Esta hora de América Latina comienza a ser distinta, por todas partes surgen signos que lo son de aliento. No tienen derecho los gobernantes de América Latina, llevados al poder por la izquierda, a fallar a sus pueblos. Los cineastas somos de esos pueblos parte; de su vida espiritual, de su derecho a no ser colonizados, a desplegar su pensamiento, a construir sus sueños soñando y a expresarlo en obras, a hacer del arte un abrazo de amor engendrante y también un estilete (…) Es que solo desde la cultura, desde la complejidad, desde la información, solo enriqueciendo el espíritu, se funda el gran escudo de rechazo al pensamiento basura, a la banalidad, al vaciado del alma, a la pacotilla intelectual; sólo entonces se es capaz de ejercer con dignidad la resistencia espiritual moral necesaria al triunfo.
En aquel Festival de Viña del Mar 67 en que por vez primera en tierras de Nuestra América nos encontramos los entonces jóvenes cineastas del continente y las islas, quedó proclamado presidente de honor Ernesto Che Guevara, símbolo de la insurgencia reivindicadora de todas las revoluciones olvidadas o convertidas en teorías, tal vez maravillosas, pero no empeñadas en realizarse.
Son otras las generaciones, las personas, cada una, los cineastas, que hoy protagonizan la existencia, vigencia y diseño del Nuevo Cine Latinoamericano. Me toca cuidar de la memoria, no por nostalgia vejestórica, que rima con retórica, o porque pueda entusiasmarme el mimetismo. Cada generación es portadora de su propio mensaje y de su estética; si la memoria importa a mi persona mientras disfruto de cuánto nuevo traen los jóvenes, diré que deslumbrado, es por otras razones; son razones éticas. La solidaridad humana exige, para existir, amor, comprensión, saber entrar en la piel del otro; en el otro saber, un semejante; mirar con mi mirada al que me mira; saber que solo engendra aquel que ama y si el amor-pasión anda sembrando, hurgando, descubriendo, entregando, la obra que surgirá de quien se sepa artista, obra será de arte en lo probable. Toca al gozante decir la última palabra. Si fuese en cambio la que describo, fuente de luz o intento de lograrla, dará razón a lo que más valoro, el arte que humaniza humanizándose.
En Viña del Mar 67, tan tan lejos, no solo nos miramos rostro a rostro los creadores. Ya desde entonces aquellos jóvenes pensaban otros términos del arte, pensaban la urgencia de romper los monopolios y llegar cómo fuese con la obra a la mirada de los otros. Las salas de cine estaban controladas, ya desde entonces, por quienes venden una sola idea: la de rendirnos a modelos de vida, regulando la esencia del soñar y del pensar y ser. Hoy le llamamos pensamiento único, pero prefiero subrayar que es el vacío lo que nos proponen; vaciarnos en la banalidad más torpe, para entonces llenar la conciencia con ese mundo en el que la eticidad no tiene ya valor alguno. Eso explica que a las que ayer llamaban industrias culturales, llamen hoy con mayor éxito denominativo, preferiría decir con el mayor descaro, industrias del ocio. Y hasta lo repetimos.
Aquellos visionarios luchadores no siempre, o casi nunca, encontraron la brecha que les permitiese al menos decir con nuestra voz cuanto queríamos. Y han pasado los años, me pregunto si es que debemos repetir, por siempre y quejumbrosos, que los llamados grandes lo dominan todo. Las “Majors” se las llama. Esta hora de América Latina comienza a ser distinta, por todas partes surgen signos que lo son de aliento. No tienen derecho los gobernantes de América Latina, llevados al poder por la izquierda, a fallar a sus pueblos. Los cineastas somos de esos pueblos parte; de su vida espiritual, de su derecho a no ser colonizados, a desplegar su pensamiento, a construir sus sueños soñando y a expresarlo en obras, a hacer del arte un abrazo de amor engendrante y también un estilete ¡Es un derecho! Y habría que ejercerlo: el amor, ¡claro! y el estilete también.
Entonces hablábamos de las “Majors”, y de las “Majors” tendríamos que seguir hablando y combatir su monopolizante presencia colonial y colonizante, pero los tiempos son otros y hay que reconocer la realidad en su complejidad permanente, así como la acentuación de rasgos que en realidad no son tan nuevos. La TV, el Video, el DVD, Internet, son los dueños del escenario, los que con mayor poder llegan a la persona que, si domesticada por el machaqueo y la falta de opciones, resulta convertida en masa, muchedumbre pasiva, receptor sin criterio o como quiera llamársele; lo dejo a los sociólogos y psicólogos no por comodidad sino porque merece estudio este fenómeno de hipnosis amansadora y lo que es peor, embrutecedora. A Fidel y a Chávez diría, desde esta tribuna, que no hay posibilidad alguna de ganar la batalla de ideas si no se gana inicialmente en las televisoras, y con ellas, diseñándolas estética y éticamente. Televisoras pero también programación, producción, video. El cine nuestro, el Nuevo Cine de América Latina pudiera jugar un papel decisivo aunque no totalizador ni excluyente.
(…)
Hermanas y hermanos de América Latina, cinéfilas y cinéfilos del mundo, declaro cerrados los trabajos del 28 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano y abiertos los preparativos del 29 Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano que tendrá lugar al final del Año 2007, que parece será, comienza ya a vislumbrarse, como Año de la Esperanza; y ojalá que nos entregue más que esperanza, realidades.
Buen viaje y grandes éxitos.