Los Andes no creen en Dios, película de Antonio Eguino, tiene como su principal baza una excelente reconstrucción y ambientación históricas. El filme transcurre en Potosí durante los años veinte del siglo pasado, y la escenografía y vestuario representan fielmente esa época. Todos los ambientes interiores han sido primorosamente construidos, así como se ha hecho un uso eficaz de los exteriores y en particular del paisaje. No es una reconstrucción “preciosista” ni esteticista, sino más bien realista y bajo el filtro de una fotografía e iluminación muy bien trabajadas. Todo ello soporta la presentación de personajes diversos e inesperados en ese contexto (que anticipa la actual globalización).
Así, encontramos prostitutas chilenas y bolivianas, una madame decadente y la otra, una espectacular hetaira andina. Junto a ellas algunos gringos más bien decadentes, mezclados con una cucufatería boliviana muy creíble y, en medio de todos, a Diego Bertie como el literato aficionado metido en aventuras mineras de la época. Todos estos personajes están muy bien construidos y los diálogos informan (quizás un poquito en exceso) de los temas económicos y políticos de la época. La música también resulta muy apropiada, tanto en la música de fuente visible (tangos muy bien cantados y bailados en el prostibulo “pituco”, música popular en el bulín popular) como la música de fuente no visible.
Todos estos elementos contribuyen a que la película sea disfrutable, pero, al mismo tiempo representan también una debilidad del guión, ya que no están articulados en torno a un conflicto dramático central, sino que ilustran una idea ominosa: la maldición de la minería. Lo que da sentido a las aventuras y circunstancias que se relatan en el filme es esta idea de que todo lo relacionado con la explotación minera trae resultados sino trágicos al menos frustrantes; de tal forma que sólo quienes escapan a la atracción de los traicioneros socavones logran salvarse o sobrevivir. Los demás tienden a caer en la depresión, el alcohol, el fracaso o la muerte.
Pese a ello, la película no alcanza el tono épico que algunas de sus bien logradas secuencias pudieron alcanzar, de haber sido mejor explotadas. La secuencia en el socavón, por ejemplo, así como la lucha del personaje interpretado por Bertie por llegar a nuevas vetas hacia el final del filme, resultan teniendo el mismo peso que el resto de situaciones y de elementos audiovisuales que se muestran en esta película de muy buen acabado técnico. Debido a ello es que el resultado artístico es el de una impecable película de época, pero también de tono menor.