“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

ENTREVISTA


  • Valor para seguir tocando

    La partitura de este documental nos canta las maravillosas melodías de un sueño que ha llegado a más de 10 mil niños chilenos a través de las 217 orquestas juveniles e infantiles, además de sincopar con acordes de la brutalidad de la dictadura que acabó con la vida del precursor de este sueño rescatado a principios de los 90 por entusiastas aprendices de Jorge Peña Hen. Conoce más antecedentes en esta entrevista con Ricardo Carrasco codirector de El valor para seguir tocando.

    El documental nace como un video institucional para la Fundación de Orquestas Juveniles e Infantiles pero, ¿Desde dónde surge tú necesidad y el desafío de plasmar una gran idea como la de las Orquestas Juveniles?

    El año 2005 la fundación nos convocó para realizar un documental del 6º encuentro de orquestas que se realizaría en Santiago. Venían de varias ciudades de Chile a tocar a la capital. Allí conocimos un poco de este maravilloso universo de niños músicos que se han formado al alero de la fundación y su quehacer, así nos dimos cuenta de como esta experiencia les ha cambiado la vida a ellos y a sus familias. Después de esa experiencia quedamos muy motivados con el tema y queríamos profundizar lo que habíamos conocido en esa ocasión. Postulamos a un fondo concursable del CNCA y obtuvimos los recursos para rodar un largometraje documental, que nos permitió viajar por gran parte del territorio nacional y conocer in situ lo que ocurría con los niños y sus familias al tener contacto con este tipo de música. Teníamos la certeza de que los niños que habían sido tocados por la música clásica nunca volvían a ser los mismos y sus vidas cambiaban para siempre. Fue en ese contexto y en la investigación que realizamos que apareció también el nombre de Jorge Peña Hen el padre de esta iniciativa, que se atrevió a soñar por allá en la década de los sesenta que esto era posible. Enseñar a niños de escasos recursos el amor por la música y el arte.

    En alguna oportunidad realizaste una iniciativa de registrar bajo el formato Docuclip por ejemplo con los De Kiruza… ¿El valor para seguir tocando busca esa relación de los músicos con lo social? Esto claro, desde el sentido de los precursores de la idea más que desde los intérpretes…

    La película trata de mostrar, en un sentido muy profundo, cómo es posible de alguna manera cambiar un destino marcado por la cuna en la que se nació. La desigualdad se puede subvertir. El maestro Peña decía que el pretendía democratizar la belleza, ese concepto nos tocó profundamente. El no quería transformar a los niños en grandes músicos si no más bien en personas sensibles que gozaran con la belleza y niños felices y de alguna manera de mistificar el hecho de que a este tipo de música sólo se tiene exceso si se tiene dinero.

    Existen muchos talentos en nuestro país y se pierden porque no tienen la posibilidad de desarrollarse, el proyecto de Peña Hen y sus seguidores de hoy quieren revertir esto.

    Nosotros queríamos mostrar un proyecto maravilloso en donde niños que nunca han tenido acceso a los bienes culturales pueden desarrollarse y de mistificar la idea que para tocar música clásica solo hay que pasar por el conservatorio, que está diseñado para gente que tiene los medios. Además de denunciar que al ser maravilloso que inventó todo esto se le asesinó al inicio de la dictadura vinculándolo a un ingreso de armas luego de una gira a Cuba en enero del 73, ingreso que se habría efectuado en las maletas de los instrumentos. Argumento que solo ratifica la locura que afectó a Chile en esos años.

    Cuéntanos de la experiencia de rodar durante 6 meses, de seguir a estos músicos jóvenes con el legado y sueño de Jorge Peña, por diversos paisajes y culturas…

    Cada lugar que visitábamos nos sorprendía más y más, conocer niños que sin tener nunca una vinculación con este tipo de música les cambiaba la vida para siempre, y no sólo a ellos sino a su familia y su entorno más próximo, era algo conmovedor. Y también hay que reconocerlo, conocer a los profesores unos verdaderos quijotes, en algunos casos viajando kilómetros para llegar a enseñar, es algo que en estos días que corren no se entiende, gente movida por un sueño.

    Trabajaste en programas como Al Sur del Mundo y Patiperros, ¿Cuánta de esa experiencia documentalista está volcada en El valor para seguir tocando”?

    El documental es uno solo y la mirada documental se va forjando con cada trabajo que se realiza, el trabajo documental que se realiza para la TV crea una suerte de formato que a mí me gusta llamar documentaje ya que es una mezcla entre el reportaje y el documental, ya que los ejecutivos de la televisión creen que el ritmo de los documentales aburren a la gente, entonces hay que agilizarlos con textos en off y un montaje más rápido. Ahora bien Al Sur del Mundo, creo es el único programa que tenía más de documental que de reportaje y sin duda que me formó a mí y otros como realizadores de ese género. En los trabajos más personales como Valor uno desarrolla una beta más personal de realización.

    Vendiste los derechos de exhibición a TVN para el 2008. ¿Cuál es tu opinión respecto de la escasa difusión del documental en la pantalla chica chilena? Son pocos y a horarios siniestros… ¿Sientes que existe una deuda con la realización independiente?

    Sin duda que existe una deuda y basta con mirar como tratan al documental en Europa, tienen canales temáticos dedicados al documental, tienen público para el documental y salas de cine especializadas solo en documentales, y existen documentales que son capaces de llevar más de un millón de personas a las salas; como en el caso de Ser y tener de Nicolas Philibert, documental francés.

    Aquí en cambio te compran las películas como si te estuvieran haciendo un favor, de hecho el precio de los documentales son como el 5 % del precio en que compran la ficción, y esto pasa en todos los canales nacionales. Es un camino difícil de revertir, pero creo que en la mediad que uno ponga sus documentales en TV y en salas, que gracias a dios existe una El Cine Arte Alameda, se puede lograr algo.
    Tenemos que educar al público para que se acostumbren a ver documentales, ahora para ser justos en los canales de televisión algo se está haciendo, pero creo que tiene que ver más con una coyuntura- el bicentenario- que con otra cosa. Se están realizando documentales en todos los canales y este ha ido ganado espacio.

    ¿Los lugares donde filmaste son diametralmente opuestos a lo concebido como un lugar de música clásica, buscaste desmitificar de algún modo lo docto relacionado con la elite, para me imagino ser más gráfico en cuanto al éxito del proyecto de Peña?

    Buscamos lugares donde fuera más difícil relacionar la música clásica con el lugar y sin darnos cuenta también los lugares que elegimos eran en donde había presencia de minorías étnicas: Quellón y los Huilliches, Chiu-Chiu y los Atacameños y Aymarás, La Isla de Pascua y los Rapanui.

    ¿Qué equipos utilizaste en la producción y software para postproducir? ¿Quedaste contento con ellos?

    Trabajamos con una cámara Dvcam PD150 Sony y para editar un Final Cut. Muy versátil y amigable, sin duda, uno de los mejores software que han salido y que han promovido la democratización al momento de realizar una obra cinematográfica.

    ¿Cuán importante fue la incorporación de Carlos Cabezas como mezclador de sonido, tomando en cuenta el espíritu de la realización?

    A Carlos lo conozco desde hace muchos años y la primera vez que trabajamos junto fue en la banda sonora de Negocio Redondo, el hizo la música de la película. Cuando le presenté el proyecto de Valor para seguir tocando, él alucinó con la película, le gustó mucho y se tomó mucho tiempo para realizar la mezcla. De hecho la hizo dos veces para mejorar su trabajo y se involucró mucho en la película, siendo el también un músico nos ayudó mucho desde su trabajo específico para mejorar la entrega del documental.

    Tras tu experiencia con Negocio Redondo y su relativo éxito (en lo personal creo que es una gran película) ¿Está descartada la ficción como motor para desentrañar verdades humanas para el futuro?

    De ninguna manera, creo que el cine es uno solo y a veces uno puede encontrar que lo que se adecua para mostrar lo que tiene en la cabeza será un documental y en otras ocasiones será una ficción.

    ¿Cuáles son tus planes para filmar más adelante?

    Estoy en dos proyectos de ficción en paralelo; uno de mayor aliento ya que es una película relativamente cara sobre un pirata mapuche que me encontré grabando el programa numero 100 del Al Sur del Mundo en Chiloé y otro más pequeño que trata sobre una familia de clase media emergente y la deuda económica que tienen que contraer para poder existir en estos tiempos. Además estoy trabajando un proyecto documental sobre la cueca con Daniel Muñoz.

    Por último, ¿Qué sensación te deja el trabajo realizado en cuanto a los niños? ¿El hecho de vincularte en un proyecto que mejora sus vidas de forma notoria?

    Obviamente que trabajar en un proyecto que hace crecer a los niños y los vincula con el mundo también te hace crecer a ti como persona, creemos que uno está en esto por eso, porque te hace feliz ver cómo otras personas logran tener una existencia digna en la precariedad y logran salir adelante.


    (Fuente: REVISTA ONOFF www.onoff.cl.)


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