Tras su notable debut con Rompecabezas, Natalia Smirnoff sigue interesada en retratar personajes con un rico universo propio, pero -al mismo tiempo- bastante disfuncionales y desconectados del mundo real.
En este caso, el protagonista es Sebastián (Esteban “el actor del momento” Lamothe), un muchacho de 33 años -y el cerrajero del título- que vive solo porque nunca ha querido (o podido) sostener una relación afectiva con sus múltiples conquistas amorosas.
Cuando Mónica (la siempre notable Erica Rivas), su última y más intensa pareja (llevan ¡cinco meses! de noviazgo), le informa que ha quedado embarazada (con la presunción bastante firme de que el bebé podría ser suyo) y se cruza en su camino una misteriosa y algo excéntrica inmigrante peruana llamada Daisy (Yosiria Huaripata, toda una sorpresa), que oficiará de una suerte de asistente, su previsible existencia -la mayor obsesión de este hombre medio anarquista es la de conseguir, reparar y coleccionar cajas musicales- comienza a complejizarse. Más aún cuando empieza a tener revelaciones, visiones incontrolables sobre los distintos clientes a los que visita para cambiarles o arreglarles las cerraduras.
Si bien no siempre la mixtura entre tragicomedia romántica, elementos absurdos (¿sobrenaturales?) y paranoia urbana (potenciado por una extraña humareda que invadió Buenos Aires en 2008) funciona con la fluidez necesaria, se trata de una película entrañable, por momentos fascinante, con lúcidas observaciones sobre la crisis como motor de cambio y sostenida por dos talentosos intérpretes que son capaces de transmitir todas las contradicciones y matices (desde la contención hasta los quiebres emocionales) de sus atribuladas y queribles criaturas.