Bolivia ha vivido muchos cambios desde que su presidente, Evo Morales, asumiera su primer mandato en 2006. El cine de Juan Carlos Valdivia aportó dos de los pincelazos más interesantes sobre las transformaciones político-sociales en un período de importante relevancia para este país andino. Con su nueva obra, el también guionista boliviano se aleja de lo que venía haciendo y decide mirar a su nación desde el futuro, desde una “visión utópica” y cuestionante sobre lo qué representa el amor y las relaciones hoy en día. Así nace su más reciente filme, inspirado en la relación de más de 60 años de sus padres y Las obras del amor (Sígueme, 2007) del considerado padre del existencialismo, el danés Søren Kierkegaard, de quien se presta su nombre para titular a su quinto largometraje.
¿Qué es el amor?; ¿cuál es el rol del amor en una relación?; ¿cuánto tiene que ver el amor y el enamoramiento con una relación?; ¿qué hacemos cuando el desamor nos visita?; ¿qué es la libertad, la fidelidad?; ¿a quién debe ser uno fiel, a otra persona o a uno mismo? Son algunas de las preguntas que se hizo Valdivia cuando empezó a gestar Søren.
Si bien el filme no es la historia de sus padres, sí es el punto inicial del relato. Para el realizador, que inició su carrera en México, fue un ejercicio el traer a sus progenitores al presente, mostrarlos jóvenes frente a muchos dilemas a los que las parejas se enfrentan en un contexto actual. “Aunque no es la historia de ellos, me di cuenta que estamos en un momento en el que se están redefiniendo muchas cosas y que era un buen caldo de cultivo para una historia. Se trata de una persona madura hablando del amor cuando eres joven, no es lo mismo que si esta película la hiciera una persona de 25 años a que la haga yo. Creo que eso le da a la película una cierta cualidad”, explica Valdivia vía telefónica.
Desde agosto de 2017 hasta el pasado enero, Valdivia y la palindromista mexicana Merlina Acevedo, responsable de la fotografía fija del filme, fueron subiendo imágenes a sus cuentas de Instagram en los distintos escenarios donde se rodó la película. El director oriundo de La Paz, ganador de un Ariel a Mejor Guion adaptado por American Visa –protagonizada por Demián Bichir y Kate del Castillo–, llevó a su equipo por parajes muy distintos del país como el Salar de Uyuni, Cochabamba, Santa Cruz, entre otros. Sin embargo, no se trata de una road movie. “La transición es elíptica. Me interesa más el viaje de los sentimientos y de la búsqueda de los personajes. La poética de la película viene de adentro hacia fuera”, precisa el director.
Fascinación por las burbujas
La estructura elíptica es un recurso que ya se pudo ver en otras producciones de su filmografía. Esta también se repite en su último largometraje, junto a su fascinación por la fenomenología del espacio, acuñado como esferología por el filósofo alemán Peter Sloterdijk, a través del concepto de burbujas. “Siempre tuve esa fascinación de ver al individuo versus la burbuja. Yvy Maraey es un viaje atravesando un territorio y sus diferentes burbujas. En Zona sur eran varios personajes encerrados en una burbuja. Aquí [en Søren] son burbujas individuales, pero que de repente estas hacen una intersección con otra. Entonces qué pasa cuando entras en una relación, qué pasa con tu autenticidad. Eso es lo que estoy mirando”, afirma el realizador.
En sus dos últimos filmes, Valdivia se alejó del cine comercial y dio una mirada social a lo que acontecía en Bolivia. Tanto Zona sur (2009) e Yvy Maraey (2013), largometrajes que abordan las distintas transformaciones de este país a raíz de la llegada al poder de Morales –el ascenso de una nueva élite social y cómo las distintas identidades conviven y se relacionan, respectivamente–, fueron consideradas entre las 12 películas fundamentales de la nación andina en 2014. En Søren, el director muestra cuatro variaciones sobre las relaciones, pero también cuatro visiones de un país que se entretejen para mostrar un mosaico de la realidad actual. No se aleja completamente de la lectura que venía haciendo, más, al contrario, trata de poner una mirada en un futuro posible.
El director dice que trató de tener una lectura epidérmica de lo que ve y siente. Le gusta mucho la ironía, hablar del amor a través del odio o del desamor. Por eso también afirma que Søren es una película antiromántica. “Siento que quiero hablar de otra cosa, de mirar y reflexionar sobre lo que está pasando. Los bolivianos estamos agotados del proceso de cambio, que si hay cambios o no cambiamos. Los jóvenes se están liberando de un montón de trabas, mientras los políticos están en una discusión anacrónica. Creo que el asunto está desgastado. Entonces siento que estoy leyendo el país, es mi manera de hacerlo, tratar de reflejar lo que veo alrededor y contar lo que yo estoy viviendo”, explica Valdivia.
El filme se encuentra en postproducción y estará terminado dentro de dos meses, estima Valdivia. No le gusta tardarse demasiado en ese proceso, ya que cree que las películas se deben hacer en su tiempo y su momento. Posterior a eso, definirán cuál será la mejor estrategia para su estreno. Si el cuestionamiento existencialista del director sobre el amor busca primero su estreno afuera o dentro de las fronteras bolivianas.