“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

ENTREVISTA


  • La ciudad le pasará factura al cuerpo
    Por Cynthia García Calvo

    El debutante Gabriel Medina realiza un retrato generacional de los jóvenes argentinos en Los paranoicos. Como muchos directores, Medina elige para su debut una historia que le resulta cercana, que habla del desencanto de una generación sumida en una crisis existencial, y que busca su lugar dentro de un mundo que le fue impuesto.

    Los paranoicos cuenta la historia de Gauna —interpretado por un Daniel Hendler más histriónico que nunca—, un joven que escribe, pero que nunca tuvo el coraje de enseñar su obra. Un hombre que en la intimidad expone una personalidad que parece censurar en su escasa vida social. La aparición de un viejo amigo, Manuel, que llega desde España embriagado por el suceso de una serie televisiva, provoca el enfrentamiento de Gauna con aquello que desea y la reafirmación de sus principios.

    ¿La historia nace a partir del personaje central o la idea de retratar una generación?

    Gabriel Medina (director): Viene con la intención y necesidad de retratar un mundo. De pintar un fresco. De un mundo que yo veía y me interesaba, que tenía que ver con la gente como yo, de veintipico o treintaipico, que está en una especie de paréntesis, estancada en Buenos Aires, cuyos problemas no pasan estrictamente por lo económico, sino por lo vocacional; por conflictos existenciales. Por la definición en todos los aspectos. Creo que hay mucha gente indecisa, y hay una determinada edad en la que hay que elegir o jugarse por algo.

    Yo lo veo alrededor mío, y en mi propia experiencia también. Veo mucha gente en pausa. Y esos son los momentos en los que pensás y te jugás por algo o no. No todo el mundo tiene la posibilidad de pensar en ese momento de pausa, pero el mundo que yo quería retratar es ese: el de los jóvenes de clase media que están en Buenos Aires, que viven encerrados en su departamento, y viven disconformes con el mundo y la realidad que los oprime. Y creando cierto conflicto, donde se les presenta la incógnita de qué hacer con sus vidas. Ese conflicto está muy presente en mi generación".

    Es algo así como decía la canción del grupo Sumo: "No sé lo que quiero, pero lo quiero ya".

    Daniel Hendler (protagonista): “No sé lo que quiero, pero lo quiero ya” es totalmente cierto. Estoy de acuerdo. Somos los hijos de la generación del 70 que fue exterminada, y a los que no exterminaron les rebanaron el cerebro. Yo nací en el 75 y los de esa generación, por más afecto y contención que haya, estamos como desamparados, sin saber dónde ir, sin un ideal que perseguir, construir o defender. Lo único que se nos presenta es un sistema de vida que está relacionado con el consumo o lo material. Ni en la escuela hay un tipo de educación que te permita reflexionar sobre uno mismo o repensar ciertas palabras claves como la felicidad o el yo. Cumplen con el deber de educarte, mal, como algo que hay que hacer y te echan al mundo. Y quedas como en bolas. Pocos tienen la suerte de saber qué es lo que quieren y saber que es difícil conseguir lo que se quiere.

    Veo gente que estudia carreras para creer que hacen algo y no pensar, y terminan a los cuarenta preguntándose por qué carajo están haciendo eso, y sin saber qué otra cosa podrían haber hecho. Es un mundo salvaje, opresivo… una ciudad violenta. Traté de pintarlo en mi película, la forma en que la ciudad le pasa factura al cuerpo, cómo hay enfermedades que son propias de la ciudad, como la angustia, la paranoia, los ataques de pánico.

    Y ese punto lo reforzás con el personaje del amigo del protagonista que llega de España, que le fue bien y eso hace que se acreciente esa necesidad de que se debe ser exitoso…

    Sí, y ninguno de los dos creo que está feliz. Ojalá se entienda eso en la película. Yo no quise hacer un estereotipo del exitoso, sino quise hacer un tipo que también sufre un poco, y se da cuenta al final de la película. Manuel, el amigo del protagonista, es el tipo que no tuvo tiempo de sentarse a pensar, y se dejó llevar por su talento, su ingenio, y se dejó comer por el sistema sin darse cuenta que alrededor pasan cosas. En este caso está simbolizado en su novia. Los dos son víctimas de lo mismo.

    En esta película se muestra a un Daniel Hendler muy diferente de cierto lugar común en el que recayó como intérprete, ¿cómo trabajaste con él?

    Trabajamos mucho, muchísimo, la psicología del personaje; cómo el cuerpo hablaba. Por qué ese personaje que es un introvertido necesita estar encorvado, escondiendo cosas, que no mirara los ojos. Con Dani trabajamos en conjunto, quería que se destape físicamente, que caminara encorvado, que temblara…Siento que hay todo un trasfondo detrás que trabajamos mucho y que tenía que ver con una bipolaridad del personaje, un mundo dentro de su casa encerrado y un mundo para la mirada de los demás. Y Dani se comprometió y se entregó de una manera maravillosa.

    Antes decías que hay un momento en la vida en que hay que jugarse o no, ¿cuándo decidiste jugarte por esta película?


    Gabriel Medina: Siempre, desde niño, quise hacer películas. No recuerdo el momento en que decidí hacer esta película. Fue como un proceso, una metamorfosis. Fue como una pequeña bola de nieve que comenzó a crecer y se transformó en esto que es hoy. Sí recuerdo momentos en que tuve que optar por un camino o por otro.

    Recuerdo cuando renuncié a trabajar en televisión, un trabajo del que no reniego, pero a pesar de que eso me permitía sostenerme solo, estaba alejado del cine y de la gente que había sido compañera mía y que ya estaban haciendo su película. Entonces tuve que decidir. Tenía todo para armar una vida, pero dejé todo de lado para trabajar de meritorio en cine o de lo que sea. Y ahí empezó una nueva formación, ya que si bien había estudiado cine, empezó la formación en la calle, a foguearme y a curtirme con gente como (Pablo) Trapero, (Martín) Rejtman o (Damián) Szifrón. A partir de ahí siempre estuve tratando de escribir guiones y hacer películas.

    Tuve un momento en que tenía dinero ahorrado y dije: ahora me encierro a escribir y hago guiones. Me encontré con un amigo que se dedica al oficio del guión, que yo mucho no sabía, y juntos empezamos a armar algo para primero filmar en MiniDV, después empezó a crecer y se transformó en lo que es hoy. Pero no era que yo tenía la guita para filmar tal cosa. Eso es bueno que lo sepa la gente que quiere filmar, que lo que se produjo con esta película es el triunfo de la voluntad. La necesidad de filmar hizo que se hiciera. Creo que no hay que hacer una película por hacer, sino sentir la necesidad. Es un camino en el que nada es seguro, en el que estás muy solo, aunque mucha gente me ayudó. Es un proceso que empieza y termina de esta manera.

    La presentación de Los paranoicos es como decís un principio y un final, porque finalmente pudiste mostrar tu historia, pero a partir de aquí le sigue un camino largo y arduo que se refiere a darlo a conocer de forma más masiva, conseguir su estreno en salas…situaciones que se alejan de ese deseo primario de hacer una película ¿te ponés a pensar en el recorrido que le toca a partir de ahora?

    Te diría que no puedo pensar en el futuro. Todo lo que tiene que ver con la película es un presente continuo. Estoy viviendo un presente. Todo lo que imaginaba está pasando. Pero igual no me quiero creer nada con esta película, ojalá no cambie, no me corrompa. Lo más difícil es hacer una película sincera y honesta, para un artista es lo más difícil. Es difícil desprenderse de la mirada del otro y hacer valer tu propia mirada. Y en cine además de tu propia mirada estás manejando herramientas determinadas para la construcción de un universo para el espectador. No es como pintar un cuadro. El cine tiene mecanismos, es inevitable que pienses en el espectador.

    ¿Pensás que se menosprecia al espectador?


    Yo escucho mucho eso. Incluso en películas que pretenden ser “comerciales”, término que detesto porque va de la mano con el cine porque es una industria. Una película puede ser absolutamente extrema y vanguardista en su lenguaje, pero puede ser totalmente consciente el tipo que la está haciendo que es para venderla en los festivales y moverse en el circuito porque hoy en día se ha convertido en un circuito comercial. Los festivales se convirtieron en un circuito comercial y no me cabe la menor duda de que hay mucha gente que filma para festivales. Eso lo demuestra la cantidad de películas que se hacen que son terriblemente malas, de la misma manera que en el circuito mainstream las hay. Creo que es proporcional, hay muy buenas películas en festivales y buenas películas en el circuito mainstream.

    Lo que me decías con respecto al espectador me parece que tiene que ver con la sinceridad del artista y su obra. Creo que no hay que menospreciar las películas populares que pretenden contar una historia y ser un gran espectáculo, que tienen sinceridad, honestidad y emotividad, de la misma forma que hay otros artistas que experimentan con la forma y el lenguaje que te entregan joyas impresionantes. Igual creo que no es el cine el que está mal, es la sociedad. Creo que está corrompida por el dinero, por el valor del dinero. Igual tengo optimismo.

    (Fuente: cinestel.com)


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