Tras Un año sin amor, Encarnación y Por tu culpa, Anahí Berneri indaga en la creciente crisis de un matrimonio joven (Leonardo Sbaraglia y Celeste Cid) con un hijo de siete años en medio de mudanzas y reciclajes. La propuesta -que tiene varios puntos en común con El campo, película de Hernán Belón también protagonizada por Sbaraglia aunque con Dolores Fonzi- mantiene la inteligencia, la ductilidad, la capacidad de inquietar y provocar de la que siempre hizo gala la talentosa directora, aunque resulta un poco menos sólida y algo más convencional que su notable film previo.
Lucía y Manuel empiezan a sentir el desgaste del paso del tiempo: en la pareja, en la profesión (arquitectura) y en el cuerpo.Si bien recién rondan los 40, la presión laboral y económica, la falta de deseo, la rutina y el estrés de la ciudad van generando una acumulación de tensiones, insatisfacciones, tentaciones y reproches.
Ambos apuestan a que una mudanza desde Buenos Aires a una casa con pileta en Malvinas Argentinas (que deben reciclar casi en su totalidad) podría darle ese “aire libre” (o nuevo) a la familia, pero los sucesivos cambios de domicilio no hacen más que acrecentar las desilusiones, la ironía hiriente y hasta las súbitas irrupciones de violencia doméstica.
Manuel, asfixiado y decepcionado por los rechazos y reclamos de su pareja, se compra una moto, empieza a quedarse cada vez más seguido en lo de sus padres y se obsesiona con la familia de un obrero que ha sufrido un accidente de trabajo en una obra que él supervisa. Ella se instala en lo de su madre (¡Fabiana Cantilo haciendo de abuela!), pero sigue de cerca los múltiples requerimientos de la nueva casa y empieza a mirar con deseo a otros hombres.
Los protagonistas (con su hijo que va de un lado para otro) comienzan a recuperar ciertas sensaciones que tenían dormidas o reprimidas desde su adolescencia y primera juventud, y a funcionar como divorciados, pero sin que la separación se haga del todo evidente y explícita (hay comidas en familia o salidas en pareja que mantienen una rendija abierta).
Berneri es una notable directora de actores, una virtuosa narradora, una realizadora dueña de un ojo único y sutil para descubrir y transmitir esos pequeños detalles, esos momentos aparentemente banales o intrascendentes que luego tendrán múltiples e incalculables implicancias. Es, también, una artista lo suficientemente sobria y respetuosa como para hacer planteos cuestionadores, pero no dar todas las respuestas a la hora de abordar cuestiones como la fidelidad, el machismo, el deseo y la intimidad, la autoestima o el desarrollo individual en el contexto de una familia. Si bien hay pasajes en que la película no logra sostener la tensión e ingresa en ciertas zonas un poco obvias, Aire libre no deja nunca de interesar con su mirada visceral y por momentos desgarradora sobre la progresiva desintegración de una relación: donde alguna hubo amor y pasión, esta vez escombros quedan.