Quemar las naves fue el primer film de Francisco Franco, realizador mexicano que comenzó con un drama pero que ahora, en este segundo largometraje, Tercera llamada, ha virado hacia la comedia coral, loca y desenfadada que retrata el caos que se puede presentar entre bambalinas y que se transforma en todo un homenaje a los actores y actrices de teatro, técnicos y organizadores de sala, mostrando lo atropelladas y aturdidas que pueden ser sus relaciones y esa poderosa necesidad que tienen los artistas de dar un sentido al desorden. El sentir humano es a veces doloroso y anárquico y el hecho de que alguien intente darle una dirección es todo un regalo para el público.
Tercera llamada es el relato de un accidentado montaje teatral en el Distrito Federal. El realizador regresó con este film a la Seminci, donde ya antes había presentado su ópera prima en el año 2007 cuando a algunos les dio un sobresalto al enterarse de que alguien de nombre Francisco Franco había dirigido la película y estaba en Valladolid, circunstancia graciosa sobre la que el director ha aprovechado para incluir un guiño irónico al principio de este segundo filme acerca de algunas obras del dictador italiano Benito Mussolini, siempre dentro del tono de humor en el que se desenvuelve la película.
El guión de Tercera llamada procede de una pieza teatral que escribió el propio realizador junto a Ignacio Guzmán y que adaptó al cine encerrado en una casa de campo junto a la también actriz María Reneé Prudencio. Todo transcurre un mes y medio antes del estreno de una obra de Albert Camus, Calígula, cuando su neurótica directora (Karina Gidi) no para de tener dudas y enfrentamientos con los actores.
Resulta que el personaje principal va a estar interpretado por una mujer (Irene Azuela) y el actor que aspiraba y soñaba con hacer de Calígula está lleno de recelos y envidia, la diva se ofende, el actor más viejo tiene problemas para recordar el texto de los diálogos, la productora sólo está sobria cuando duerme, la protagonista entra en pánico y los técnicos demuestran ser unos amigos de lo ajeno llevándose parte de la escenografía.
Franco ha hecho una revisión de todos los estereotipos teatrales y hasta en dos ocasiones vemos aparecer a una representante sindical de los actores exigiendo mejoras. También es transgresor e innovador al incorporar a una mujer haciendo de Calígula en contraposición a lo que ocurría durante el barroco cuando los hombres salían vestidos de mujeres porque ellas se negaban a subir a actuar o a cantar. Y es que el teatro es un acto de fe y para que suceda, los actores, directores y técnicos tienen que creer.
Es necesario remarcar que cine y teatro suelen tener lenguajes muy distintos y que esas diferencias se enfatizan aún más cuando nos referimos a una obra clásica. Tercera llamada es clara y diáfana en ese sentido porque ya desde el principio conocemos a la perfección el entorno en el que se va a desarrollar la trama y comprobamos que una gran parte del film tiene que ver con ese lenguaje teatral.
Franco consigue divertir con esta película en la que nos damos cuenta de que el mundo del teatro, tanto dentro como fuera de escena, no es otra cosa que el fiel reflejo de como somos, de nuestras contradicciones, nuestros miedos y nuestra forma de ser y de comportarnos. Todos los caminos que emprende el numeroso elenco, confluyen al final en lo que debería ser el estreno de la representación.
Entre los participes del reparto encontramos a Rebecca Jones, Anabel Ferreira, Silvia Pinal, Jorge Poza, Cecilia Suárez, Mariana Treviño, Fernando Luján, Ricardo Blume, Alfonso Dosal, Martín Altomaro, Moisés Arizmendi, Jorge Adrián Espíndola, Krystian Ferrer y Mauricio García Lozano. Y entre el público de la obra reconoceremos a la co-guionista y también a la cantante Julieta Venegas, habitual colaboradora de Francisco Franco en la parte musical.