“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

NOTICIA
  • La reconocida cineasta y documentalista colombiana Marta Rodríguez, quien ha usado el cine como expresión de las luchas populares y forma de denuncia social, posa para una fotografía, despues de una entrevista con la Agencia Anadolu en la sala de su casa,


    Documentalista colombiana explora la lucha del pueblo indígena nasa Nacional
    Por José Ricardo Báez González

    Marta Rodríguez, la más reconocida documentalista colombiana y una de las primeras personas en crear un lenguaje documental distintivo en el país como expresión de las luchas populares y forma de denuncia social, estrena un nuevo documental llamado La sinfónica de los Andes el jueves 20 de febrero en la Cinemateca Distrital y en algunas salas de cine de Bogotá, Barranquilla, Cali, Medellín, Popayán y Pasto.

    La Cinemateca también inaugurará la exposición "Marta Rodríguez: memorias de un pueblo", una serie de fotografías que refleja el trabajo de más de 50 años dedicados a la realización de 22 documentales que visibilizan innumerables problemáticas de los pueblos indígenas, los trabajadores, las comunidades afro y los campesinos del país.

    La Sinfónica de los Andes
    La historia de La sinfónica de los Andes narra un paralelo entre la vida y la muerte. Por un lado, cuenta las terribles y dolorosas muertes de Maryi Vanessa Coicue, Sebastian Ul e Ingrid Guejia, niños de la comunidad indígena nasa de los resguardos Toez y López del Cauca, que murieron por culpa del conflicto armado. Por otro, muestra el trabajo del profesor Richard Escobar con los niños de esta comunidad para crear una orquesta de música andina que rinde tributo a quienes han perdido la vida. “La música es vital para que esos chicos evadan ese ambiente tan difícil de nacer en una comunidad que lleva cuarenta años de conflicto”, señala Marta.

    Uno de los relatos más crudos es el de Miriam, una madre que recuerda con detalle el día en que cayó un explosivo sobre su casa y mató a su hija de 11 años. Marta asegura que es un trabajo etnográfico de años lograr tal grado de acercamiento, pues la comunidad la conoce desde los setenta cuando se creó el Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC). “Yo les he dejado una memoria que es de ellos, porque les doy copias de todos mis documentales. Cuando hablo con las víctimas no soy una extraña ni soy una periodista que viene a violar ese duelo, sino que soy una amiga de muchos años atrás”, asegura.

    Marta grabó este documental en el 2017 durante dos meses, con ayuda de su equipo de producción y el líder Harold Secué, quien los guió por el territorio. Recién se había firmado el Acuerdo de Paz con la guerrilla de las Farc: “Fue un momento muy bello porque había esperanza”, recuerda Marta. “Da dolor que a muchos guerrilleros que se reinsertaron de buena fe los están asesinando, como sucede con los líderes sociales y los miembros de la guardia indígena", añade.

    El amor eficaz
    Marta tiene 87 años y fue una de las primeras mujeres que logró obtener un título profesional en el país. Viajó a España con su familia en 1951 con la idea de estudiar sociología, pero desistió al darse cuenta que la enseñanza estaba controlada por la dictadura de Franco. Carlos Andrés Bedoya, una de las personas que ha trabajado con la documentalista, recuerda en un artículo titulado «Marta Rodríguez, memoria y resistencia» que ella decidió escaparse de su madre, viajar a Francia y refugiarse en un lugar de caridad donde daban comida a trabajadores españoles. Este fue su primer acercamiento a las organizaciones de políticas de izquierda y fue allí donde se enteró de la existencia un sacerdote colombiano llamado Camilo Torres Restrepo, estudiante de sociología en Lovaina, Bélgica.

    En 1958 volvió a Colombia, se graduó como socióloga y antropóloga de la Universidad Nacional y entabló amistad con el entonces cura Camilo Torres, fundador de la Facultad de Sociología y maestro de esta escuela. El sacerdote, que años más tarde sería parte de la guerrilla de ELN y moriría en combate, fundó el Movimiento Universitario de Promoción Comunal (Muniproc) del que hizo parte Marta como profesora. Allí conoció las terribles condiciones laborales de los chircales, los lugares donde se fabrican ladrillos artesanales. A sus clases llegaban niños golpeados y maltratados y se dio cuenta que ellos estaban siendo usados como mulas de carga.

    Marta estaba segura que alguien debía contar lo que sucedía y por eso decidió volver a Francia en 1961 a estudiar cine etnográfico con Jean Rouch, el afamado cineasta francés fundador del «cinéma vérité» (cine veraz, en francés) y quien creó un estilo de cine documental inspirado en el método de observación participante de Robert J. Flaherty y en la teoría de «la cámara ojo», de Dziga Vértov.

    Pero además de los teóricos europeos, para Marta, Camilo fue una gran influencia en su vida pues le enseñó un lema que sería la guía de su trabajo como documentalista: «el amor eficaz». “Camilo me explicó que el amor debe ser eficaz. Eso es lo que practico en mis documentales ayudando a las comunidades, denunciando la manera en que los explotan o cómo son violentados los niños”. En pocas palabras, quiere decir que hacer un documental es una medio para cambiar la realidad.

    Por ejemplo, Marta llevó a las mujeres que entrevistó para su documental «Amor, mujeres y flores», donde denunció las precarias condiciones laborales de la industria de las flores por el uso descuidado de pesticidas, a hacer unos talleres en Alemania para enseñarles la manera correcta de usar estos químicos y para que aprendieran a protegerse. Esto hizo que los empresarios empezaran a usar pesticidas menos dañinos, les dieran uniformes para protegerse y crearan hasta guarderías para que sus bebés estuvieran cerca durante la jornada laboral.

    Igual sucedió con el documental Chircales, considerado un clásico del cine colombiano y latinoamericano, que narra la vida de una familia de alfareros. El dinero obtenido por la proyección de la película sirvió para que la familia Castañeda, protagonistas de documental y a quienes Marta y su esposo, Jorge Silva, habían grabado por cinco años, fueran dueños de un terreno y de una vivienda con acceso a agua potable. Con el tiempo, dejaron de trabajar el barro y sus hijos tuvieron la oportunidad de ir a la escuela. "Que una película no sea para que yo me vuelva famosa, sino para que la familia que nos permitió hacerla tenga una vivienda humana, eso es el «amor eficaz»".

    Los aprendizajes
    Marta viaja mucho por Colombia haciendo talleres de documentales, y cuando lo hace queda muy fatigada. Por eso se pasa la mayor parte del tiempo en su apartamento lleno de recuerdos, cintas y afiches en el sector de Chapinero, en Bogotá. Este lugar es la sede de la Fundación Cine Documental/Investigación Social donde varios estudiantes y amigos le ayudan a digitalizar todo su material de grabaciones, el cual podría ser considerado una memoria fílmica invaluable de Colombia.

    Este mismo apartamento fue allanado por la Policía dos veces porque uno de los guerrilleros del M-19 que se robó las armas del Ejército del Cantón Norte, Carlos Duplat, tenía el número telefónico de Marta en una libreta. La policía revisó su casa y no encontraron nada, ya que ella sigue fielmente la enseñanza de la no violencia que le dejó Camilo Torres: "Cuando se fue a la guerrilla nos dolió mucho. Él era una persona que quería un país en paz y nunca nos dijo que la violencia era el camino". Precisamente, está preparando un documental sobre la vida del sacerdote que terminó en la guerrilla del ELN y asegura que lo tendrá listo en tres meses.

    Marta considera que cada uno de los documentales que ha hecho son aprendizajes. Por ejemplo, de los indígenas ha aprendido la importancia del territorio: “Hay un ritual ancestral que hace la comunidad indígena, cuando le quitan el ombligo a un niño al nacer y lo entierran en el fogón de la casa; eso quiere decir que él está amarrado a ese territorio. He aprendido cosas de los grupos afros, como las viudas que me enseñaron que a pesar de que la guerra arrase con todo, siguen luchando por el amor a los hijos, por el amor al territorio”, agrega.

    Por eso Marta continúa haciendo documentales, pese a haber sido amenazada por los grupos armados, como cuando fue expulsada por paramilitares del Urabá que no querían que se recogiera el testimonio de los desplazados por la Operación Génesis. Como maestra que siempre ha sido, Marta quiere pasar estas enseñanzas a todos los colombianos para que conozcan sobre la realidad del conflicto colombiano; esta vez con La Sinfónica de los Andes, un descarnado retrato de la trágica pero digna lucha del pueblo nasa en el Cauca.

    (Fuente: elespectador.com)


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