“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

CRITICA


  • La orilla que se abisma un lírico filme construido en base a la poesía
    Por Miguel Frías

    Como lo demostró en su extraordinaria El árbol, Gustavo Fontán es una suerte de realizador-orfebre que entrelaza, con extrema sensibilidad, elementos de la naturaleza humana para convertirlos en un cine que se experimenta de un modo físico, absolutamente sensorial, como la poesía y los sueños. Sus películas combinan un lirismo melancólico, dolorosamente bello, con indagaciones metafísicas logradas a través de imágenes y sonidos naturales, sin metáforas torpes ni empalagosas.

    En El árbol, que giraba en torno del inexplicable y devorador paso del tiempo, un personaje perdía sus anteojos y se probaba otros, antiguos: el mundo, fuera de foco, perdía sus contornos y se volvía de pronto extraño, acechante o no, ajeno pero cercano. En algún punto se podría decir que La orilla..., construida de un modo aun más radical, subjetivo, en base a la obra de Juan L. Ortiz, se centra en éso: en la transformación del universo a partir de la observación. El río de Heráclito: fluir, devenir, cambiar. La incesante modificación: de la naturaleza, del ser humano, de la mirada —sobre todo, acá, de la mirada— del ser humano.

    Fontán construyó un filme en el que las imágenes naturalistas —los paisajes entrerrianos que hipnotizaron a Ortiz— van transformándose —con los cambios de foco, de luz, de textura, de sonido— en algo distinto: por momentos, en imágenes que parecen remitir a pinturas impresionistas; por otros, en surrealistas; por otros, si se quiere, en fragmentos de sueños. Es casi imposible definir esta película. Hasta el concepto de "espectador" entra en crisis: quien se deje llevar por La orilla... se encontrará viajando por sus propias, involuntarias asociaciones y percepciones. No se limitará a "mirar" sino a "experimentar". De eso se trata la poesía, ¿no? O debería.

    "Me gustaría que se sintiera lo que se siente al mirar el mar o el fuego", dijo Fontán. Claro y simple: si algún despistado busca una narración convencional o incluso una narración saldrá defraudado. La orilla... propone poesía visual (definición pobre; la poesía abarca todos los sentidos) sin concesiones. No parece, como en otros casos, un capricho snob sino el trabajo de un autor que construye una obra coherente, a contracorriente, y que nos salva de la pobreza de lo real, de los contornos demasiado nítidos.


    (Fuente: Clarín)


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