“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

CRITICA


  • Regresados: amargo y corrosivo retrato de una generación
    Por Pablo O. Scholz

    No debe haber muchos directores de cine argentino que amalgamen tanta amargura, desesperanza y sarcasmo en sus películas como Bernard y Nardini. Si en su opera prima 76 89 03 el tándem seguía a tres amigos por esos años del título, Regresados es más coral, con más personajes peleándole el protagonismo al relato. Pero todos destilan más o menos lo mismo: dolor, añoranzas, perplejidad por lo que viven y lo que desearían vivir.

    Allí están Lito, que regresa de España: viene a despedazar una empresa en 2002, cuando los compañeros vuelven a reunirse al cumplir veinte años de su egreso. Alexis es un director de cine fracasado que fuma con boquilla y sueña más de lo que hace; Franco, sin trabajo y con hijos que alimentar; Guido, que ronda los cien kilos y ansía volver con su novia de la secundaria, Melina, a quien no ve desde hace años, reciente madre. "Seguro que a todos les va genial", dice con desagrado ella a su esposo antes de ir a la reunión. Y Lacrose, que acarrea un remordimiento por haber gastado y maltratado a Pequeño, un compañero del cole.

    Los directores enjuician a una generación a partir de ese reencuentro, para unos más incómodo que para otros. Abundan los momentos de humor, los recuerdos de marcas y jingles que a cualquiera que haya pasado su adolescencia cerca de los años '80 le despertará una sonrisa. Pero la mueca que deja en los rostros es más de preocupación que de risa.

    La película es tan despareja como corrosiva, y el cruce y/o salto de géneros (la reunión de Lacrose y Pequeño es de un patetismo exacerbado) no siempre consigue balancear los climas. Los directores sienten compasión, por lo general, con sus criaturas, aunque en pocos casos despiertan la simpatía del espectador.

    El nivel del elenco es bueno, con una marcación similar desde la dirección, con excepción al apuntado encuentro entre Lacrose y Pequeño, altisonante y fuera del registro del resto del relato. Diego Capusotto y Roberto Carnaghi tienen sendas apariciones breves pero contundentes.

    Los directores, como guionistas, han escrito ricos diálogos o monólogos sobre lo que es el amor, la verdadera amistad, el oportunismo, el exilio y, en una gran síntesis, lo que es vivir en Buenos Aires. Y eligieron sintetizarlo como esos ojos cerrados, que lloran al final. O los que, directamente, no se abren.-

     

     

     


    (Fuente: www.Clarin.com)


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