“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

ENTREVISTA
  • Ivette Ávila


    Coronas y cascabeles


    La madre
    Ivette Ávila: “Todo lo que existe se puede animar”
    Por Yaima Leyva Martínez

    Ivette Ávila, es una mujer inquieta, llena de ideas y con sueños por hacer realidad. Su destreza para las artes manuales la han convertido en una artesana del cine de animación. Incansable como las arañas, no para de trabajar en la realización de cortos animados, video clips, talleres para niños, y hasta organiza y dirige el Festival Infantil del Audiovisual “La Espiral". Sus obras son de un esmerado trabajo y detalle. Me consta que trata de sacar de cada pieza la mayor perfección posible. De sus manos han salido creaciones como: La última gota (2008), La costurera (2010), La madre (2012), Coronas y cascabeles (2013), entre otras. Con varias de ellas ha obtenido premios nacionales e internacionales.

    En esta entrevista conversamos sobre su trabajo durante estos años.
     
    ¿Cómo y cuándo decides comenzar a trabajar la animación?
    Soy bióloga de profesión, pero siempre me llamó la atención el arte, las manualidades, la artesanía, inventar cosas, transformar objetos. En el año 2000 trabajaba como profesora en la escuela Latinoamericana de Medicina; primero impartí Biología y luego Genética Médica. Recuerdo que en los eventos científicos adornaba mis ponencias y diapositivas con obras plásticas, con las pinturas de Klimt, por ejemplo. Recibía críticas, porque en varios capítulos del libro de Biología que me encargaron escribir hacía cuentos adornados sobre la historia de los descubrimientos en la Biología Celular, o utilizaba más metáforas que las comúnmente usadas para un libro de ciencias. Ya desde esa época enseñaba con dos amigos en talleres de creación plástica para niños en la Casa de la Obrapía, en la Habana Vieja.

    En el año 2002 aproximadamente comienzo a modelar en cera unos personajes peculiares, unos seres que parecían tener una historia. Muchos de los amigos que los veían decían que parecía que iban a despertar y a ponerse a hacer travesuras. En esa época estudiaba mi Maestría en Antropología.

    Por recomendación de una amiga, en el año 2006 me acerco a los Estudios de Animación del ICRT, al departamento de animación corpórea. Les muestro algunas esculturas de las que yo hacía en cera, y otros trabajos. Ese mismo día me voy con un encargo de construcción de atrezzos para mi casa. Existía la posibilidad de que abrieran un curso de animación stop motion, pero no se sabía aún a ciencia cierta la fecha.

    El curso de animación abrió culminando el año 2007, lo pasé, y ahí sí comenzó de verdad la pasión por la animación. Como resultado de ese taller realicé mi primer corto, con ayuda del resto de los talleristas, con un guion de mi autoría, y el diseño y construcción de los personajes a mi cargo. El trabajo resultante fue un spot de bien público de 90 segundos titulado La última gota.

    ¿Qué significó para tu desarrollo profesional como animadora el spot La última gota?
    Resulta que yo había salido embarazada y, al abrir el curso, mi bebé tenía pocos meses. Ir hasta el Vedado tres veces a la semana representó un gran sacrificio, aun daba de lactar y me costaba mucho dejar al niño con alguien. El taller tenía que valer la pena, para mí era más que importante. Al comienzo del taller la idea era que todos haríamos un pequeño corto, pero resultó que por cuestiones de funcionamiento de los Estudios de Animación ya no iba a ser así, y nos quedaríamos sin esa primera experiencia práctica. Esto era como regresar a casa con las manos vacías. Entonces alguien me envió una convocatoria de un festival en Canadá sobre el tema del “Agua”, con tentadores premios en metálico. Llevé la convocatoria al taller y todos nos motivamos mucho. También convencimos a la directiva de los Estudios para que nos dieran un espacio donde grabar con su equipamiento, luces, cámara, etc.

    El tema del agua no tenía nada que ver con los guiones que escribimos todos con la esperanza de hacer nuestra primera “obra de arte”, pero era sin dudas una posibilidad de probarnos en ese nuevo campo. Nos fuimos con la tarea de escribir un guion corto y traerlo para elegir como equipo cuál haríamos. Al otro día hicimos la votación; por fortuna fueron elegidos dos, entre esos el mío, y pusimos manos a la obra.

    Ya terminado el trabajo, sorteamos todas las dificultades para hacer un envío de un bulto postal desde Cuba. La última gota entró en concurso, quedó en la selección de los 15 finalistas y, para nuestra sorpresa, ganó ese evento y recibió seis premios más, dos de ellos internacionales. Fue en ese momento que decidí posponer mi doctorado en Antropología y dedicarme a la Animación.

    El amor por la artesanía y el trabajo muy cuidadoso con las piezas de animación que realizas es notable. ¿Cómo se alcanza el dominio necesario para convertir esa habilidad en una posibilidad potencial para animar?
    La práctica creo que es la clave. No basta con tener alguna habilidad manual o las buenas intenciones de lograr un acabado en atrezzos y personajes. Para animar hay que tener en cuenta qué prestaciones debe tener todo lo que se construye para la película. A veces, objetos que en la realidad no son articulados, deben serlo para la animación e incluso hay que falsear los materiales y sus texturas en función del peso que pueden soportar los personajes. Por ejemplo, quizás el personaje en cuestión debe cargar una olla de metal, pero si esta es realmente de metal y pesada, los brazos de nuestro pequeño personaje no la soportarían, y es ahí cuando hay que poner a funcionar la inventiva y construir una pequeña olla de otro material mucho más ligero y darle un acabado de metal, o madera, o roca. Es todo un reto y cada proyecto te enfrenta a nuevos problemas que solucionar.

    El stop motion es la técnica preferida por ti para realizar animación. ¿Por qué?
    Me fascina la posibilidad del stop motion como técnica de dar vida a materiales y objetos que no han sido creados para ese fin. El stop motion me permite hacer real esa frase que uso en los talleres de que “todo lo que existe se puede animar”. En el grupo de técnicas que se engloban bajo ese nombre incluyo la animación en arena, la pintura progresiva, la animación con materiales moldeables, las marionetas, etc. De todas ellas me gustan las texturas que se logran y esa ligera imperfección que queda en el acabado, en los movimientos. ¡Esas cualidades mantienen “lo animado” como algo tan real a pesar de su nuevo sino!

    ¿Qué dificultades presenta y qué posibilidades te brinda el stop motion que no tienen otras técnicas de animación? Digamos, en términos de producción.
    Toda técnica de animación tiene sus dificultades, ninguna es sencilla ni mejor que otra en cuanto a los posibles resultados. En el caso del grupo de técnicas del stop motion, se cree que hay que tener una paciencia mayor que para otras técnicas. Yo diría mejor que cada técnica requiere de un tipo de paciencia diferente, pues todas son trabajosas.

    Las dificultades son relativas también en función del equipamiento del cual se dispone, de cuán complicado es el plano que estás filmando; esos, entre otros muchos factores. Además, hay que tener en cuenta qué técnica y con qué material se trabaja, su fragilidad, o cualquier otra de sus cualidades físicas que pueda dificultar la animación. Por ejemplo, si trabajas con barro, se seca rápidamente, perdiendo su plasticidad, y la animación es lenta, hay que buscar una solución para esa dificultad, como lo sería que no se seque el óleo en la pintura progresiva, etc.

    ¡Posibilidades hay muchas! ¡Todas! Y aquí usaría entonces otra frase que repito en mis talleres: “la animación stop motion demuestra continuamente que la creación es infinita”.

    ¿Cómo concibes el guion a la hora de enfrentarte a la realización en tus cortos de animación? ¿Partes de un guion literario o de ideas e imágenes más generales?
    Realmente hemos tenido todo tipo de experiencias. Sobre todo en los primeros cortos, el guion era un mero pretexto, porque lo que queríamos era probar diferentes técnicas, enfrentarnos a ellas, experimentar visualidades. Hay obras como La madre que sí partieron de un guion inédito. Lo que menos nos ha pasado es partir de literatura o de guiones hechos por otros, como en el caso de Coronas y Cascabeles, basado en el cuento Loco, de Ivette Vian.

    Hablo en primera persona del plural porque somos un equipo: básicamente formado por Ramiro Zardoya (mi compañero de vida también), más un grupo pequeño de amigos y yo. Este equipo “enfrenta” los proyectos de Cucurucho Producciones, sello creativo que fundamos en 2011.

    ¿De qué forma realizas el trabajo sonoro en tus cortos de animación?
    De la forma tradicional, ¿sabes? En el proceso productivo se acaba la imagen, luego se musicaliza y se construye su banda sonora. Pocas veces nos hemos enfrentado a una música para ajustar o construir una imagen como complemento. Cuando hemos tenido que grabar voces, porque los personajes hablan, siempre se hace primero. Luego se mide y la animación de los personajes se hace en función de esta medición de voces o lipsync (sincronización del movimiento de los labios).

    Por desgracia, en nuestro trabajo independiente, casi nunca hemos podido encargar música original, por cuestiones de presupuesto, claro. He recibido la cesión de derechos para el uso de determinadas obras musicales y el apoyo de amigos para el diseño de las bandas sonoras. Sé que no ha sido lo ideal, no he quedado conforme muchas veces, pero no por eso nos hemos detenido. Ya vendrán otras obras y otros procesos productivos, pero no podemos parar de trabajar esperando las condiciones ideales.

    Ahora mismo, en muchas obras me he tenido que desempeñar yo también en esa especialidad. Ahí voy aprendiendo, descubriendo cada día cosas nuevas y reconozco que me atrae muchísimo también el mundo de los sonidos. Ya he realizado la banda sonora de los 24 capítulos de la serie Casita Bombón para Ecuador TV y para 20 capítulos de una serie, Historietas para convivir, dentro del programa Conviviendo, del canal Educativo 1.

    ¿Cuál ha sido tu experiencia en los cursos que has impartido para la realización de animación?
    Comencé a impartir cursos de animación en 2011 y en casi cinco años hemos realizado 30 talleres en diferentes ciudades (y hasta países), para personas de diferentes edades (desde escuelas primarias hasta universidades). Para mí es gratificante, me estimula y aprendo enseñando, pero lo más importante es que me divierto y siento que la creación adquiere otra cualidad, que la hace más social.

    Quizás porque vengo del camino de la ciencia no me puedo limitar a crear y a hacer obra de autor, lo cual disfruto muchísimo. Siento además la necesidad de utilizar tiempo, energía y hasta nuestros modestos recursos en transmitir experiencias, polemizar sobre la animación como medio expresivo más allá del encasillamiento en “género” o “producto audiovisual infantil”.

    Y en el caso de los talleres infantiles, veo la posibilidad real de oír qué quieren contar los niños y adolescentes, y eso me permite palpar la sociedad que vivimos, la que vendrá… ahí se me sale lo de antropóloga. Bueno, hablando en serio, darles la posibilidad de realizar es como otorgarles un don, se sienten muy felices. Creo que esas realizaciones debían ser más vistas…

    ¿Cómo llegas a Ecuador y cuál fue tu experiencia de trabajo allí?
    Llego a Ecuador TV en el año 2013, contratada por Petisa Producciones, con el objetivo de realizar productos infantiles para ese canal de televisión estatal.

    Escribí dos proyectos para la Franja Infantil Veo Veo, destinada a niños de cero a cuatro años. Estos proyectos ganaron la licitación para obtener el presupuesto y se realizaron durante ese año. Casita Bombón tenía un eje central realizado en stop motion y un pequeño corto animado de un minuto en 2D, realizado por Ramiro. Este proyecto fue un gran reto, pues tuve que escribir 20 guiones para una serie que en pantalla duraría cerca de seis minutos cada capítulo. Teniendo en cuenta que iba dirigido a un público de niños muy pequeñitos, y que además, no eran cubanos, debía cuidar los contenidos, el lenguaje, etc.

    Pero si el guion fue un reto, no sé qué palabra pudiera describir la realización. Me desempeñé como directora, diseñadora, atrezzista, animadora, editora, y además, tuve que ocuparme de la banda sonora. El ritmo productivo fue una locura, por premuras en los plazos de entrega, por desconocimientos en lo que respecta a este tipo de producciones y las fases que las hacen factibles y exitosas. Debíamos entregar un capítulo cada semana. El que conoce de animación sabe de qué hablo cuando digo que es casi imposible lograr trabajar así. Empezando porque no podía, no había tiempo real, ni de hacer story board, ni lipsync. Pero ahí está, se logró entregar el paquete, se ha televisado, a mi entender con miles de defectos, pero curiosamente ha gustado mucho. Y en lo que a nosotros respecta, fue una experiencia que nos aportó con creces.

    El otro proyecto, Caja Musical, aunque más sencillo por su duración (un minuto cada capítulo, 24 en total), corrió la misma suerte.
     
    Eres la creadora del Festival Infantil del Audiovisual “La Espiral". ¿Cómo se te ocurrió esta idea? ¿Cuál ha sido tu experiencia en el desarrollo del mismo, teniendo en cuenta que ya van por la tercera edición?
    Pues partiendo de esa misma idea que te comentaba de los talleres. Es necesario visibilizar lo que los niños hacen, pero ¿dónde? ¿No existe el lugar?; pues yo lo invento.

    Y no es que fue fácil, y aún, después de tres ediciones, tampoco lo es. Máxime teniendo en cuenta que es un festival “independiente”, o sea, no está adosado a ninguna institución, no forma parte del programa de trabajo de nadie.

    Sí he logrado sensibilizar a instituciones que me han brindado su apoyo, como el Centro Hispanoamericano de Cultura, la Oficina del Historiador de la Ciudad, los Estudios de Animación del ICAIC, los Estudios de Animación del ICRT, la UNICEF, Ciego Montero, la Editorial Abril, la Asociación Hermanos Saiz, la Editorial Gente Nueva, la Sociedad Cultural José Martí. Son modestos los aportes, pero con esos poquitos se hacen maravillas.

    Cada vez crecemos más (han participado ya obras de más de 20 países), organizamos múltiples actividades colaterales e interactivas. En esta última edición logramos hasta una pantalla gigante en la Plaza Vieja, y pusimos las obras premiadas, premiadas además por jurados infantiles. Aunque son días locos, que me dejan extenuada, creo que vamos bien y que se han logrado nuestros objetivos.

    ¿Cuánto ha ayudado y motivado este festival a los niños de nuestro país?
    Eso no lo sé, no tengo forma de medirlo y el alcance nacional es aún una quimera para nosotros. Solo sé de forma objetiva que nos han acompañado cerca de diez mil niños y adolescentes en estas tres ediciones.

    ¿Crees que sea factible producir animación artesanal en Cuba de la manera en que lo has hecho hasta ahora? ¿Hay algún interés institucional o privado en apoyar esta clase de trabajo?
    La verdad, dura y pragmática: no creo que sea factible. Debemos sobrevivir y sacar adelante los proyectos haciendo miles de malabares. Pero también puedo afirmar que dudo mucho de que el placer que da hacer tu obra, nuestra obra, libre de censuradores de contenido, de forma, quedará anulado bajo el ala de una institución, al menos en las condiciones actuales. Y no aquí, es algo que pasa en el mundo entero. He hablado con creadores audiovisuales de muchos países, con artistas que enseñan animación a niños, con organizadores de festivales parecidos a la Espiral; sus problemas no son diferentes a los míos, por increíble que parezca.

    Este último año hemos trabajado para el Canal Educativo 1 de forma sostenida, por contrata, entregando productos acabados, y ha funcionado muy bien. Nos hemos encontrado con directores que han confiado, que creen en nosotros, respetan nuestra visualidad y forma de decir, que a veces no es la más usual. Es un trabajo por encargo, sí, pero hemos podido crear libremente, lo cual nos satisface mucho.

    En cuanto el apoyo privado o institucional a nuestros proyectos, ya sea la realización o el festival, existen algunos mecanismos, pero son tan engorrosos o tan desgastantes que desalientan mucho, a pesar de la necesidad real de recurrir a ellos. Aún nos queda mucho por avanzar y ojalá y esa Ley de Cine (tan mencionada y polemizada) se materialice y facilite el trabajo de la creación y la libertad de acción y expresión.


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Ivette Ávila


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