Al ver el corto Oslo, dirigido por Luis Ernesto Doñas, producido por Saana Rantilla y la Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños (EICTV), seleccionado para la inauguración de la 12ma. Muestra Joven ICAIC, no pude evitar pensar en Juan Carlos Onetti, específicamente en su cuento Un sueño realizado, en el que una mujer se empeña en representar en la escena de un teatro de mala muerte un sueño absurdo que la perseguía implacablemente.

La diferencia esencial entre el sueño de Onetti y el de Lony Welter -guionista de Oslo- es que el de Onetti es un ámbito cerrado, que no invita, cuyo principal atractivo es la extrañeza, mientras que el de Welter es un sueño común: la nieve.

¿Quién no ha sentido nostalgia de la nieve? ¿Es acaso esta nostalgia un producto de la alienación a que nos someten los medios masivos, una consecuencia de la industria cultural idiotizante? Sospecho que no, la nostalgia por la nieve es la reminiscencia de un destierro ancestral, la sospecha de haberla perdido en algún vericueto de la raza, la evidencia de que, quizá, existe una conciencia humana universal; es, también, la nostalgia por el Sol que sufren los que padecen la nieve.

¿O es que acaso la nieve de estos viejos agotados representan algo más, otro sueño, uno que la vida no les alcanzó para cumplir? Es para celebrar la dirección de arte, que se las arregla siempre para crear un espacio de asfixiante, pobrísima belleza.

La contenida actuación de Carlos Pérez Peña y Nilda Collado no desmerece el trabajo minimalista de la cámara, la fotografía alterna planos generales del exterior del bohío con primeros planos de los personajes en el interior, y planos detalle de algunos objetos que ayudan a contar la historia, la luz parece poder sentirse sobre la piel de los actores, y no falta una breve nota de triste humor cubano. Como punto final, el diseño de los créditos, muy original, estaría totalmente injustificado si este corto no se llamara Oslo, y si a nosotros no nos gustara la nieve. Un corto redondo.