Solo cuatro proyecciones ante público, en su mayoría, especializado, ha tenido la película "El mundo de Nelsito", del realizador cubano Fernando Pérez, la misma que ha llegado como exclusividad y de manera expedita a Ciego de Ávila, aun cuando su estreno oficial está previsto para el próximo verano. Con esta primicia pocas cosas podrían salir mal.
La cinta en pantalla grande ganó aplausos, provocó risas y en más de una escena estrujó el pecho, trazando una fina línea discursiva entre el humor negro y el melodrama. El argumento coloca en el rol protagónico a Nelsito, un muchacho con aparente autismo y discapacidad física, que escapa de su casa y sufre un accidente de tránsito.
La estancia en el hospital es el marco temporal usado por él para reinventar historias y la propia vida de sus vecinos, colocándolos en circunstancias extremas y mostrando a partir de aquí su propia oscuridad y sus perversidades. De este modo, las estructuras narrativas se yuxtaponen y contraponen mostrando una narración fragmentada, que rehúye de lo cronológico y lo lineal.
Se trata de historias tejidas desde la imaginación del personaje protagónico, las cuales muestran cierto halo oscuro y sacan lo peor de cada circunstancia, sin llegar a juzgar a ninguno de los involucrados.
En algún punto, los personajes se funden con la realidad; esta suerte de mundo onírico, subjetivo e introspectivo es otra de las marcas distintivas en la obra de Fernando Pérez. Por eso, se aprecia en la cinta mucho de lo que ya disfrutamos antes, sobre todo, en lo referido a temáticas, edición y montaje, en películas como "La pared de las palabras", "La vida es silbar" y "Madrigal", tan aplastantes como polisémicas.
En "El mundo de Nelsito" las bifurcaciones son tan profundas que Isabel Santos es, en la práctica, una artista frustrada con un hijo autista, y, desde los ojos del muchacho, se transforma en una mujer exitosa en el mundo del arte, empoderada y capaz de asesinar a su pareja. Al cierre de cada historia vuelve el monólogo interior a demostrarnos que estamos a merced de sus fabulaciones.
Si me preguntaran si hay humor, diría que sí, pero uno denso, punzante y negro, que por momentos raya el absurdo y no se desliga de la crítica social. Reímos cuando la madre anciana y con aparente demencia senil, interpretada magistralmente por Paula Alí, habla con los cuadros de sus hijos, pues aún espera al que lucha en Angola y añora al otro que está en la Florida.
Como telón de fondo de esta escena están el profundo drama humano y las heridas latentes que ambos temas generan en la familia cubana, así como la sobrecarga añadida a quienes asumen el rol de cuidadores. Está claro, entonces, que no hay un único tema ni una sola interpretación en esta suerte de obra coral y episódica. Entre el asesinato, la violencia, la orfandad y la prostitución se trazan líneas discontinuas.
Lo otro que no defrauda es el elenco integrado por artistas no solo insignes, sino ya imprescindibles en la filmografía del director, a los que se sumaron otros jóvenes en una combinación armoniosa y fresca. Hablamos, por ejemplo, de grandes como Isabel Santos, Laura de la Uz, Edith Massola y Jacqueline Arenal, quienes con sus actuaciones demuestran por qué han ganado su espacio en la historia del cine cubano contemporáneo.
En la nómina se incluyen, también, otras y otros “todoterrenos” como Paula Alí, Yerlín Pérez, Mario Guerra, Armando Miguel y el joven José Raúl Castro, en el rol protagónico.
La fotografía corrió a cargo de Raúl Prado y recreó disímiles locaciones de La Habana con el cuidado de quien dibuja un cuadro impresionista, lo cual, “aderezado” con el protagonismo dado al ruido ambiente como el lapicero deslizándose sobre la hoja en blanco o la sierra que corta la madera, lograron una atmósfera sensorial en la que el espectador ve y siente como Nelsito.
Al final de los 102 minutos de proyección descubrimos a los personajes en su versión “común y corriente”, afanados en su vida cotidiana y desprovistos de cualquier intención oscura. "El mundo de Nelsito" fue acaso un pasaje para imaginar otras vidas.