El colombiano Franco Lolli da muestras de su sensibilidad y su humanismo en su primer largometraje, que gira en torno a las relaciones paterno-filiales y a los conflictos entre clases sociales.

Tomar a alguien bajo el ala protectora no es cosa baladí y la buena voluntad no siempre basta, teniendo en cuenta que hay reglas sociales no escritas que aun el crío más espontáneo debe cumplir. Este es el proceso iniciático que, bajo la forma de una crónica naturalista, aborda el colombiano Franco Lolli en Gente de bien, presentada en la Semana de la Crítica del 67º Festival de Cannes: un film íntimo, sensible, que juega sus cartas a las claras, en un sencillo juego de contrastes entre la vida de las clases populares de Bogotá y la de los privilegiados de la capital.

Es de noche y, en mitad de la multitud, una mujer y su hijo esperan, con un cartón y una bolsa de basura bajo el brazo y una perra a su lado. Eric, de 10 años de edad (Brayan Santamaría), ve alejarse a su madre, que le promete llevarlo consigo cuando esté instalada. El niño no parece tener mucho trato con su padre, Gabriel (Carlos Fernando Pérez), que lo lleva (junto con la perra) a su nuevo hogar: una habitación en una pensión. Eric se muestra cabezota ante la situación ("no tengo hambre", "no me gusta este lugar"), pero pronto descubrirá nuevos horizontes gracias a María Isabel (Alejandra Borrero), una mujer de clase acomodada en cuya casa Gabriel hace trabajitos de carpintería. María Isabel es una especie de buen samaritano que ofrece a Eric algunas prendas de moda de su hijo, de la misma edad que él y a quien le obliga a jugar con el nuevo invitado. También perdonará a Eric el robo de un poco de dinero, conducirá a padre e hijo a la perrera a la que han mandado al animal e, inclusive, les propondrá pasar las vacaciones de Navidad en su casa de campo familiar. Tras algunas dudas iniciales, Gabriel, que se las ve y se las desea para llevar dinero a casa y cumplir con sus obligaciones como padre educador (a pesar de su amabilidad, es terco como una roca), acaba por convencerse ("no navegan en un mar de oro", "es para ayudarlos") de aceptar por el bien de su hijo. Llevado a una hermosa villa con piscina y en compañía de un grupo muy religioso, Eric se hace pronto a las comodidades y monta en quad y a caballo con los niños de la casa mientras Gabriel trabaja y observa la situación desde lejos con un cierto malestar que le lleva a volver a Bogotá para cuidar de la perra, que ha contraído una enfermedad repentinamente. Dejado al cuidado de Maria Isabel, Eric descubrirá que las barreras sociales, contra lo que había pensado en un principio, son más herméticas de lo que parecen y que no basta con tener de todo para ser feliz.

Gente de bien es un retrato fiel de la crueldad de la infancia a través del personaje principal y los otros jóvenes protagonistas, que interpretan la llegada de este desconocido como una intrusión, y perfila con una modestia eficaz una constatación bastante fatalista sobre el abismo que separa las clases sociales y sobre los límites de la bondad, que no todos comparten. Además, la película teje con delicadeza el acercamiento entre un hijo y su padre a lo largo de una crónica agridulce y bien equilibrada entre un propósito sociológico explícito, una serie de enigmas que no serán resueltos y un trasfondo de tensión ligeramente amenazador. Esta producción de la parisina Geko Films (Grégoire Debailly) con Evidencia Film se distribuirá en los cines de Francia de la mano de Ad Vitam. Su agente de ventas internacionales es Versatile.