Las herencias de cualquier tipo suelen ser pasto de todo tipo de especulaciones y siempre de controvertidos puntos de vista entre las personas y en el cine se suelen abordar poco por la gran complejidad de estos temas. El uruguayo Manolo Nieto (La Perrera) se acerca a esta temática en una película de unas dos horas de duración en la que se conjuga tanto la herencia particular del protagonista como la de toda una generación de jóvenes que en un futuro se tendrán que hacer cargo de responsabilidades más importantes para sacar adelante una sociedad.

La acción del filme se sitúa en 2002, momento en el que en las facultades universitarias de Uruguay estaban ocupadas por los estudiantes en reacción a la crisis financiera y política motivada por la congelación del dólar a plazo en bancos públicos durante 36 meses y una depreciación de su moneda. Ariel, el personaje principal, se ha envuelto en la militancia gremial y se ha convertido en un delegado de segunda línea del gremio estudiantil de Montevideo.

En una de esas reuniones asamblearias, le comunican que su padre ha muerto, que debe viajar a Salto, una ciudad del interior del país, a su entierro y a hacer frente a su legado. En Salto encuentra que su padre le dejó un campo endeudado, un perro viejo y una casa en la ciudad con una amante que pretende quedarse con el lugar y se instala a vivir allí con él.

Manolo Nieto nos presenta a un protagonista al margen de lo común, pues por ejemplo tiene serios problemas al articular el lenguaje verbal y eso hace que la mayoría de sus compañeros de estudios lo estén tratando como alguien que está pero no está o como si fuera un extraño o un extranjero. Esta debilidad no hace otra cosa que acentuar el efecto dramático de una historia que está planteada como de desarraigo y de reconstrucción personal, en clara metáfora de un país heredado sobre el que hay que actuar.

El lugar del hijo también intenta hacer una descripción visual sobre cómo se nos escapan de las manos algunas cosas que nos gustaría que fuera de una manera y acaban siendo de otra, tanto de los bienes que alguna vez fueron una riqueza familiar como por el retrato de una juventud anestesiada en un país y momento de falta de oportunidades donde la militancia de izquierda había sustituido el canto popular por el rock’n roll y a los intelectuales por los tipos de armas tomar. Y es que, como vimos en el debut del argentino Santiago Mitre con El estudiante, aquí también se constata que los activistas estudiantiles están mucho más involucrados en su activismo que en el estudiar. Incluso en algún caso, observamos que no sólo tienen poco interés en el aprendizaje sino que mucho en el liderazgo de masas.

A Ariel, su padre le ha dejado todo patas arriba y no tiene otra alternativa que tomar las riendas con convicción. Esa dicotomía entre seguir con su compromiso por una lucha sobre la que no se perfila futuro y tratar de solucionar los problemas heredados de un padre tan irresponsable, le hacen sentir como si estuviera siempre en un lugar equivocado o a destiempo, con esa sensación además de que lo ocurrido en el pasado tampoco se ha llevado demasiado bien.

Felipe Dieste es un no actor que interpreta a Ariel y que actuó como un molde para el guion, es decir que Nieto lo escribió a partir de su forma de ser, de hablar y de sentir la vida pero incorporando, y hasta cierto punto tergiversando, algunos elementos que tienen que ver con vivencias familiares del realizador. Entre el elenco se encuentra el polifacético actor argentino Germán de Silva.