“Cuidando al Sol” es su ópera prima. La paceña, formada en Literatura y Dirección de Cine, es parte de una generación de jóvenes que demuestra que un cine de alta calidad en Bolivia sí es posible.
Como el amanecer en la Isla del Sol, que se impone en las primeras horas del día y enciende el lago Titicaca, el estreno en cines de la película “Cuidando al Sol” fue el rayo más luminoso de un largo trabajo de la directora Catalina Razzini, la paceña que consolida, junto a una generación de cineastas, el nuevo boom que vive —y celebra— el cine boliviano.
Razzini Zambrana (1984) se refiere a esta cinta como su primera “wawa”, pero, lejos de verla como la más difícil, considera que el primer paso ya está dado y que ahora las obras que siguen deben superar ciertos retos con la “experiencia” adquirida. Aunque, pese a esto, aclara que cada creación tiene un proceso especial, por lo tanto, único.
Con raíces italianas por parte de padre, Catalina nació y creció en La Paz. Su formación escolar fue casi en su totalidad en el colegio San Ignacio, con excepción de un año que estudió en Italia a través de un intercambio.
En aquella época surgió su primer acercamiento con el cine, pero a través del teatro y su gusto por el arte performativo.
Mientras se desenvolvía sobre las tablas, se abrió un taller de realización audiovisual del que fue parte y en el que aprendió sobre fotografía y cortometrajes. “Ahí inició las ganas de estudiar algo que tenga que ver con esto; sin embargo, cuando salí bachiller, no tenía las posibilidades de acceder a una formación más formal en cuanto a cinematografía y teatro”, cuenta Catalina.
La falta de posibilidad de estudiar, en primera instancia, lo que deseaba, la llevó a inclinarse por la carrera de Literatura, en la Universidad Mayor de San Andrés.
Lejos de ser una ‘segunda’ opción, fue su incursión al arte desde otra mirada. “Me enamoré de la literatura”, dice.
Y mientras se concretaba su amor por las letras, se abrió el programa de Dirección de Cine en la Universidad Católica Boliviana, de La Paz. Postuló, la aceptaron y desarrolló ambas carreras de manera paralela.
“Ha sido importante en cuanto a insertarnos dentro del mundo audiovisual y empezar a conocer a profesionales del área en nuestro país”, afirma Razzini sobre la carrera de Cine. Sin embargo, asegura que una gran parte del trabajo audiovisual se aprende en la práctica, haciendo y viviendo el cine.
EL SIGUIENTE PASO
Con una base más sólida sobre la producción audiovisual y una mente ansiosa de conocer más, hizo una maestría sobre guión y dirección en la Escuela de Artes y Espectáculos TAI, en España, en 2012.
“Fue una experiencia maravillosa, sobre todo por la calidad de los docentes con los que me he podido formar. El conocer distintas maneras de hacer cine, que no eran solo las que nosotros aprendimos, me ha hecho mucho bien, (y me ayudó) a tener un arsenal de herramientas mayor”, explica.
Al retornar a Bolivia empezó a trabajar en diferentes áreas de producción audiovisual, desde cortometrajes pasando por documentales y hasta publicidades para empresas. En su currículo tiene almacenado una serie de obras. Produjo los documentales “La bala no mata” y “Puerto escondido”, de Gabriela Paz; y participó en películas como “La tonada del viento”, de Yvette Paz Soldán; “Las malcogidas”, de Denisse Arancibia, y “Juana Azurdy”, de Jorge Sanjinés, entre otras.
Paralelamente, empezó a escribir lo que sería su ópera prima, “Cuidando al Sol”. “Hacía eso mientras trabajaba porque tenía muchas ganas de hacer mis propios proyectos”, recuerda.
El 2015 marcó el inicio del proyecto personal de Catalina con la escritura del guión. Y en 2017 inició la búsqueda de fondos para hacer realidad el sueño. Casi seis años después, en febrero de este 2022, la ansiada cinta “vio la luz” en los cines de todo el país y el proceso culminó.
“Es una emoción muy grande porque son muchos años trabajando en esto, mucho esfuerzo. Momentos de amor y desamor en la misma historia”, sostiene.
Quizá el encuentro de sentimientos de Catalina también parte del proceso de maduración y evolución que vivió a nivel personal paralelamente a la cinta. Como dice ella, era una persona cuando empezó el proyecto y otra cuando terminó. “Es la primera ‘wawa’, una sigue teniendo la idea de tenerla controlada, pero cuando sale a la luz, tiene que caminar sola. Hacer cine es complicado, tenemos muchas trabas. Por eso, estar donde estamos es una bocanada de aire, podemos respirar”.
En 1995, Bolivia vivió lo que se conoce como el Boom del 95, una época que estuvo marcada por el estreno de cinco películas —algo histórico en aquellos años—, la mayoría emblemáticas en la historia del cine nacional, como “Para recibir el canto de los pájaros”, de Jorge Sanjinés; “Jonás y la ballena rosada”, de Juan Carlos Valdivia, o “Cuestión de Fe”, de Marcos Loayza, entre otras.
Más de 20 años después el país vive un nuevo boom, un momento de fiesta cinematográfica que parece no terminar. Y Catalina es parte de eso, parte de una generación que reavivó la producción de cine y demostró que las obras de calidad son posibles.
“El boom cinematográfico que está habiendo es el claro resultado de un apoyo estatal, como ser el Programa de Intervenciones Urbanas (PIU), que ha hecho posible que estemos acá”, sostiene.
Según explica Razzini, gran parte de las cintas que se estrenaron estos últimos meses y las que aún faltan son fruto del programa que inició el Gobierno en 2019, muy similar al Fondo de Fomento Cinematográfico de 1995, que posibilitó el estallido artístico de ese año.
“Es una pena que en este momento ese fondo haya desaparecido. Hay un miedo enorme de que se haya intentado generar industria y se vea truncado”, refiere Razzini a la cancelación del PIU.
Además, insiste en que el apoyo del Estado es fundamental para que los artistas puedan mostrar su talento y crezca la producción nacional. “No hay un verdadero apoyo. Cada uno debe remar ocho veces más con el equipo que tiene para lograrlo, porque, al fin y al cabo, el cine es un trabajo en equipo”, reconoce.
Y, como es sabido, vivir exclusivamente del arte es una tarea casi imposible en Bolivia. Pero, Catalina encontró la manera de hacer lo que le gusta o, al menos, cosas muy relacionadas.
Durante su maestría realizó especializaciones que le permitieron hacer carrera audiovisual en Bolivia. Paralelamente, inició su labor como docente de Realización Audiovisual en la Escuela de Cine y Audiovisual y en la Fundación Grupo Ukamau. Además, se desempeña como editora escribiendo guiones para diferentes empresas e instituciones.
SUS DOS EQUIPOS
Razzini habla de dos equipos cuando se refiere a la creación de “Cuidando al Sol”. El primero es aquel audiovisual que la acompañó todos estos años y permitió hacer realidad la cinta. Y el segundo —igual en importancia— es su familia. “He tenido mucha suerte con toda mi familia. Se dieron cuenta que hacer cine es lo que me hace feliz, por lo que tengo pasión”.
Sus padres, Piero Razzini y Dajmila Zambrana, y su hermano Andrés son quienes la apoyan mientras está en los rodajes, en las convivencias con las comunidades, ellos le dan fuerza para seguir haciendo esto.
De hecho, su hermano fue quien se encargó de la música de su película. Asegura que juntaron sensibilidades y encaminaron el producto hacia lo que se buscaba obtener.