Andrés Waissbluth, luego de Los debutantes (2003) está a poco tiempo de mostrarnos su segundo largometraje. 199 Recetas para ser feliz, un proceso de filmación que comenzó en 2006 y que este 14 de agosto estará con 15 copias en las salas chilenas. La película se encuentra en la última etapa de postproducción en la Argentina.
En esta entrevista nos habla de la receta para ser feliz que sugiere el realizador a la industria audiovisual para no morir en el intento.
199 Recetas para ser feliz se trata de Tomás, -personaje encarnado por Pablo Macaya- un chileno que vive en Barcelona con su mujer hace 5 años y que trabaja como asistente de marketing en una editorial de autoayuda, que está sacando al mercado un libro llamado 199 Recetas para ser feliz. Mientras Tomás vende este libro su vida se está viniendo abajo.
Más allá de la historia, su director Andrés Waissbluth intenta indagar en la psiquis de los chilenos. “Cómo somos los chilenos y la posibilidad de ser felices o por qué a los chilenos nos cuesta tanto ser felices, teniendo todo en la vida al parecer no podemos ser”. “Somos inconformistas, chaqueteros, depresivos, derrotistas, que ocurra en Barcelona no es casualidad ya que siempre pensamos que esa felicidad está en otra parte y como decía Cortázar, si tu no puedes ser feliz en tu propia ciudad, nunca vas a poder serlo, la vida no está en otra parte”, sentencia.
Entiendo que la película es una adaptación de un cuento del libro Mujer desnuda fumando en la ventana (Marcelo Leonart). El detonante para hacer la película, en lo personal, ¿surge de la lectura de este libro o surge viendo las encuestas de felicidad de la ONU?, ¿de dónde surgen las ganas de contar esta historia?
Las dos cosas. En el fondo la lectura de este cuento que no tiene nada del rollo de la autoayuda ni las recetas para ser feliz. Fue el primer impulso. El cuento que usamos es el de una pareja de chilenos que está en crisis en Barcelona y que está en crisis por ciertas razones específicas que son parte de la historia, y eso sigue estando, es parte esencial de la película.
Eso del hermano que muere y la carta que les llega…
Claro, todo eso que es muy bueno… pero, por otro lado, confluye esta reflexión de por qué nos cuesta tanto ser felices y de ahí se desprende todo este rollo de la autoayuda. En el fondo es una coctelera que combina estas cosas con mi momento personal. Pero lo principal es esta incapacidad de nosotros, los chilenos, para ser felices teniendo todo para serlo. Confluye el libro con estas reflexiones y momento personal… Así surge la película.
¿El proceso para sumar a la coproducción a 14 pies de España?
Bueno, hay circuitos de coproducción y al participar de ellos nos conocimos y enganchamos…
Estuvieron en la sección de work in progress de la Berlinale, ¿Qué otros festivales utilizaste para sumar apoyo al proyecto?
Ganamos WIP en Valdivia, recién estuvimos en Cannes en el mercado de films, y ahora estamos recién empezando a buscar agentes de ventas y ver la distribución afuera, además de ver cuál será nuestro festival de estreno.
Yo no fui a Berlín lamentablemente, pero me contaron que causó una buena impresión. Son muy sutiles cosas que se logran, ya que uno va como posicionando una marca, construyendo un nombre, ocupando espacios para después tener acceso a los mercados y a los circuitos que uno está apuntando.
En general todos esos pasos fueron positivos, pero en el fondo son todos pequeños pasos de una gran escalera.
La experiencia de rodar en el extranjero…
Fue una muy rica experiencia. No sólo fue que estaba en Barcelona con un muy buen equipo, también está el hecho de que tenía que preocuparme sólo de dirigir, por lo tanto, lo pasé mucho mejor filmando 199 Recetas para ser feliz que Los debutantes. Son muchas cosas, estar en Barcelona, por el momento familiar, la calidad del grupo humano. La verdad siempre hubo problemas como en todas las filmaciones, pero lo pasé bien.
Quisiera preguntarte por este millón de dólares que según información de prensa ha costado finalmente 199 Recetas para ser feliz. Sabemos que en esta cifra se cuentan todos los aportes y no es sólo el dinero bruto invertido, pero se habla que para que a una película nacional le vaya bien no debería superar los 300 mil dólares en sus costos de producción…
Eso ya no es así. De partida porque el dólar está muy bajo. 300 mil dólares son 130 millones de pesos y te invito a averiguar cuánto costaron las últimas 10 producciones chilenas sólo en cuanto a filmación, sin contar la postproducción, sin contar el desarrollo, sino la pura filmación.
Tenemos un problema que hay cada vez más películas y cada vez hay menos público en los cines, hay cada vez menos salas en comparación a la cantidad de películas que hay. O sea, cantidad de salas por cantidad de películas, a pesar de que cada vez hay más salas y se abren más, la relación con el número de películas sigue siendo abismante por lo que la ecuación no funciona y las películas por lo tanto duran en sala muy poco.
La apuesta por lo tanto más obvia es salir a conquistar mercados afuera…
Sí, por un lado están los mercados extranjeros, pero por otra parte está el constatar que el subsidio es fundamental. Esta película tuvo Ibermedia, tuvo CORFO. Hay que darse cuenta lo esencial que resulta el apoyo estatal. A mí me molesta mucho el rollo de la televisión en materias de cine. La TV debería ser la gran fuente de financiamiento de nuestro cine y la televisión pública la gran fuente de financiamiento de nuestra cultura en general.
Cuando sale en un diario un titular que dice orgulloso, con el pecho inflado, que las cifras de ganancia de TVN son 3.500 millones de pesos, yo quisiera ver esos 3.500 millones de pesos en películas, en mejor calidad de los programas, claro ¿son 3.500 millones de pesos a costa de qué? De hacer una televisión basura.
Bueno, hagan buena televisión y dejen de ganar 3.500 millones de pesos si para eso son un canal público. Compren las películas a un precio justo. Es indignante el precio que pagan por ellas. Yo creo que el tema de la televisión es un tema clave.
Y por dónde pasa esto, por revisar la ley supongo, ya que TVN, si uno se pone de abogado del diablo, en este caso diría que están obligados a competir ya que deben autofinanciarse…
Claro, revisar la ley totalmente, pero no tiene porqué luchar por un mercado si es un canal público. Pero si no se autofinancia existen otras instancias como el Ministerio de Educación, en fin… Ahora se están autofinanciando las carreteras, pero eso es a costa de la gente igual. Pero si tú quieres cultura no se la puedes entregar al mercado. Y por último ¿Para qué quieres un canal público si se va a comportar como un canal privado? De verdad, ¿de qué nos sirve un canal público si hace y deshace como uno privado, por qué tiene que comportarse como los otros, de qué nos sirve?, a mí no me importaría que el canal público perdiera plata. Por favor, si gastamos 40 millones de dólares al mes en Transantiago, ¿por qué no vamos a poder gastar 3.500 millones de pesos al año que no alcanzan a ser 10 millones dólares en nuestra televisión y nuestro cine?, si tuviéramos ese dinero tendríamos otra calidad en nuestras pantallas.
Si te sigo, la televisión y el cine no están en un camino común como industria audiovisual…
Ofrecen menos plata a una película que a cualquier capítulo de una serie de ficción como Mi primera vez o Historias de Eva, todos esos programas tienen un mejor precio que el de una película…
Pero además, en la TV aducen que ellos pueden explotar una película una vez que su tránsito de explotación ha finalizado, es decir, unos dos años después de haberse estrenado en salas…
Las películas las compran y las pueden pasar 3 veces a un precio de huevo.
¿Cuál sería en un escenario ideal el comportamiento de la televisión pública para con la cinematografía independiente?
El ideal es que un porcentaje de sus ingresos se destine a financiar producciones nacionales de valor cultural, ya sean películas, documentales o programas de televisión. Una televisión pública que no compita por rating, que compita por calidad, una pantalla pública que sea un ejemplo, un reflejo de nuestra mejor cara.
Yendo a un tema más agradable, y que seguro es una pregunta que ya te han hecho varias veces, ¿Cuál es tu receta para ser feliz?
Siempre digo que la primera receta que les puedo dar es que vean la película y luego de eso, más que decir cuál es la receta… La vida me parece no tiene una pura receta.
Estamos invitando a la gente a que nos escriba sus recetas para ser felices a través de facebook y pronto lo haremos a través de una página web de la película.
El tema es pensar un poquito por qué nos cuesta ser felices, darle una vuelta al tema de ser chileno. Como que quisiéramos sacarnos de encima nuestra identidad y no se puede, creo que debemos reenamorarnos de nosotros mismos, tenemos un problema con nuestra identidad, no nos gusta y por eso no podemos ser felices, estemos en Barcelona, en China, en Talca o en Santiago.
Más allá de la felicidad que es un tema universal a todas luces, ¿No crees que la chilenidad juega en contra de las posibilidades en el extranjero de la película?
Es que la película tiene varias aristas y eso me pone muy contento. Está la chilenidad y también está el tema que es más universal -pero que también es pertinente a lo local y a los chilenos-, es que los chilenos creemos que la felicidad está en otra parte y vivimos pensando que en otra parte las cosas están mejor.
Pero por otra parte, en este mundo de la globalización está la idea de ser un extranjero, que es lo mismo pero no acotado a lo local, esta sensación de vivir en el extranjero, de estar fuera de tu lugar, y eso es algo totalmente universal y más ahora que nunca. El fenómeno de los chilenos en Barcelona es real, pero también hay argentinos, chinos y japoneses en Barcelona. En todo el mundo hay una cultura de migración que es muy pertinente a la película.
En lo musical Waissbluth dice que “es una película muy sonora, pero no muy musical”. “A diferencia de Los debutantes que habían 25 momentos de música, en 199 Recetas para ser feliz hay 10. Es bastante menos. Yo no pensaba hacer la música, pero empecé a trabajar con distintas personas y con la gente que trabajo musicalmente pensé que podían interpretarme mejor, así que por ahí comenzamos a componer”, cuenta el director que hoy dirige la Escuela de Cine del Instituto Arcos.
El guión pasó por muchas manos. Marcelo Leonart, quién escribió el cuento original y que lo adaptó con su mujer Nona Fernández, fue el comienzo para luego ser reescrito por el propio Waissbluth junto a su socio Cristián Jiménez. “Así nació todo el rollo de la autoayuda. Aparecieron nuestras manos una vez que lo tenían avanzado Nona con Marcelo”, cuenta. “Es un salto para mí como director. Tengo un satisfacción total y deseo que la gente opine al verla”, confiesa. “Esta es una película que no había sido contada, que tiene una personalidad y una identidad muy propia, lo que le puede jugar en contra, pero a mí me deja plenamente satisfecho y esa identidad me representa”.