“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

NOTICIA
  • Viña del Mar o la diversidad
    Por Estrella Díaz

    Han transcurrido 40 años del Festival de Viña del Mar y evocar un acontecimiento tan importante para la historia del cine latinoamericano es algo natural y obligado. Por eso, se desarrolló un panel al que asistieron algunos de los testigos que hace cuatro décadas, en el balneario chileno, apostaron por nuevos lenguajes, entre ellos Alfredo Guevara, Presidente del Festival habanero, quien aseguró que es “motivo de emoción y de orgullo” sentirse rodeado de algunos de aquellos cineastas.

    En Viña del Mar, dijo, descubrimos que éramos diversos en nuestras concepciones estéticas, “sin embargo, teníamos algo en común: la sensibilidad intensa y profunda de lo que eran nuestros pueblos… Supimos que no éramos un movimiento articulado de modo consciente, y que ese movimiento acompañaba la emergencia y la voluntad combativa de afirmar las identidades de cada uno de nuestros países, regiones y capas de nuestras sociedades: era la diversidad personificada y, al mismo tiempo, nos unían tantas cosas”. Guevara apuntó que no sabían que estaban iniciando el Movimiento del Nuevo Cine Latinoamericano, el cual “ha tratado y trata de representar esa unidad en la diversidad” y que se siente deudor de Viña del Mar 67 y 69, “dos festivales que nos unieron para siempre.”

    Lo más importante, señaló, es que hemos llegado a esta época los de entonces y estamos aquí, firmes, no repitiendo lo que vivimos en aquel momento, no empeñados en perpetuarnos en nuestras posiciones sino “dedicados, de un modo o de otro, a despertar y cultivar las potencialidades” en las nuevas generaciones.

    “Por eso no queremos perdernos en la nostalgia, sino decirles que vamos cumpliendo con nuestro deber de apoyar a los que nos han seguido y estamos atentos a los mensajes que nos traen: no hemos perdido la sensibilidad y aquí estamos: Viña del Mar, 67 y 69, ha sido, es, una energía potenciadora”, subrayó.

    Dolly Pussi, una de las cineastas argentinas presentes en aquel histórico encuentro, recordó que en ese momento era estudiante de cine en la Universidad de Santa Fe y participar en ese Festival “fue fantástico” porque “no nos conocíamos en América Latina”: “Todos sabíamos que algo estaba pasando en el continente y tenía mucho que ver con la Revolución Cubana que para nosotros, jóvenes de aquellos años, era como decir que sí, que se pueden cambiar las cosas”.

    Pussi destacó que el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano de La Habana se ha colocado en el mundo de una manera importantísima y continúa creyendo que el “cine es un arte”. Nuestra idea, enfatizó, fue hacer un cine de contenido, que diga cosas, que cada uno exprese lo que tiene que decir, pero además que la estética, la forma sea impecable. Octavio Cortazar, por su parte, recordó su paso por Viña del Mar y las experiencias que en el plano personal le aportó, al tiempo que regaló un consejo a los jóvenes: “Nunca pierdan de vista el camino; hay que hacer arte con contenido, pero no olvidarnos de la política”.

    Humberto Ríos, cineasta argentino que vivió los días fundacionales de Viña, reconoció que tiene una memoria despedazada: “No tengo una cronología de días ni de horas, pero sí de sensaciones extraordinarias y emocionantes; Viña del Mar me permitió unir nombres con rostros y rostros con cine.”

    En Viña del Mar, dijo, se armó un corpus práctico en América y ese ímpetu nos llevó a comprometernos no solo en la lucha interna, social, política y humana sino en un gran complejo que es América Latina”. Además se preguntó ¿qué es lo que tenemos que hacer después de 40 años?, ¿cuál es nuestra obligación? Quizás para algunos, apuntó, sea continuar haciendo cine y para otros encontrar el momento oportuno del relevo; entregarle a los jóvenes las ideas, las ansiedades, las emociones, las vocaciones que alimentaron a Viña del Mar, el acto creativo más importante que haya tenido el cine latinoamericano.

    Walter Tournier, de Uruguay, enfatizó en que lo que más recuerda de aquel momento es “la delegación cubana, porque me impactó la coherencia, seguridad y vehemencia que tenía. Allí cargamos las pilas para seguir trabajando y, aún hoy, esa energía me sigue motivando a hacer cine”.

    Al finalizar el panel fue presentado el libro Los años de la ira. Viña del Mar 67 (idea, selección y prólogo de Alfredo Guevara y Raúl Garcés), un texto que al decir del primero le ha enseñado que “si logramos sembrar pasión en los que no vivieron esos días, en lo que la siembra de esos días dejó y sigue dejando, estamos cumpliendo nuestra tarea de que la vida siga siendo vida”.

    Finalmente, Garcés subrayó que el libro es una “una compilación imprescindible para los estudiantes de cine, de periodismo o personas que tengan la sensibilidad de apreciar el mundo desde una perspectiva diferente”. Los documentos que el volumen compila pueden hacer contribuciones importantes, destacó, y agradeció a Rosa Brito por su ayuda extraordinaria para seleccionar y organizar los textos incluidos.



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