Las primeras tomas de Por sus propios ojos desconciertan: el espectador desprevenido puede sentirse desubicado, como frente a un film de Raúl Perrone, ante ese planteo ambiguo entre ficción y documental. Hasta que, aparentemente, la ficción se instala: la cámara filma a dos chicas que preparan un documental sobre las mujeres que visitan a sus hombres presos en una cárcel en las afueras de Córdoba. Alicia y Virginia intentan penetrar ese mundo donde no se cesa de modular entre el afuera y el adentro, entre las presentes y los que no están. Elsa, madre de un recluso, les dará la oportunidad de ingresar en la cárcel, con lo que el ejercicio de observación algo ingenuo se transforma en una experiencia vivencial, determinante de conductas posteriores.
No es frecuente ver en el nuevo cine argentino ejercicios de autorreflexividad, por eso también este filme evoca a Los rubios, aunque las diferencias sean enormes. Pero tiene la misma frescura, el mismo tono de autenticidad que el filme de Albertina Carri. Liliana Paolinelli había realizado un documental previo, Motín, sobre el mismo tema, y aquí reelabora algunos materiales de aquel trabajo.
Una narración sólida tiene su correspondencia con la cámara, que se mueve acorde con el devenir: inquieta ante las dificultades para filmar, frente el rechazo de su testigo principal, serena ante sus vacilaciones, dando el tiempo necesario para los encuentros con la madre, con el preso, con planos largos, elocuentes, que respiran al ritmo de la acción También la cámara explora el afuera y el adentro, los espacios cerrados, no solo los de los pasillos de la prisión, detrás de las rejas, dentro de la celda o de la casa materna, sino incluso en las plazas donde se reúnen las mujeres, zona de pasaje, antesala del encierro total. Pero se trata también de un afuera y adentro grupal: de cómo incluirse en un grupo humano (las mujeres de los presos), o social y cultural (Alicia y Elsa con su hijo).
Y, una vez que hemos entrado en la ficción, reaparece el documental: no otra cosa parecen las declaraciones de las mujeres o novias de los presos, la dura inspección que sufre la protagonista en su primera visita a la cárcel, filmada en todos los detalles del ultraje.
La hipótesis del filme radica en que, al tener a sus hombres encerrados, las mujeres ocupan una posición más activa, las relaciones de poder se invierten, creando una dependencia diferente. Este tema está tratado de manera sobria, con sensibilidad femenina sin subrayados, sin demagogia, sin caer en el sentimentalismo ni en obviedades, sin música siquiera. Es este un filme comprometido, muy autoconciente y medido, que conoce sus alcances, sostenido con eficacia por dos excelentes actrices: la joven Ana Carabajal y la veterana Luisa Núñez, dueña de un rico registro de matices expresivos. Ambas han recibido premios internacionales por este trabajo. El filme tiene un bonus: está realizado en Córdoba, por cordobeses. En esta ocasión, el interior no es el lugar de peregrinaje y búsqueda sino el sitio de la identidad original.