La concurrencia de dos géneros muy taquilleros: la consabida y siempre reciclada comedia de costumbres, y la ciencia ficción, absolutamente rara en nuestro medio cinematográfico, se combinan en el primer largometraje de Arturo Infante.
Hasta un concurso de fotografía y video ideó Producciones de la 5ta. Avenida para promocionar el estreno de la primera comedia cubana de ciencia ficción El viaje extraordinario de Celeste García, en la mayor parte de los principales cines habaneros. El concurso consiste en convocar a los espectadores que vean la película en el Yara o en el Chaplin a tomarse una foto, hacerse un video corto, un boomerang, o sencillamente un selfie junto al cartel de la película situado a la entrada de estos cines. Las fotos deben postearse en la página del filme (The Extraordinary Journey of Celeste García), y la mejor foto o video tendrá como premio una noche especial en el King Bar Restaurante, el sábado 22 de junio. Ingeniosa manera de promocionar el producto cultural que tal vez debiera convertirse en práctica, aunque se trate en este caso de un filme que «camina solo».
Entre los elementos que hacen posible el interés del público está la concurrencia de dos géneros muy taquilleros: la consabida y siempre reciclada comedia de costumbres, y la ciencia ficción, absolutamente rara en nuestro medio cinematográfico (hay que reconocer el verismo y la calidad de los efectos especiales). Además, se añade la presencia de la bien recordada María Isabel Díaz, quien regresa a nuestro cine luego de notables éxitos en la televisión, el teatro y el cine españoles. La protagonista de Una novia para David interpreta a Celeste con una delicadeza y un equilibrio encomiables, porque en general se aparta del registro humorístico, y medio absurdo, de la anécdota, para promover los resortes dramáticos más sensibles y conmovedores que la película también quiere estimular.
Los cinéfilos más informados también conocen, y seguramente les sirve de estímulo, el notable periplo festivalero, y las buenas críticas en publicaciones diversas, que el filme acumuló antes de llegar como estreno a las salas de la capital. Y los más conocedores aguardaban expectantes el debut en el largometraje de ficción del guionista y realizador Arturo Infante, desde el estreno de cáusticos cortometrajes en el corte demoledor de Utopía (2004), o de los más amables, pero también mordaces, Flash Forward (2006) y Gozar, comer y partir (2007), que se adelantaron en el tratamiento de algunos de los temas que reaparecen ahora en el largo, como la emigración, el exceso de egoísmo y rusticidad, o la inquietud por imaginar el futuro de la Isla. A diferencia de sus cortometrajes, Infante ha optado en su primer largometraje por una construcción de personajes y situaciones menos consagradas a la sátira y más dirigidas a la emotividad y la identificación del público.
El argumento se concentra en torno a Celeste García, una antigua profesora de Geografía, que trabaja en un planetario, mujer noble y generosa que vive una vida aburrida y sin sorpresas, con un hijo holgazán o jinetero (no sabemos a ciencia cierta) y una hermana emprendedora que quiere montar un restaurante privado. Un día le dejan un enigmático papel por debajo de la puerta, que resulta ser, según escucha en la televisión, una carta de invitación para viajar a un planeta distante y conocer una civilización alienígena, donde los pollos son grandes cual edificios de tres plantas. Y ahí comienzan realmente las peripecias de Celeste, en el albergue donde se concentran los cubanos decididos a viajar, a toda costa, al promisorio planeta.
La protagonista está secundada por un plantel de actores y actrices que manejaron con muchísimo donaire los recursos del humor y la caricatura: Omar Franco como el carnicero mulato enamorado de la profesora; Yerlín Pérez se encarga de bordar su personaje de mujer prosaica y sensual, presta a resolver sexualmente cualquier conflicto, y Néstor Jiménez sobresale en el papel de un gay veterano, cantante de tangos venido a menos. Además, está Verónica Díaz (esquemática y autoritaria directora del albergue adonde van a parar quienes poseen carta de invitación interestelar), Beatriz Viña como la hermana empresaria, desalmada y materialista, y Daisy Quintana, que asume una de las mejores caricaturas del filme: la funcionaria demagógica e irritada que tiene más de una cara cuando se trata de atender a los medios.
Mencionamos en la anterior relación solo a quienes interpretaron los personajes más graciosos, las mejores caricaturas, porque hay otros personajes e intervenciones menos felices, en tanto cumplen un papel meramente instrumental y se convierten en los malvados, sin demasiada gracia, de la trama, necesarios para subrayar las virtudes de Celeste, y que la trama se direccione hacia el elogio a la bondad, generosidad e ingenuidad, o capacidad de asombro de muchísimos cubanos (aunque debemos advertir que el personaje tampoco es tan excelso, y guarda un secretillo insospechado). Y como al fin y al cabo, se quería que el filme fuera también una oda a las segundas oportunidades entonces los antihéroes quedan oscurecidos y desdibujados en un argumento pensado para el lucimiento de Celeste y sus aliados.
En cuanto a otras interpretaciones posibles, varios críticos hemos coincidido en que el filme presenta una suerte de parábola sobre la irreprimible ansiedad por viajar que nos caracteriza en tanto criaturas nacidas en una isla, y rodeados por la circunstancia, maldita según el poeta, del agua por todas partes. Sin embargo, cuando se vuelve a ver, y se intenta descifrar el significado del final, me viene a la mente la fábula de El pájaro azul, de Maurice Maeterlinck (atención sobre los spoilers que contiene este párrafo) sobre dos niños pobres que buscan el ave celeste de la felicidad, guiados por La Luz, visitan el Palacio del Señor y la Señora Lujo, después llegan al campo de la Voluptuosidad y al reino del Futuro donde vive El Padre del Tiempo, y finalmente encuentran lo que estaban buscando justo en el lugar donde habían estado siempre, en su propia casa.
En cuanto a la elección de los códigos inherentes al cine fantástico o de ciencia ficción, aplicados a la expresa voluntad por reflejar el presente y pasado reciente de los cubanos, El viaje extraordinario… recuerda producciones recientes como Sergio y Serguei, y Juan de los Muertos, que consiguieron prolongada trascendencia internacional, probablemente a partir de que muchísimos espectadores, cubanos y extranjeros, opinan que nuestra cinematografía se refresca, vigoriza y alcanza mayor distribución internacional a golpe de contactos alienígenas, radioaficionados que salvan a un solitario cosmonauta, o la invasión pantagruélica de famélicos zombis. Y es cierto que a nivel iconográfico, formal, se introducen notables variaciones, aunque el contenido, el mensaje, siga siendo muy parecido a las producciones más realistas y autorales.
No quisiera terminar este artículo, con la manida frase de que El viaje extraordinario de Celeste García jamás va a formar parte de la historia del cine cubano ni de la lista de sus clásicos indiscutibles. No quisiera hacerlo por dos razones: soy incapaz de predecir el futuro, y si pudiera, seguramente nunca trabajaría como crítico de cine, y además el filme pudiera integrar el dorado catálogo en dependencia de quienes sean los que lo confeccionen. Si el público participa, a lo mejor hasta la eligen, porque estamos en presencia de una película entretenida, sorprendente, a ratos hasta sensible y simpática. ¿Qué más debemos pedirle?