“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

CRITICA


  • Una semana solos: juego en el mundo de los preadolescentes de clase alta
    Por Agustín Mango

    Una semana solos, de Celina Murga, se estrenó en la décima edición del  BAFICI. Después de la excelente Ana y los otros, Celina Murga presenta su nueva película, una de las tres ganadoras del Fondo Metropolitano para las Artes. Íntegramente filmada dentro de un country de alto poder adquisitivo, la película cuenta unos días en la vida de un grupo de primos y hermanos sin el cuidado de sus padres. A ese ámbito, de por sí complejo puertas adentro, entra Juan, el hermano adolescente de la mucama, que llega de visita desde Entre Ríos.

    No hay muchos antecedentes en el cine nacional de una película protagonizada por chicos acerca de su propio mundo, algo que implica todo un desafío en términos de dirección de actores. Apenas se puede mencionar Está todo mal, de Salvador Roselli (una de las cuatro mini historias del filme colectivo Mala época) como un digno precursor en la mirada sobre las dinámicas y fuerzas en juego en el mundo de los preadolescentes de clase alta.

    Pero tanto en el corto de Roselli como ahora en el largometraje de Murga, el verosímil no sale indemne a la interpretación de los actores, como así tampoco el desarrollo de los personajes (salvo alguna excepción). Quizás por eso el guión es llevado al mínimo y la película se apoya firmemente en un seguimiento silencioso y naturalista del deambular de los chicos por el country, invadiendo casas vacías para matar el aburrimiento, jugando al Marco Polo, gastando los joysticks de la Play Station.

    Cuando aparecen, casi como escondiéndose, los diálogos suenan demasiado fuerte y aquella destreza en el manejo del naturalismo que Murga había demostrado en su largometraje anterior, de una vitalidad única, sorprendentemente acá brilla por su ausencia (en especial si recordamos aquella gran escena en la calle entre el personaje de Camila Toker y un chico).

    La película pisa sobre terreno firme cuando se enfoca en lo individual, pero cae en la obviedad cuando ensaya una postura sociológica en base a la relación entre los chicos del country y Juan (planteado como un Otro desde el punto de vista socioeconómico), cuya presencia genera conflictos que son indicados con un trazo demasiado grueso y chocan con la sutil manera en que Murga sí desarrolla los aspectos emocionales internos de sus personajes, como el caso de Sofi, la más chica. De una tristeza bellísima y muy bien delineada, esa pequeña porción de la historia, sin embargo, no alcanza para mantener vivo un relato empantanado, que parece demasiado concentrado en el fresco social y generacional que quiere pintar, pero no lo suficiente en los instrumentos para hacerlo.


    (Fuente: www.otroscine.com)


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