En años cuando evidentemente podía decirse que los mejores tiempos del documental cubano pertenecían al pasado, a los tiempos de Santiago Álvarez, Nicolasito Guilén Landrián, Oscar Valdés, Sara Gómez, Enrique Colina y Marisol Trujillo, apareció Fuera de liga, un documental de largometraje con arista y perfil, intención y vocación, arte y rigor, entre muchos otros baluartes protectores. A este repaso de euforias y capitulaciones en nuestro deporte nacional se le insuflaron las mismas sustancias con que se forjaron ciertas obras de no escasa trascendencia.
Aparte de la coyuntura (favorable para su instantánea celebridad) de que su estreno natural fue postergado, y por encima de simplificadoras manipulaciones a las que innecesariamente recurre el tratamiento de ciertos temas mucho más complejos de lo que se enuncia en el filme, estamos ante una obra que se eleva por encima del nivel promedio de nuestra documentalística, empeño admirable por la madurez que demuestran sus hacedores, creación afianzadamente profesional, enfática, entretenida, controvertida donde las haya (para su bien), con una ingente capacidad para emocionar y provocar pasiones extremas.
Y es que incluso los excesos de vehemencia que el propio documental promueve y suscita, actúan en contra de una valoración justa y cercana a cierta objetividad ideal. De modo que la valoración equilibrada, distante de las circunstancias extraordinarias que han acompañado la divulgación del filme (en copias piratas, de computadora en computadora, y de un casete VHS a otro) se ha hecho prácticamente imposible. Las críticas negativas pueden entenderse como que el escribiente está de acuerdo con la postergación y el engavetamiento, mientras que el elogio y la apología puede adquirir matices de revoltosa provocación asumida muy a la ligera.
Ian Padrón y sus colaboradores (sobre todo en los acápites de sonido y edición) apelaron de manera tan expedita a los sentimientos y las emociones, al sentido de pertenencia raigal de los cubanos, que muchos pudieran dejarse llevar por lo emotivo, o resguardarse de la complicidad, y no reconocer, desde tales actitudes extremas, el excelente ejercicio de conducción audiovisual contenido en una de las más notorias películas cubanas del último lustro.
De modo que me interesa reflexionar sobre los valores netamente culturales y artísticos de Fuera de liga a lo largo del siguiente compendio, porque lo demás, es decir, el goce, las sombras, y el deslumbramiento ya los tiene garantizados el espectador: En otras palabras: me arriesgo a valorarla sobre todo en sus aspectos más positivos, precisados de exaltación en este momento. Ya vendrán luego opiniones menos ajustadas al contexto.
A continuación, las diez razones para respetar Fuera de liga:
I-Porque se cuenta una historia, al igual que en las mejores películas de ficción, y esta narración resulta amena, sintética, fluida, altamente dramática y convincente: La historia “base” es la del equipo Industriales (ellos son los héroes del relato) y el recorrido emocionante viene a ser la serie de béisbol 2002-2003, con sus victorias y derrotas (más de estas últimas que de las primeras) ante los equipos homólogos de Santiago de Cuba, Sancti Spíritus y Pinar del Río. La serie está contada en presente, es decir, vemos acontecer los juegos como si no formaran parte del pasado, y en esa narración, con final no precisamente feliz, se incrustan diestramente las entrevistas a disímiles personajes —sobre la propia serie, o sobre otros temas relacionados— sin olvidar la inserción de imágenes de archivo que refuerzan la brillantez de los deportistas, o la admiración que ha despertado históricamente el equipo insignia de la pelota cubana.
II-Porque se parece a la ficción, pero cumple a plenitud con la sagrada función de documental, es decir, ofrecernos la revelación de aspectos de la realidad desde una perspectiva novedosa: Pocas veces se ha visto en cine a un grupo tan grande de cubanos expresándose con tanta naturalidad y franqueza ante la cámara. Ríen a carcajadas, ironizan, a duras penas aguantan el llanto; beben, juegan y se fajan, pero sobre todo discuten, más allá de los bizantinismos beisboleros, sobre el destino de la Isla, sus miserias y manquedades, sobre fidelidad y traición, irse o quedarse, sentidos de pertenencias, el deporte y sus problemas, las escaseces y las incomprensiones, los olvidos que laceran y las hazañas cotidianas, plenitudes, afectos inquebrantables.
III-Por el empleo siempre intencionado de la música y la manipulación del sonido con sentido dramático: En la banda sonora se escuchan, sin que lleguen a saturar, numerosas canciones del más diverso género y que pueden ironizar respecto a lo que estamos viendo (El buey cansao, de Los Van Van, cuando los Industriales tienen que practicar en un terreno de entrenamiento en malas condiciones, donde incluso pasta una vaca, o Conozca a Cuba primero, cantada por Ramón Veloz, mientras se muestra a los aficionados al béisbol con accesorios completamente yanquis). En otros momentos se escoge la canción, o un fragmento, para reforzar estados de ánimo de los deportistas y, por supuesto, también en el espectador, como esos momentos de frustración y derrota, excelentemente graficados mientras se escucha Bolero, de Santiago Feliú, o Noviembre, de Buena Fe. Además, pocas veces en el cine cubano documental pudo un sonidista desplayarse a este nivel en los estados de placidez musical, silencio revelador, diálogo perfectamente registrado, audible; bullicio multitudinario en coherente alternancia con el diálogo íntimo, amistoso.
IV-Por la elección de las voces, o personajes típicos del género documental, desde la convención y la subversión: En ningún momento intenta ocultarse hipócritamente la complicidad del autor con los Industriales, así que son ellos, los deportistas, quienes llevan las principales voces, quienes proclaman las declaraciones más trascendentales y polémicas. Ian Padrón supo ganarse la confianza de sus protagonistas, y así nos entrega el drama y las proezas, la sencillez o el calor humano sobre todo de seis industrialistas: Lázaro Vargas, Rey Anglada, Agustín Marquetti, Javier Méndez, Germán Mesa y Orlando “El Duque” Hernández, cada uno con su conflicto personal, subsumido en las cuitas colectivas, cada quien con su personalidad más o menos expresiva de testimoniante comprometido, pero todos explotados histriónicamente como si de actores excelentes se tratara, porque han sido sorprendidos en el momento en que actúan sus propias vidas. Además de los deportistas, están los aficionados (quienes aportan alta conflictividad a las entrevistas) y los llamados “expertos”, en este caso el escritor Leonardo Padura y el actor y productor Roberto Viña. Pero la convencional distribución de las voces y de los roles se confunde rápidamente, y los expertos devienen testigos, estos se convierten en expertos, y el testimonio de los protagonistas alcanza en una parte el matiz de la primera mano invaluable, y a renglón seguido pueden aportar una opinión de perito. Unos y otros rebosan cubanía, espontaneidad, gracia; todos dicen algo importante, medular, para las dos premisas expositivas que el documental se trazó desde un comienzo: defender la categoría mítica del pelotero estelar, y confirmar la raigambre nacionalista, popular y cultural de este deporte, “porque los cubanos cuando jugamos pelota, no estamos jugando”, como declara Leonardo Padura hacia las postrimerías del documental.
V-Por el uso grave y trascendental, como corresponde, del pasado significante, es decir, de las imágenes de archivo y las fotos: En la historia principal se intercalan grandes paréntesis retrospectivos que siempre se ilustran con imágenes televisivas, cinematográficas o fotos fijas cuidadosamente elegidas y muy animadas. Hay un primer paréntesis, muy justificado, en el cual se cuenta el origen del equipo Industriales, y cómo se renovó en los años sesenta el interés del público por el béisbol, con la consiguiente aparición de algunos veteranos ilustres. El segundo paréntesis retrospectivo se concentra en 1982, cuando hubo una acusación sobre algunos peloteros de vender los juegos, y el documental borda finísimo las declaraciones en torno al tema tabú, pero consigue salir airoso ante los retos que representan la verdad y la responsabilidad ética, dos de los elementos medulares de todo documental respetable. El tercer paréntesis nos lleva al año 1986, y al espectacular jonrón de Marquetti que ganó el campeonato cuando apenas quedaban esperanzas. Hay otras dos retrospectivas más breves: la de Germán Mesa (mientras discute una merienda que no llega en forma, se escucha su voz en off y vemos un sumario brillantemente editado de estelarísimas “cogidas” o “doble plays” de antología) y la de Vargas, a quien escuchamos pasar revista a su vida en Industriales (poco antes de retirarse del béisbol en su último juego) mientras se exhiben algunos momentos estelares pero con movimiento invertido, al revés, lo cual refuerza la momentánea pirueta al pasado que, una vez más, ejecutaron los hacedores del documental.
VI-Porque se tiene en cuenta todo el tiempo, y de modo consecuente y sabrosa, la dramaturgia aristotélica, con los indispensables conflictos, puntos de giro y final resolutorio: El carácter de héroe popular con que son vistos los peloteros favorece el hecho de que todos los conflictos y dificultades que atraviesan (la expectativa inflexible del público, el no siempre satisfactorio reconocimiento social e institucional, los problemas de salud, las incomprensiones familiares, etc) sean vistos de manera similar a las hazañas que debe acometer el héroe en su recorrido, dentro del relato clásico. Si bien la historia central no concluye con el triunfo indiscutible y arrasador de los héroes, todo el epílogo suministra textos con información que nos permite quedarnos con un buen sabor de boca, y nunca con la derrota y el fracaso como sentimientos dominantes. Fuera de liga está primorosamente contado, por el ritmo que sostiene el relato principal y las “subtramas” del pretérito, y más que todo por emplear a todo tren el sonido y la edición para presentarnos figuras narrativas (sumarios, elipsis, pausas, alargamientos) que aceleran la acción o la demoran, o nos permiten recrearnos en rostros, atmósferas, emociones, jugadas asombrosas, habilidades proverbiales.
VII-Porque representa el necesario y fascinante homenaje a grandes figuras de nuestra cultura: La cultura de un país, y su recreación audiovisual, no puede circunscribirse, de ningún modo, a las operaciones más o menos hagiográficas de escritores, pintores, cantantes y políticos. El imaginario colectivo de un país está conformado por decenas de figuras mitológicas y paradigmas. Lázaro Vargas, Rey Anglada, Agustín Marquetti, Javier Méndez, Germán Mesa y Orlando El Duque Hernández son colocados en un sitial de consideración muy alto (donde los acompañan, aunque no se diga en el documental, Kid Chocolate, Ramón Fonst, Raúl Capablanca, Teófilo Stevenson y Ana Fidelia Quirot). Cada uno de ellos representa un retoño diferente en el árbol de la nación, en el mapa de la identidad inquebrantable de los cubanos, que no se conforma solamente a fuerza de Lezama, Carpentier, Lam, Portocarrero, Titón, El Bola y Rita Montaner. No solo los paradigmas artístico-literarios alcanzan a nutrir el alma de una nación. Y conste que los peloteros nunca son vistos por el documental desde la distancia intelectual, que mitologiza lo que desconoce. Más bien la aproximación de Ian siguió el único cauce posible: el de la complicidad, la perspicacia y el afecto, junto con el reconocimiento de que somos testigo de acontecimientos excepcionales, protagonizados por personas que han adquirido dimensión de ídolos. .
VIII-Porque a pesar de ser un documental institucional (parte de la ponderación del equipo Industriales) no es triunfalista, esquemático ni aburridamente exegético: Cuando se intenta celebrar las virtudes de un equipo, y se asegura, con toda la razón del mundo, que igual decepciona a su público con catastróficas derrotas, que gana espectacularmente cuando todo parecía perdido, el espectador debe disponerse a presenciar un elogio matizado, la humana y balanceada descripción de personas que tienen, exactamente, los mismos problemas que el más común de los cubanos, aunque disfruten de la admiración, a veces fanática, de millones de aficionados. Se ven las máculas, afloran vanidades, estados de desesperación, impotencia, ira. Particularmente Lázaro Vargas es visto tanto en su espacio privado como en el público, y en ambos se comporta como alguien aplastado muchas veces por el peso de la mitología generada en torno a su figura. A pesar de que nuestros deportistas, en general, no suelen expresarse con demasiada fluidez, en este documental todos conversan hasta por los codos, orgánicamente, dicen malas palabras, discuten, razonan, bromean, dan opiniones sobre multitud de temas, y todo ello con total coherencia. ¿No será que los dejaron a su aire, en una atmósfera relajada y de confianza? ¿No será que el eficientísimo trabajo de cámara se las arregló para escrutar sus emociones y entrevistas sin molestarlos para nada ni forzarlos a posar de ninguna manera? ¿No será que los muchos momentos de cinema verité del documental fueron entendidos por los deportistas como la propuesta franca de un creador que rechazaba la repetición de lo consabido, y apostaba por la naturalidad y el relajamiento?
IX-Porque contribuye al diálogo, al entendimiento, a la comprensión desde todas las riberas de la cubanía: El documental de Ian Padron toca, sin timideces ni prudencias hipócritas, una cuerda sumamente sensible de nuestra contemporaneidad. Los que se fueron y quienes nos quedamos, la tensión entre cubanos de adentro de la Isla y los radicados en el exterior, las lealtades y nostalgias de quienes partieron, las dificultades materiales de los que permanecieron… todo ello se expone con total franqueza en Fuera de liga, que se coloca, junto con Nada y Viva Cuba, Miel para Oshún y Barrio Cuba, Video de familia y Habana Blues, al centro de candentes polémicas concernientes a los cubanos todos, los de adentro y los de afuera, los nacidos y los que están por nacer. Si el tema del regreso, o la distancia, de la cubanía escindida o monolítica nos acompaña como nación desde los tiempos de Varela, Martí y Heredia, no hay ninguna razón para creer que en el siglo XXI dejará de ser un asunto pertinente. Fuera de liga lo trata con honradez y sin temor a comprometerse con un punto de vista.
X-Porque complace y estimula ver una película cubana radiantemente comunicativa sin dejar de ser verista y penetrante; espectacular sin renuncias populistas al rigor; conmovedora, estimulante y capaz de llevarte de la euforia a la tristeza, pero con el pulso atento a la autenticidad, la honestidad intelectual y la responsabilidad ciudadana: Y esta décima razón no requiere otras elucidaciones. Quiso ser tan diáfana y concluyente como la propia película.