“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

CRITICA


  • El club, inquietante, perturbadora, desgarradora
    Por Marilyn Garbey

    Escribir sobre El club es tarea difícil porque implica el desgarramiento de rememorar las emociones vividas durante la proyección del filme. Se trata de un duro relato sobre el retiro de cuatro curas, cuyas existencias apacibles esconden grandes miserias humanas.

    Apartados de la Iglesia católica porque sobre ellos pesa la acusación de pedófilos, las ovejas negras fueron alejadas del rebaño para desviar la atención. Pero la verdad los perseguirá hasta el rincón más apartado de la geografía chilena, y una de las víctimas les apuntará con el dedo acusador, al tiempo que revelará el terrible daño que le causaron los abusos padecidos.

    Tras la calma del pueblo donde viven, tras el orden y la limpieza de la casa que habitan, cuidados y vigilados por una monja, vibran estos hombres que no asumen su culpa, prestos a delinquir otra vez. Por eso, cada vez que se abre la puerta y llega alguien del exterior se desatan las tensiones, porque saben  que se romperá el frágil equilibrio de sus vidas.

    Dolor, indignación, compasión. Son solo algunas de las emociones que sacuden al espectador. El director ha confesado que quería «levantar susceptibilidades» en su país natal, donde los implicados en procesos como este no reconocen los pecados ni, mucho menos, se someten a la justicia. Por eso, tras la proyección, se mezclan el aplauso al realizador –por su valentía al abordar tema tan doloroso y la excelencia artística alcanzada en el filme– con el estupor ante la narración.

    Guillermo Calderón, uno de los más relevantes dramaturgos chilenos de estos tiempos, colaboró en la escritura del guion de la película. Los espectadores vibraron cuando Teatro en el Blanco puso en Cuba su obra Neva, en la que un grupo de actores rusos de principios del siglo XX ensayan una obra de Antón Chéjov, mientras en la orilla del río Neva las tropas zaristas masacran a los obreros en huelga. En el pasado Festival de Teatro de La Habana Teatro Playa representó Villa, también de su autoría, en la que tres mujeres jóvenes discuten la construcción de un museo de la memoria en Villa Grimaldi, el mayor centro de torturas de la dictadura. Calderón y Larraín comparten inquietudes sobre el pasado y el presente de Chile, de ahí que converjan en una realización como El club.

    La culpa y el perdón son líneas que la película pone en el centro del debate, y lo hace con tanta veracidad que conmueve, y cuesta mantener la calma hasta al final del largometraje. Varias escenas lo testimonian, desde la inicial, en la que un cura entrena a un perro en un acto que se vuelve angustioso, porque al animal nunca le será permitido alcanzar la presa; pasando por aquella en que el cura se suicida frente a sus víctimas, hasta la que muestra cómo la monja decide obrar para defender su comunidad macabra.

    Hay aquí un actor que es habitual en los elencos de Larraín, me refiero a Alfredo Castro, alabado en Tony Manero y en Post morten. Camaleónico como es, encarna a uno de los curas, y lo hace con su maestría característica. Pero hay que subrayar todas las actuaciones. Antonia Zegers, Roberto Frías, Alejandro Goic y Marcelo Alonso fueron extraordinarios en sus desempeños, eficaces al exponer los conflictos de cada uno de los personajes. Ellos son responsables en buena parte de la sacudida que sufre el espectador.

    Inquietante, cruel, perturbadora, desgarradora y descarnada son algunos de los epítetos con los cuales podría calificar al filme de Larraín. La película se ha presentado en circuitos internacionales y ha sido reconocida con el Oso de Plata del Festival de Berlín. En San Sebastián se llevó las críticas más elogiosas y los aplausos del público. Ahora ha sido nominada como Mejor Película Extranjera en los Globos de Oro.

    Esta película coloca al espectador en la disyuntiva de cuestionar el horror que desfila ante sus ojos  y de juzgar su actitud ante los hechos. Hay mucha ironía en el recuento de los sucesos y cierto atisbo de humor negro en la actitud de la víctima, con la posibilidad de que estalle una carcajada ante la conducta de estas ovejas descarriadas.

    Una denuncia contundente es esta película, porque el equipo de realización ha pulsado con mano maestra las herramientas para hacer cine. Al abordar tan polémico tema para cuestionar la conducta ética de seres humanos que hicieron votos de amor al prójimo, apunta con su dardo al centro de la Iglesia Católica que encubrió los abusos.

    Pablo Larraín ha trazado una muy loable filmografía en la cual se incluyen títulos como Post mortem y No, con premios en numerosos festivales. Ahora anuncia que filma un pasaje de la vida del poeta Pablo Neruda, y que luego centrará su atención en la biografía de Jackie Kennedy después del atentado a JFK. Ojalá lleguen estos filmes a La Habana en próximos diciembres.


    (Fuente: Habanafilmfestival.com)


PELICULAS RELACIONADAS
El Club


BUSQUEDA DE TEXTOS









RECIBA NUESTRO BOLETIN

APOYO DE
COLABORACION
Copyright © 2024 Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano. Todos los derechos reservados.
©Bootstrap, Copyright 2013 Twitter, Inc under the Apache 2.0 license.