“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

CRITICA


  • Meñique, Pulgarcito a lo cubano
    Por Yeilén Delgado Calvo

    Con los productos audiovisuales cubanos he sufrido más de una decepción los últimos meses. Tal vez por ello no puedo evitar cierta suspicacia ante una nueva propuesta. Así, temerosa de haberme convertido en una “criticona” de las malas, me dispuse a ver Meñique.

    La primera película de animación cubana en 3D resultó ampliamente divulgada por los medios; no me atraen en demasía los dibujos animados, pero la emoción de mi esposo me llevó a plantarme ante el televisor para verla en una copia pirata de esas que circulan de memoria en memoria y con sonido un poco defectuoso: parlamentos muy bajos y música muy alta.

    No obstante, Meñique me sedujo desde el principio; tal vez fueron las canciones de Silvio Rodríguez, los colores tan llamativos o el orgullo de que se halla hecho algo así en el país.

    Sé que a la propuesta, escrita y dirigida por Ernesto Padrón y coproducida por los Estudios de Animación del Instituto Cubano de Radio y Televisión y la empresa gallega Ficción producciones, se le pueden achacar insuficiencias no solo en la parte técnica sino también algún que otro atropellamiento en el guion, sin embargo, no puede dejar de decirse que es un intento digno como los que urge presenciar en el panorama audiovisual cubano.

    El cuento Pulgarcito del francés Édouard de Laboulaye, es conocido y amado como Meñique por todos los niños que hayan crecido con La Edad de Oro y la hermosa versión de José Martí. En este filme se le vuelve a adaptar libremente con frescura, y lo que creo más significativo, con cubanía. Resulta un ejemplo de que se puede tomar lo bueno de productos extranjeros y hacer cosas propias, sin renunciar a la originalidad, la formación de valores o ceder ante la banalidad. Nuestros niños y creo que todos, aún los mayores, necesitamos productos así, que nos entretengan pero no nos idioticen, que eduquen sin caer en monsergas.

    Atemperarse a los nuevos tiempos consiste en tomar de lo universal cuanto nos pueda servir pero sin perder las raíces, recordando las enseñanzas martianas. ¿Quién pudo dejar de sonreír ante la estirpe guajira del hacha, la belleza nada convencional de la princesa o las frases populares en boca de los personajes?

    Sí, se pude criticar a Meñique, pero esta vez prefiero aplaudir y esperar que se hagan más cosas parecidas; que se tome el ejemplo también a la hora de concebir programas como SOS Academia o Revelación TV, para que buenas intenciones no devengan en malas copias. Meñique no tuvo que crecer para enamorar a la princesa, tan solo precisó demostrar su valía.


    (Fuente: Giron.co.cu)


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