Documental sobre Severo Sarduy casi ya no es secreto
Por Yanetsy León González
Severo Sarduy (1937-1993) está a punto de asomar su rostro otra vez. Dos sensibles personas, que pudieron ser sus vecinos, se han vuelto peritos de las huellas de este creador del concepto del neobarroco.
A Oneyda González y Gustavo Pérez les ha unido la vida y la consagración a proyectos de humanidad. Por eso comparten el guion y la dirección de un documental acerca de la hondura y la jerarquía de un escritor lugareño poco conocido. En primicia ella nos cuenta de avatares y sorpresas del proceso de realización de Severo secreto, que ha roto ciertas lógicas de producción, y ha vencido barreras en lides internacionales, para vindicar a un camagüeyano universal.
“Hemos trabajado con Rita González, una productora independiente, que ha respaldado la obra de cineastas franceses, españoles y portugueses. Es una profesional exigente y apasionada, que ha encontrado los espacios y las oportunidades para el proyecto”.
¿Uno de esos espacios fue el premio CINERGIA 2012?
Sí, el premio CINERGIA para Proyectos Audiovisuales de Centroamérica y el Caribe, que me dio la oportunidad de participar en el Lab Bolivia, un laboratorio de creación cinematográfica de muy alto nivel. Los fondos del Premio son para desarrollar la investigación, y eso hicimos en París. Ya teníamos una visión de Cuba bastante amplia, y habíamos concertado algunas entrevistas. Pero fue una suerte que llegáramos en medio del coloquio por el aniversario 20 de la muerte de Severo. Allí encontramos voces que hoy son claves para la expresión de nuestro punto de vista. Desde el principio seguimos una idea suya: “La biografía de un hombre empieza antes de su nacimiento y va más allá de su muerte”. En aquellos días pudimos confirmarlo.
El documental es también el proceso. ¿Cómo valoras ese ejercicio de realización?
Cuando tienes ganas de saber y lo consigues, vives una emoción muy fuerte. Pero esta sorpresa puede abrir nuevas preguntas, y renovar el placer de la búsqueda. El que ha investigado lo sabe. Severo secreto ha sido un regalo en este sentido. El punto de vista no ha cambiado, pero se ha hecho cada vez más certero. He aprendido y he vivido la investigación a un mismo tiempo. A Gustavo le ha pasado también. Él se acerca al conocimiento desde la visualidad; pero entre los dos se ha producido un intercambio. Yo he aprendido con su modo de mirar, y él se ha acercado a un sentido de la pesquisa que le era desconocido.
La puerta más reciente fue la beca que otorgan los Amigos de la Biblioteca de la Universidad de Princeton. ¿Cuán lejos pudieron llegar?
Por su galerista, supimos que la pintura de Severo estaba en esta importante universidad de Estados Unidos. También nos dijo que era imposible desligar su pintura de su creación literaria. Pero ir allí era un sueño, como lo había sido el de ir a París. Conocimos de la beca a través de Rubén Gallo, quien trabaja en la Colección Latinoamericana de Princeton. Personalmente nos recomendó que este era el mejor modo de llegar, aunque no era fácil, porque es una beca muy competitiva: además de hacer la búsqueda on line, había que argumentar el uso que se le daría a la información y encontrar dos académicos de prestigio que avalaran el proyecto. Allí encontramos mucho más de lo que imaginamos y una nueva inspiración.
¿Qué los mueve todavía?
El documental tiene un tono reflexivo y muy buenos narradores. Ese trayecto se ha ido cumpliendo, y solo nos queda encargar la música que lo acompañe. Luego viene la posproducción de imagen y sonido, para consolidar las emociones y pulir las ideas. Se trata de acercar el alma de este hombre a los cubanos: que se conozca, y se haga más visible en nuestra época.
Severo te ha llevado a Estados Unidos, y a un mayor contacto con la diáspora. ¿Cómo lees hoy las dos orillas?
Por Severo fui a Guadalajara en 2012, esa preciosa ciudad que tiene un Festival de Cine, donde se hace el Talent Campus. Luego vino la experiencia de Francia y la de Gran Canaria. Más tarde me llevó a La Paz, donde conocí gente que echa adelante sus proyectos con más voluntad y talento, que con ingresos. Ese contacto ha sido lo mejor del viaje. Severo mismo fue un viajero, tenía sed de conocer a otros pueblos, a otras formas del ser. Era algo que lo emocionaba, y lo llevaba a hacer las maletas a cada rato. Pero creo que el viaje que nos ha permitido es mucho más que un viaje físico, es un viaje a lo más profundo de nosotros mismos, y a la gracia de su herencia.
(Fuente: www.pprincipe.cult.cu)