se nos tildara de una “banda de comunistas” o de “terroristas”. Entre más gente se meta al mundo del cine, mejor.

- ¿Fernando ha vuelto?

–Silvio Caiozzi realizó el documental Fernando ha vuelto con las pericias en el Servicio Médico Legal para identificar un cuerpo del Patio 29. Y ahora parece que Fernando no era Fernando. En el tema de los derechos humanos, todas las explicaciones que se han dado han sido muy tímidas, por no decir ridículas. Como si fuéramos incapaces de soportar la verdad. Por eso pienso que sería bueno que se exhibieran por señal abierta películas como La batalla de Chile, de Patricio Guzmán. Estoy seguro que tendrían un rating increíble.

–Los militares, para referirse a la remoción de restos óseos, usaron el término “televisores”. Faltó que usaran “corten” o “acción”.

–Eso es parte de la rareza del mismo golpe militar: cuando el almirante Carvajal le avisa a Pinochet que Allende ha muerto, lo hace en inglés, como si nadie supiera inglés en Chile. Ahora, yendo a tu pregunta, lo aberrante es el juego que los militares hicieron con esos huesos.

–En los años 90 hiciste Amnesia, una película donde Julio Jung era un militar, un torturador. Han pasado diez años y parece que la amnesia persiste.

–En el tiempo de Amnesia era paradójico caminar por las calles y ver a gente que abogaba por la democracia, cuando antes nunca lo había hecho. En este sentido, el aporte del cine y la literatura fue una suerte de experimento químico, no real. Porque el arte es una gran mentira, a través de la cual se puede llegar a grandes verdades.

–¿No has pensado en hacer más cine político?

–Yo filmé mucho en dictadura y creo que cumplí un ciclo con eso, así es que ahora me interesan otros temas.

–¿Cuál es el cambio más radical que has visto desde ese tiempo?

–En esos años conversábamos con amigos y realmente no estaba dentro de nuestro horizonte que una mujer socialista, atea y separada fuera Presidenta.

–¿Qué opinas de la ministra designada por Bachelet para Cultura, la actriz Paulina Urrutia?

–Espero que exista una nueva generación de políticos que vea a la cultura como un asunto de Estado. Nicanor Parra y Pablo Neruda, por dar un ejemplo, son un tremendo potencial para este país. Los turistas van a Isla Negra y no a las salmoneras. Sin embargo, todavía se piensa que todo lo relacionado con cultura es un despilfarro. Y no. Porque a través de la cultura se pueden exportar miles de elementos, algunos de ellos muy rentables. Como dijo (Ricardo) Lagos, “es una vergüenza que el presupuesto de Cultura equivalga a tres cuartos del cañón de un tanque”.

–¿Cuál es tu crítica a esta nueva institucionalidad cultural, creada hace un par de años por Ricardo Lagos?

–Quizá lo más complejo es que el artista sea evaluado como empresario y como individuo. Me explico: te apoyan como artista, pero te exigen como empresario, y viceversa.

–¿Pinochet es sujeto a ser perpetuado en algún film?

–Creo que ahora estaban haciendo La fiesta del chivo, el libro de Vargas Llosa, que trata de este dictador de República Dominicana, y yo pensaba que nosotros, como país, hemos tropezado más de una vez con la misma cáscara de plátano.