Esto no es Berlín está inspirada en la vida del director y guionista Hari Sama, pero no por esto se convierte en un relato auto-indulgente; no se escapa de la realidad que vivía México en los años 80s, como el abuso de drogas, el SIDA y el hartazgo propio de la adolescencia que quería pensar diferente y que estaba en contra del sistema vigente.

En un México de 1985 post-terremoto, ansioso de llegar a los cuartos de final en el Mundial de Fútbol 86, nos encontramos a la comunidad de artistas de una movida contra-cultural underground, que, como muchos otros que también buscan una forma de expresión, mientras más confrontativa sea, mejor.

Hari Sama toma fragmentos de su adolescencia y los convierte en Esto no es Berlín, una película donde nos encontramos a Carlos (Xabiani Ponce de León), adolescente con talento especial para la ingeniería electrónica y que participa con sus compañeros en actividades extra-escolares que incluyen golpizas contra escuelas rivales. Él y su mejor amigo, Gera (José Antonio Toledano), buscan la forma de tener experiencias para gente mayor, consiguiendo que su hermana Rita (Ximena Romo) los lleve a un antro en el cual tocará su banda llamada Manifiesto Dadá.

En el bar conocen a Nico (Mauro Sánchez Navarro) un artista multi-disciplinario que buscar generar reacciones con sus performances y sus actividades diarias, generando curiosidad en Carlos; además, encuentra una atracción hacia Maud (Klaudia García), la musa de Nico, provocándole querer conocer lo que sucede tras las puertas del bar. Pasa de ir con sus amigos a jugar maquinitas a formar parte de las exposiciones del artista, que incluyen fotografías y performances al desnudo.

Esa dinámica de libertad, en todos los aspectos (sexual, de pensamiento, de acción), le provee de nuevas formas para expresarse, sin nunca perder su centro: su familia. Carlos continúa realizando labores domésticas; cuida de su hermano pequeño, toda vez que su madre Carolina (Marina de Tavira) se la pasa dormida, hundida en depresión. Su único refugio familiar lo encuentra con su tío Esteban (Hari Sama), quien comparte su talento por la ingeniería y le provee la figura paternal que carece.

Esto no es Berlín está inspirada en la vida del mismo director y guionista (con apoyo en el guión de Rodrigo Ordoñez y Max Zunino) pero no por esto se convierte en un relato auto-indulgente; no escapa de la realidad que vivía el país en los años 80s como el abuso de drogas, el SIDA y el hartazgo propio de la adolescencia que quería pensar diferente y que estaba en contra del sistema vigente.

Los actos de rebeldía se representan a través de rituales de diversa índole; vandalizando vehículos o en presentaciones musicales, tales como las de la banda Manifiesto Dadá, quienes en sus letras (compuestas e interpretadas por los actores que las representan) incluyen mensajes anti-sistema y poemas con leyendas como “no somos nuestros padres”, con una autenticidad palpable gracias a una gran actuación de Ximena Romo—quien nos recuerda un poco a Siouxsie Sioux de Siouxsie and The Banshees o a Karen O de los Yeah Yeah Yeahs. El resto del elenco también está muy bien, sobre todo los jóvenes, pero el que se roba todas sus escenas es el propio Sama, interpretando a un personaje entrañable, como el tío que todos queremos tener.

A ritmo de rock, post-punk y electrónica, lo más resonante de la película resulta que como sociedad no pareciera que hayamos avanzado mucho. El arte contemporáneo sigue siendo incomprendido, hay una infinidad de artistas plásticos sobrevalorados, el abuso de drogas y la homofobia continúan con fuerza, y México sigue siendo un país que le da más importancia al fútbol que a otras manifestaciones culturales o incluso preocuparse por la unión familiar.