“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

ENTREVISTA
  • Rigoberto López: el documental, el cine, la poesía y la diversidad
    Por Mario Casas Jr., María Laura Riba

    Rigoberto López hace más de treinta años que es director de cine, y su especialidad es el documental, aunque también es creador del largometraje “Roble de Olor”. López, en entrevista concedida a momarandu.com se refirió a los rasgos propios del cine cubano, destacó el valor de la “poesía” en él y la necesidad de “reivindicar” al documental.  

    Además, Rigoberto López preside el comité organizador de la Muestra Itinerante del Cine del Caribe que cuenta, entre otras organizaciones, con el apoyo y colaboración de la UNESCO. López recibió a momarandu.com en la sede del Instituto Cubano del Artes e Industrias Cinematográficas (ICAIC) para conversar sobre la “cubanía” del cine de la Isla , su primera película “Roble de Olor” y las nuevas tendencias en el documental, entre otros temas.

    ¿Qué diferencia al cine cubano del resto del cine latinoamericano?
    Es una pregunta curiosa que podría responderse, tal vez, diciendo que al cine cubano lo distingue del resto del cine de América Latina, lo cubano. Ahora, ¿qué implica lo cubano? Lo cubano implica que es una expresión del arte, de la espiritualidad, de la cultura cubana que, desde todo punto de vista, expresa elementos identitarios, definitorios del ser nacional. El “ser nacional” es un devenir histórico y un devenir contemporáneo con los elementos que componen esa espiritualidad, es decir, un modo de ser. La cultura no es sino eso: “Un modo de ser”, y por lo tanto estamos hablando de un cine que refleja un modo de ser, que es el modo de ser cubano, el cual se ha ido conformando en un largo proceso histórico - como todos conocemos -, donde han estado implicados, no sólo los avatares de etnias diversas, fundamentalmente los troncos hispano y africano, con aportaciones sucesivas de otras etnicidades como pueden haber sido las comunidades de China que vinieron a Cuba sustituyendo la mano de obra africana esclava, antes de mediados del siglo XIX, mil ochocientos cuarenta y tantos, como de otras aportaciones de inmigrantes procedentes de muy diversos lugares, y particularmente del propio Caribe.

    El expresar, desde esos componentes culturales, una historia propia, una realidad propia, que por lo tanto es distintiva de otras realidades de América Latina y de otros contextos culturales y de otros contextos históricos, hacen del cine cubano algo bien cubano.
    ¿Por ejemplo?

    Si usted ve desde el punto de vista visual, me refiero por ejemplo, a la iconografía del cine cubano, usted va a encontrar, de una u otra manera, reflejados estos elementos. Desde el punto de vista de como se habla, – aunque pareciera un eufemismo o tal vez un error que no me perdonarían los ilustres gramáticos españoles – se habla “en cubano”, se habla un español de Cuba, que difiere del español chileno, o del mexicano, etc. etc. Hay un sentido del humor, un sentido lúdico también de la vida que está reflejada en la pantalla, hay también una sensualidad, en fin, un modo de ser. He dicho hasta aquí para no llegar a los estereotipos más fáciles. Hubiera podido empezar diciendo - y ustedes lo hubieran entendido enseguida - que el cine cubano, con la música cubana, ya por sí mismo hubiese tenido un cuño de cubanía, lo cual, por supuesto, no se puede obviar, pero para este momento he querido apuntar a otros aspectos del tema.

    Entonces, ¿qué tipo de discurso se fue creando, a lo largo de los años, con estos rasgos distintivos?
    Todo eso fue conformando un discurso que ha tenido, a su vez, una diversidad dentro de su propia unidad como cine cubano, eso es lo que le ha dado riqueza, identidad, reconocimiento internacional y valores artísticos. Es decir, un cine que comienza con una gran eclosión social de la revolución cubana y su triunfo, y que ha venido acompañando los avatares de esa historia, como también, de alguna manera ha reflejado los avatares de la historia que nos antecede. Estamos contando historias cubanas; pero a su vez, cuando contamos historias de otras realidades, los realizadores cubanos llegamos comportando nuestro modo de ver que ha sido, para decirlo de alguna manera, cultivado, educado por los años vividos dentro de la Revolución cubana. Hay una perspectiva crítica de la realidad que nos la han dado estos años, una visión, si tú quieres, muchas veces, “hereje”, producciones corrosivas, críticas, contracorriente, lo que sea.

    Como director, ¿se siente contenido por el ICAIC?
    A mi modo de ver, yo soy un cineasta que lleva dedicado al cine cubano más de una treintena de años. Yo entré al ICAIC siendo un muchachito con pelo (y ríe; Rigoberto se toca la cabeza y ríe)… Si algo yo respiré y me hizo quedar apegado al ICAIC fue un principio que yo quisiera subrayar por el valor que tiene en términos del significado de “política cultural”, que ha sido el desarrollo del cine cubano, y también el cine cubano como parte esencial de vanguardia de la cultura cubana de los últimos 50 años. Y es el principio del “respeto a la diversidad estética”. Es decir, nosotros, felizmente, no fuimos víctima de estereotipos estalinistas. Las personas que dirigieron el cine cubano lo concibieron - y eso me parece absolutamente importante salvar para una revisión o visión histórica, o una visión crítica del cine cubano -, entendieron la constitución de esto, de esta estructura donde estamos ahora, más que como una institución burocrática - que también, de alguna manera, siendo estatal y administrativa, obviamente lo es - se entendió que era una institución que debía obedecer a las necesidades del alma, a los condicionamientos del arte que quiere decir las necesidades, los condicionamientos y el pensamiento de los artistas. Por lo tanto se fue conformando, no una entidad donde los cineastas éramos becarios oficiales, asalariados, simples empleados que teníamos que ser repetidores de órdenes oficiales, sino que se fue creando un clima sólo propio de un movimiento artístico que lo es porque es plural, de otro modo no fuera un “movimiento”. Ha sido diverso, usted puede encontrar películas donde predomina un aire operístico o desenfado en las grandes puestas en escena barrocas o se puede encontrar un cine más contenido, casi perfecto en su manera de construir que es el de Tomás Gutiérrez Galea. Dos polos, dos maneras distintas de hacer cine que es también dos maneras de ver la propia realidad cubana. Para nosotros, “forma” y “contenido” nunca han sido separables, porque no lo son.

    Esencialmente usted es un documentalista.
    Sí, sí. Hay discursos que se resuelven desde el documental de manera absolutamente más efectiva que si tú quieres hacer de ello una fabulación, una ficción, y viceversa. Yo siempre quise hacer ficción, no lo niego; pero yo venero el cine documental, el gran cine documental que incluso, a veces, creo que es mucho más difícil de lograr con él una granura documental que con una película de ficción. Considero que hay que reivindicar al documental.

    ¿Qué diferencias observa entre el documental cubano que se hacía antes con el que se hace ahora?
    Bueno, es reflejo de su momento, así como yo fui reflejo de los avatares de la Revolución cubana durante un determinado período. La gente que hace ahora documentales lo es de los nuevos avatares. Incluso trabajábamos con soportes técnicos diferentes, hay que pensar en las extraordinarias facilidades que “nos” brindan - pues yo no me encuentro para nada separado de ese otro documental - es decir, que “nos” brindan las nuevas tecnologías. Con una handcam se puede, ahora más que nunca, cumplir lo que Rocha me enseñó. Yo lo oí decir un día: “Una cámara en la mano y una idea en la cabeza”. Yo siempre he pensado que lo más importante es “la idea en la cabeza” porque se puede tener el mayor aparataje del mundo y bueno… ¿Cuántas películas dentro del cine no tienen un tremendo soporte de producción y no pasa nada?; sin embargo puede ser que uno de estos jóvenes con una cámara de video pueda lograr un documental con acercamiento profundo.

    ¿Cuáles son las temáticas de estos jóvenes?
    Son muy diversas. Para empezar creo y me parece muy bien que haya irreverencia, que haya una visión crítica de la realidad, que estén cuestionando muchas cosas, y yo aplaudo eso. Pienso que lo más importante es que, esa visión crítica que puedan tener los jóvenes, que hablan de su entorno, de la realidad que les toca vivir, tenga coherencia, profundidad en el pensamiento, densidad y calidad estética, calidad artística. Yo pienso que todo es posible de ser dicho, siempre y cuando esté validado por la calidad artística.

    A la hora del oficio, ¿usted prefiere trabajar de manera tradicional?
    No, no, no te podría decir así. Mira, yo acabo de terminar un documental a la manera en que lo han hecho los más jóvenes, con una cámara sólo de video… Lo hice en una casa, con un sólo personaje. El documental se llama “Figueroa” y es sobre un fotógrafo, ¿tú entiendes? Pero lo hice sin mayores pretensiones, honestamente, y bueno, salió bien.

    ¿Cuál considera usted que es la función del artista?
    Pienso que la función del artista es poner luz y belleza en el mundo, y a través de ellos descubrir verdades, discutir, poner sobre la mesa ideas. No me interesa hacer un cine que sólo sea bello, pienso que la imagen se tiene que corresponder con lo que se está diciendo, con lo que se quiere decir realmente. Shakespeare decía: “Lo feo es hermoso, lo hermoso es feo”. Yo trato de hacer un cine, por lo menos el de la ficción, que no esté ajeno a una cierta dosis de poesía.

    ¿Cómo ve al cine latinoamericano en general?
    Vivimos tiempos de transición. Pienso que los procesos culturales son como un péndulo, va y viene, y en algún momento se queda en la fija. Habría que recuperar el romanticismo del siglo XIX, pero no ese romanticismo de la Torre de Marfil ni de la tragedia suicida, sino el de llegar al amor a través de la poesía.

    ROBLE DE OLOR

    El cineasta argentino Fernando Birri – quien también es fundador del Nuevo Cine Latinoamericano y de la Nueva Escuela Internacional de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños – ha dicho de “Roble de Olor”: “Es la operación de rescate cultural – estético e histórico – más significativa y solitaria del cine cubano de estos últimos tiempos (…). Mientras miro el filme (..) escucho a don Fernando Ortiz, y más cercano a mi oreja todavía, al Carpentier de la negritud, veo a Domingo Ramos en el aura vegetal que fotografía deslumbrantemente Livio Delgado, escucho el son de Ignacio Piñeiro (…)
    “Roble de olor” es el primer largometraje de Rigoberto López, y su anuncio se hizo como una “metáfora de amor e intolerancia”.

    El título del filme tiene mucho de poesía…
    Mira, yo siempre he pensado que el artista es como un registro. Tú andas con tu poesía por ahí, en eso, si tú quieres, nos parecemos a los científicos: todo el mundo, alguna vez, vio caerse una manzana, a Newton le cayó y descubrió la ley de la Gravedad Universal porque, en el fondo, unos y otros lo único que hacemos es lo que Eliseo Diego también me enseñó alguna vez: “La poesía es el arte de atender, el oficio de atender”. Entonces eso hace que cuando tú atiendes a la realidad y andas con tus registros expresivos de tu formación, con el talento que te haya dado sensibilidad, vas a encontrar que hay temas que son temas documentales y hay temas que son temas para la fabulación o la ficción.

    ¿Escribe poesía?
    (Rigoberto se queda en silencio unos segundos, piensa)…Es que el cine me demanda todo. Si no hay poesía no hay arte. No puedo entender - al menos mi manera de ver -, no puedo entender la posibilidad de emocionar que no sea también a través de una cierta dosis de poesía, porque lo otro es manipulación de las emociones a través de esos resortes que uno, con un determinado oficio los conoce y se puede lograr a través del melodrama, a través de mil recursos para hacer llorar; pero yo prefiero la emoción a través de la poesía, yo creo que es muy necesaria la belleza.

    ¿La historia de amor e intolerancia entre una haitiana negra y un alemán blanco que viven en Cuba lo sedujo tanto como para hacer una película y no un documental?
    Resulta que necesité plantearme un discurso sobre la necesidad de respetar las diferencias, respetar al otro, un discurso respetando las ideas. Todos los días nos decimos las personas de pensamiento de vanguardia o de izquierda o como le queramos llamar hoy: “Un mundo mejor es posible”… Está bien, yo creo - todos creemos - apuesto a que un mundo mejor es posible y espero que mi obra sirva un poco para que así sea; pero siempre me digo: “¿Y cómo es posible que el mundo mejore?” Pienso que las personas deberían empezar por ser más tolerantes, más compasivos si tú quieres, a entenderse con respeto, a respetar, por lo tanto, las diferencias, y cada vez reducir más los márgenes de intolerancia en los que vive el mundo. Una de esas formas de intolerancia más terrible, aborrecible y odiable es el racismo, la discriminación racial, y yo no vivo en una burbuja, yo vivo en la Cuba que hace el cine cubano. Y yo creo que el cine cubano no podría vivir de espaldas a que en Cuba - hoy 2007 - hay manifestaciones que aún sobreviven, de prejuicios raciales, de un no entendimiento de quienes verdaderamente somos los cubanos. Por eso yo hice “Roble de olor”.
    “Roble de olor” es un discurso que no me lo permitía el cine documental, y luego porque descubrí la historia, la anécdota que tenía riqueza poética. Yo siempre me he sentido muy cerca de Alejo Carpentier, de eso que él llamó lo real maravilloso americano, me he sentido muy cerca de la cultura del Caribe - en tanto cubano me siento caribeño -, siempre he insistido con que, muchas veces, los cubanos hemos estado más mirando hacia el continente.

    ¿Cómo surgió la película?
    Yo leí un artículo periodístico de Leonardo Padura - Padura y yo trabajamos varios documentales juntos, como coguionistas nosotros – en Juventud Rebelde, un reportaje excelente que se llamaba “El romance de Angerona” donde se daba la información del romance de Úrsula Lambert, haitiana, y Cornelio Souchay, alemán, en la primera mitad del XIX cubano, a cincuenta y tantos kilómetros de La Habana. Pareja que fundó un cafetal llamado “Angerona”. Aquello fue una verdadera tentación, pues me pregunté qué hacía una mujer negra, haitiana y un alemán blanco, en Cuba. E hice la película sin caer en el folletín romántico. “Roble de olor” es un discurso de ideas, una apelación al respeto por las diferencias, es una alegoría.

    (Fuente: www.momarandu.com)


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