“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

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  • “El Jockey”, con los recursos más creativos y sorprendentes del cine
    Por Diego Batlle

    El director de "Caja negra" (2002), "Monobloc" (2005), "Los santos sucios" (2009), "Verano maldito" (2011), "Dromómanos" (2012) y "Lulu" (2014) vuelve a las fuentes con una película que combina la mirada más personal de sus primeros trabajos pero que mantiene los recursos y el despliegue de la exitosa "El Angel" (2018). El estreno en los cines de la Argentina se anuncia para el 26 de septiembre próximo y se exhibe también en los festivales de Toronto y San Sebastián.

    Hasta 2014, cuando estrenó "Lulu", también con Nahuel Pérez Biscayart como protagonista, Luis Ortega había desarrollado una filmografía con media docena de títulos modestos en recursos pero al mismo tiempo muy audaces y personales. Luego llegaron un puñado de episodios para la popular serie "El marginal" y, en 2018, "El Angel", que se convirtió en uno de los mayores éxitos de taquilla de la historia del cine argentino con 1.400.000 entradas vendidas. Seis años después, la incógnita pasaba por apreciar si "El Jockey" sería un regreso al cine de su primera etapa o una consolidación de la etapa más comercial iniciada con la biopic sobre el período juvenil del asesino serial Carlos Eduardo Robledo Puch.

    Y lo primero que puede decirse de "El Jockey" es que se trata de una película tan o más arriesgada, deforme y radical que sus primeros trabajos, pero al mismo tiempo con un despliegue en términos de presupuesto, locaciones y elenco pletórico de figuras más propio de la dimensión industrial de "El Angel". Sí, puede que en el armado de un reparto multinacional que incluye a una actriz española como Ursula Corberó y a un actor mexicano como Daniel Giménez Cacho hayan pesado las imposiciones propias de las coproducciones entre varios países; y que en ciertas zonas donde la película fluye menos y se siente un poco más tensionada entre lo que quiere y lo que puede ser hayan influido a la hora del corte final las opiniones de los más de 20 productores y productoras que se aglutinaron para este proyecto, pero en buena parte del metraje y en casi todas sus búsquedas y decisiones se aprecia en toda su dimensión la mirada sensible y a la vez desencantada del director de Verano maldito y Dromómanos respecto de las imposiciones de la sociedad capitalista que busca a toda costa la productividad y el suceso cuantificable. En cierto sentido, El Jockey es una épica con ínfulas pero al mismo tiempo desprovista de grandilocuencia sobre personajes otrora exitosos que se convierten en perdedores, seres que intentan romper con lo previsible y salen a la aventura de buscar una vida nueva.

    Remo Manfredini (Pérez Biscayart) es una auténtica leyenda del turf, pero su racha de triunfos se ha interrumpido de forma abrupta. El consumo excesivo y compulsivo de alcohol y otras sustancias (hasta la ketamina destinada a los caballos le sirve de sustituto) le provocan crecientes accidentes (lo vemos caerse en los partidores o no doblar a tiempo en una curva) que terminan en internaciones hospitalarias. La que sí empieza a ganar carreras es Abril (Corberó), jocketa y novia de Remo, que en su mejor momento deportivo queda embarazada y no sabe si continuar o no con la gestación.


    Ese es apenas el punto de partida de una película mutante e imprevisible, laberíntica y cambiante, en la que Remo se irá transformando en un alma en pena (“adicto a cosas terribles y dolorosas con desprecio por el éxito”, una sucesión de resacas y síndrome de abstinencia), un zombie, un hombre que ha perdido su don y se ha convertido en un ser autodestructivo y en una amenaza, una bomba de tiempo que el mafioso con aires de gurú new age Rubén Sirena (Giménez Cacho) y sus secuaces Fanego (Daniel Fanego), Oscar (Roberto Carnaghi) y Luis (Osmar Núñez), tres patéticos y queribles gangsters de poca monta con alma de filósofos de barrio, querrán desactivar antes de que sea demasiado tarde.

    Incursionando de a ratos en la tragicomedia, el drama rómantico, el thriller psicológico, la película de mafiosos, la dinámica carcelaria, el realismo social, el humor negro propulsado por enredos y la película deportiva (el universo del Hipódromo de Palermo), El Jockey bebe en su primera parte del Aki Kaurismäki de El hombre sin pasado (no por casualidad el director de fotografía es el también filnlandés Timo Salminen, habitual colaborador de Aki), pero luego también del melodrama “de bolero”, las familias que escapan de los modelos de tradicionales y la mirada sobre la identidad de género de un Pedro Almodóvar; cierto grotesco a-lo-Paolo Sorrentino (ahí están el director del penal que interpreta Roly Serrano y la mujer mística que encarna Adriana Aguirre); elementos fantásticos de fuerte carga simbólica que dialogan con el cine del mexicano Alejandro González Iñárritu y con un film reciente como Emilia Pérez, del francés Jacques Audiard. Ortega vuelve a citar a sus héroes (un caballo que traen de Japón se llama Mishima) y a sus propias películas (los homeless que vagan por la ciudad remiten a Caja negra o Lulú) en un auténtico rompecabezas y una acumulación de referencias cinéfilas, literarias y genéricas.

    Entre virtuosos travellings laterales y un eclecticismo que se percibe también en una selección musical que incluye Fumemos un cigarrillo, de Piero; Sin disfraz, de Virus (mientras suena hay una escena de baile entre Remo y Abril tan arbitraria como irresistible); Lo mismo que usted, de Palito Ortega (je); Trigal, de Sandro; Un beso y una flor, de Nino Bravo; y el cierre con Soy una fiera, tango turfístico que canta Carlos Gardel; El Jockey es una película que por momentos puede desconcertar o incluso abrumar (siempre tiene una vuelta de tuerca más para sumar), pero en muchos otros fascinar y seducir con los recursos más creativos y sorprendentes del cine. En medio de tanta película calculada y prolija, siempre es bueno celebrar a realizadores talentosos, desbordantes y hasta caprichosos como Luis Ortega.

    (Fuente: Otroscines.com)


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