“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

CRITICA
  • Versión bíblica de Brasil
    Por Filma Canales

    Hemos dicho en varias oportunidades que el cine no es un ejercicio intelectual. El relato audiovisual lo recibimos por la piel, la mirada, el oído y en algunos casos, como en La cena de Babette, se logra casi sentir el gusto y el olfato. En este sentido podríamos afirmar que ir al cine es un acto que devuelve al ser humano el equilibrio de la percepción: el hecho de "conocer" no se realiza en forma abstracta, como es la lectura o el estudio, en que las palabras y su significado van directamente a la mente. La película brasilera de Luiz Fernando Carvalho sobre la novela de Raduan Nassar, es de tal intensidad poética, sensorial y emotiva que envuelve al espectador en un embrujo de los sentidos, como nunca antes había ocurrido en el arte cinematográfico. ¿Cómo se logró este prodigio?

    En primer lugar y, a juzgar por la extensión de los créditos —entre los cuales figura incluso Leonardo Boff como asesor de la historia de las religiones— se comprometieron todas las instituciones artísticas de Brasil, y numerosas empresas económicas y gubernamentales se arriesgaron a apoyar a los realizadores. El resultado es un filme del cual lo primero que se puede decir es que representa totalmente el alma del Brasil, su cultura, su sensibilidad, pero además posee un significado que traspasa sus fronteras y la época, centrándose en las vivencias afectivas más profundas del ser humano: la relación de padre e hijo, la familia, el despertar del amor, la pasión, la confusión, el derecho de crecer y partir.

    Alucinante embriaguez fílmica

    Observemos primero al escritor de la novela Lavoura Arcaica, cuyos padres emigraron del Líbano a comienzos del siglo XX. Nassar publicó esta su primera novela en 1975. Su prosa poética es el estilo preciso para narrar una versión lírica de la parábola del hijo pródigo y las complejas relaciones familiares. Junto con el director, redactó el guión del filme, cuyas resonancias políticas y religiosas no podían estar ausentes de una creación brasilera, como lo afirma en el siguiente comentario: "Uno podría ver en Lavoura… un intento por bloquear las utopías, al ser confrontado por los gritos y gemidos de los excluidos, categoría que necesariamente existe en cualquier sociedad, si uno asume que una organización social solo puede ser viable cuando está basada en valores. Y los valores siempre y necesariamente excluyen. Luego, lo que puede aparecer solo como una novela de amores trágicos, debería también ser considerada como un texto de reflexión política".

    Luiz Fernando Carvalho es un director relativamente joven, que se dio a conocer en la década del 80 como director de televisión y algunos cortometrajes de cine. A la izquierda del padre (2001) es su primer largometraje, que reúne a otras grandes figuras del cine brasilero, premiados junto con él: Selton Mello, brillante actuación protagónica; Walter Carvalho con una dirección de fotografía deslumbrante, que rompe los esquemas académicos; y Marco Antonio Guimaraes, irreemplazable creador de la música precisa y envolvente del filme. Todos ellos estimulados por la mano firme y certera de un director como Carvalho.

    En primer lugar celebramos el estilo de montaje, que no es precisamente con raccontos, sino que va colocando escenas del pasado en cualquier momento, repitiendo a veces, como la huida de casa, o bien usando imágenes que son símbolos, como el niño con la paloma blanca en sus manos durante la escena del amor. Este montaje alternado no se transforma en un puzzle hermético, sino que se traen al presente imágenes que expresan ideas o sensaciones, a la manera de Eisenstein (Teoría del montaje). El texto crea la unidad, pero tiene dos líneas. Una son los monólogos de Andrés, cuando explica el significado que las cosas tienen para él o cuando describe sus emociones. Otra forma del texto que da continuidad al relato son los diálogos entre Andrés y Pedro, o las escenas del regreso entre el padre y Andrés. Hay incluso un momento notable, después de una cena del padre con las mujeres.

    Queda el comedor vacío y ellas empiezan a limpiarlo en silencio. Se escucha la voz del padre terminando lo que decía un momento antes, algo así como "el amor de la familia es la suprema forma de la paciencia", y la música de tipo árabe va preparando la fiesta que vendrá después. Son tres discursos diferentes.

    Luego tenemos el asunto del tiempo. La película es larga (173 minutos) y lenta para algunos. No es así para los que contemplan, que no se cansan ni siquiera al verla por segunda vez. Al final se hacen algunas reflexiones poéticas sobre el tiempo, pero lo que nos interesa es el uso cinematográfico de este elemento en la longitud de los planos y la rapidez del corte. Con excepción de algunas secuencias —la fiesta, los momentos de emociones fuertes o una escena de mucho dolor que es ilustrada con imágenes difusas que recuerdan una crucifixión— el ritmo de la película es lento y permite al espectador sumergirse en la belleza de las imágenes o el tono estremecedor del monólogo. Hay aspectos que son enfocados con posiciones de cámara normales, como la fotogenia de la vida doméstica o la naturaleza, que se ve subjetivamente por la mirada o el recuerdo de Andrés. Estos puntos son los que representan una permanencia sana, en la cual prevalece la madre y la infancia. En cambio todo lo referente a la rebeldía, la pasión, la exacerbada sensibilidad de Andrés es relatado con encuadres inclinados y posiciones de cámara insólitos, que muestran otras dimensiones de la vida cotidiana. Todo ocurre en una fazenda, una estancia donde vive una familia de emigrantes árabes, pero el lugar se siente aislado, como si fuera de cualquier país o en cualquier época. Es una de esas películas fuera del tiempo y el espacio.

    Donde no hay esperanza
    Las frases e imágenes bíblicas que abundan dejan en claro que se trata de una versión de la parábola del hijo pródigo, solo que es la historia al revés, es lo que ocurre entre un padre y un hijo hoy, en un mundo donde impera el conflicto, el enfrentamiento, la incomprensión, la dureza del juicio, el abismo generacional. El hijo y la hija no son perdonados y quedan al lado izquierdo del padre, donde están los que Andrés llama su familia, que son "los amputados, los oprimidos, los apasionados que iluminan la vida con su polvo de oro". Cuando se asiste con profundo interés al reencuentro de Andrés con el padre y se admira el ir y venir de las palabras en busca de una salida, el espectador cristiano piensa hasta qué punto se ha transformado el humanismo en una interpelación sádica hacia Dios, en lugar de mirar lo que somos, hacer un balance y ponerse en el camino de la esperanza. El encierro, en una realidad inmediata y ciega, impide el desarrollo de las potencias ocultas del ser humano que revelan otras dimensiones, donde la misericordia se concede como un don.

    (Fuente: www.articlearchives.com)


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