Geraldo Sarno aprendió a hacer cine en Cuba. Aquí conoció las cosas más elementales del séptimo arte y a partir de ese momento su intelecto en el mundo del audiovisual fue creciendo y moldeando su figura. Si bien en sus inicios estuvo más vinculado al cine documental, su talento tocó los filmes históricos. Tan solo recordar la cinta Coronel Delmiro Gouveia (1978) permite reflexionar sobre el quehacer de este brasileño que no para… tampoco se le está permitido.

Con los años y los éxitos acumulados Geraldo Sarno vuelve a La Habana de Humberto Solás, junto al cual trabajó en sus inicios. Está en la ciudad de Alfredo Guevara, a quien recuerda con admiración.

Solo tenemos alrededor de 10 minutos para «conversar». Geraldo Sarno enseña a sus escuchas y mientras lo hace —manía de cineasta— va creando imágenes.

Se habla —y hasta lo cuestionan algunos académicos— de la existencia real o node un «nuevo cine latinoamericano», ¿qué opina al respecto?

Yo creo que hay una nueva generación en toda América Latina que está proponiendo una manera de expresión diferente. Es un nuevo paradigma del lenguaje y es real. Se trata de la ruptura con un lenguaje cinematográfico y audiovisual que mi generación ayudó a crear, allá por los años 60. Eso cambia ahora. Y esos momentos son muy densos, muy fuertes y hay que aprovecharlos porque pueden agotarse.

Creo que la cuestión central es cómo comprender esto que está pasando con la generación de ahora y cómo no dejar que ella sea rehén de los medios mercantiles, globalizados. La pregunta es: ¿Cómo hacer que esta generación no se incline, no se entregue a las exigencias de un lenguaje comercial, de puro entretenimiento, dominante en los medios universales?

Esta es la cuestión —para mí— central. Y central hasta un nivel político con la P grande. También de reflexión, porque esto determina la dirección en que va el mundo, las generaciones.

Desde su punto de vista y atendiendo a estas problemáticas, ¿cuál es el papel fundamental que juegan los medios hoy?

Los medios hoy dominan el imaginario del hombre y la sociedad globalizada en todos nuestros países. Y dominan a través de una expresión, una forma del lenguaje que es manipuladora, que no es libertaria y que no es crítica.

Se vende todo: los productos materiales, las ideas, las maneras de ser, comportarse y hasta los valores, lamentablemente.

¿Cómo enfrentar eso desde el cine?

Solamente el arte puede vencer al mercado. Esta es la fórmula, no hay otra. Y podemos hacerlo no solo los realizadores, productores, la gente que trabaja en el área de creación, a quienes se les exige un esfuerzo teórico e intelectual muy grande para crear ese nuevo lenguaje. También es tarea de los estudiantes, las escuelas, los críticos.

Mire, el mercado está hecho por el mercado. Por aquellos que lo controlan. Las reglas del mercado no permiten que entre un lenguaje liberador; el mercado está construido por consumidores y productores que componen ya una unidad.

¿Y cómo se establece esa relación?

A través de un lenguaje de entretenimiento, superficial y que no valoriza la imagen, la idea, el pensar.

Por ejemplo, ¿cree que la reciente Ley de Medios aplicada en Argentina y la creación de canales que defienden los valores del hombre, como es el caso de la cadena Telesur, se aproximan a esa fórmula que usted propone?

Esas medidas de políticas públicas van bien porque ayudan a construir perspectivas de producción y de actuación, pero creo que no basta con eso si no estimulas la creación artística, de manera tal que las nuevas obras establezcan un tipo de relación diferente con el público… y creen su público.

Es una tarea muy compleja que implica políticas públicas y políticos que tengan claridad con eso. Ya pasamos una etapa en la que pensábamos, de manera ingenua, que sería posible dominar salas de exhibición, canales, etcétera.

El público está «acaparado» por el lenguaje de la propaganda, del entretenimiento, de la imagen superficial… Hay que crear.