Un año más, con la llegada de la primavera en la Costa del Sol, comienza el Festival de Cine Español de Málaga y su sección oficial a concurso, con el esperado preestreno de No llores, vuela de la directora peruana Claudia Llosa.
No llores, vuela, tiene el complicado papel de romper el hielo, y nunca mejor dicho, de un Festival de cine español de Málaga que se encamina hacia su madurez y mayoría de edad. El problema de abrir con una película con tanta enjundia, es que corres el riesgo de prometer un nivel de calidad irreal -falso reflejo de lo que se nos viene encima-, o de que el personal asistente a la primera película del maratón cinematográfico que se les presenta durante estos días de marzo, acabe helado y distante a lo contado en la pantalla -y muy probablemente, con la escopeta cargada para futuras sesiones-.
El filme de Claudia Llosa, vaya por delante, no es en absoluto malo. Es hasta notable. De hecho, No llores, vuela es una película con pasado -se presentó en Berlín, también en la sección oficial a concurso- y futuro -sobre todo ahora que, en palabras de su propio productor, Sony la adquirido para llevarla a un estreno internacional-, destinada a despuntar en algún que otro festival como principal atractivo. Pero no todo es blanco o negro, y de matices, externos e internos, está lleno su dilatado -y a veces anodino- metraje.
No llores, vuela cuenta la historia de una atormentada madre -Jennifer Connelly- y sus dos hijos, uno de ellos con un tumor en estado muy avanzado. Desesperada, y ante la negativa de médicos y cirujanos a operar -por lo poco beneficioso de un tratamiento terminal-, como madre comenzará a buscar alternativas, que la llevarán a una espiral interior que la hará plantearse sus propias creencias, así como su papel en la vida. Pero hay más. No llores, vuela no es un simple film sobre la conexión con la tierra -el panteísmo más telúrico sobrevuela la cinta varias veces-, también narra el particular y traumático sendero que recorre el personaje de Cillian Murphy, uno de esos dos tiernos infantes, que ya en su madurez, recordará los hechos de un traumático suceso que marcó su vida. Dedicado a la cetrería -el único vínculo que mantiene con su infancia-, intentará reunirse de nuevo con su madre, ayudado por la aparición de una periodista -la inigualable Mélanie Laurent-, se embarcarán ambos en un tortuoso viaje a través del hielo, el viento y la tundra, para poner fin y solución a un oscuro capítulo de sus vidas.
El problema de la cinta de Claudia Llosa -que por momentos se siente Terrence Malick-, es su falta de ritmo y cohesión en lo dramático narración, que aunque de inteligente planteamiento, acaba por desconectar al espectador por lo artificiosamente melodramático de su resultado. No llores, vuela toca temas delicados -¿hay algo más humano que la superación de la pérdida? ¿hay algo más terrible que la incertidumbre de la misma vida?-, y no lo hace mal del todo, pero no termina de culminar, permaneciendo en un plano demasiado distante. De todas formas, y siendo honestos, No llores, vuela atesora bellas metáforas modernas, buenas actuaciones y alguna que otra secuencia inspirada, capaz de brillar y otorgar calidez a un conjunto y un subterfugio cinematográfico bastante esperanzador.