Cinema, Aspirinas e Urubus, del pernambucano Marcelo Gomes, apenas refleja la fragilidad de una ópera prima. La pequeña y bien delineada historia de dos jóvenes que se encuentran en el Sertão nordestito de 1942 —el alemán Johann (Peter Ketnath) y el paisano Ranulpho (João Miguel, sin una dudas toda una revelación)— representa todo lo que el cine brasileño debería ser en este momento. La narración (cuántas veces hemos discutido el problema de la narración en las películas nacionales) está muy bien concebida, los diálogos son tan excelentes que en ellos no se siente la artificialidad, tan frecuente en las frases inverosímiles de los actores. Las interpretaciones superan las expectativas, y en algunos momentos llegan a ser geniales.
La fotografía es impecable; los planos están bien recortados. Estos elementos son un gran desafío para una película de época, pero en ningún momento encontramos descuidos en la dirección de arte, o en la continuidad de la historia. Podemos disfrutar de esta película tranquilamente, por ser esta otra película brasileña con más desaciertos que logros.
La historia transcurre en 1942, cuando Johann, alemán que habla portugués con acento reconocible —un inmigrante que después se negará a servir al ejército alemán, en la Segunda Guerra Mundial— recorre Brasil con su pequeño camión, donde vende la nueva droga, el remedio contra todos los males: la aspirina. Johann es un personaje muy peculiar (imagino lo complicado que habrá resultado evitar que se pareciera al estereotipo del alemán que se presenta en los baratos programas humorísticos de la televisión). Es otro tipo de alemán, una especie de naturalista-hippie en la década del 40, que duerme al aire libre, pero prefiere la comida enlatada que le envía la Bayer.
Por los pueblos por los que va pasando exhibe una película comercial en 16 milímetros sobre los beneficios de la aspirina. Así va encontrando diferentes personas a lo largo de su ruta, la mayoría de las cuales nunca han visto imágenes cinematográficas. Uno de ellas será Ranulpho, que a diferencia de Johan, pretende huir de todo lo que le rodea, de la sequía y la pobreza (de los buitres que también forman parte del paisaje), y que quiere irse a ganar la vida a Río de Janeiro. Ranulpho se convierte en ayudante de Johann, y compartirán las angustias culturales del desplazamiento y el extrañamiento causado por las idiosincrasias.
Ranulpho es un tanto áspero, pero inteligente, y está totalmente descontento con el Sertão y la pobreza. Representa al típico brasileño nordestino, cuyo mal humor resulta emblemático, pero que se explica por su aversión natural a la pobreza. Su acidez e ironía nos hacen reír de nosotros mismos. El hecho de elegir contarnos un pequeño, pero importante episodio de la vida de este idiosincrásico joven, le otorga a la película un tono leve y delicioso.