“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

TESTIMONIO
  • Primera Muestra de Cine Documental Latinoamericano

    ...Se retiene la celebración en Mérida en 1968, de la Primera Muestra de Cine Documental Latinoamericano como una fecha importante dentro del proceso del cine venezolano, ya que en esa ocasión estuvieron presentes cineastas de varios países latinoamericanos y, a través del trabajo documental y de cortometraje, se entrevió una posibilidad de entender la participación del cine dentro de las complejas y contradictorias particularidades sociales y culturales latinoamericanas. El encuentro de Mérida contribuyó a aclarar aún más lo que venía formándose en cada uno de los cineastas venezolanos: la toma de conciencia de su situación como creador en un país colonizado. La constatación de una condición de subdesarrollo y su consecuente relación de dependencia cultural fue asumida. Mérida permitió avizorar la necesidad para el cineasta venezolano de recrear el lenguaje, de inventar incluso un lenguaje que  fuese capaz de traducir al cine los contenidos propios venezolanos sin tomar en préstamo formas (y contenidos) de otras cinematografías; que era necesario hurgar, adentrarse en las propias tradiciones, en la historia y asumir las presencias de una cultura propia: vilipendiada, ofendida, humillada, sojuzgada sistemáticamente por los grandes centros coloniales. Esta fue la toma de conciencia y el resultado para el cineasta ha sido la revelación de que a través de la captación de la conducta del venezolano podrá el cine devolver a ese espectador la imagen y la presencia de un hombre que durante décadas espera la ocasión de verse reflejado en las pantallas del cine. Este es el esfuerzo de los cineastas por asumir, emprender, revelar  y expresar al país superando décadas de colonialismo cinematográfico y el peso abrumador de un cine, generalmente norteamericano, escapista, evasivo, conformista, moldeador de conductas y ajeno a los conflictos, a la idiosincrasia y a la propia realidad venezolana.
    En todo caso, no puede olvidarse el hecho de que este cine en su etapa actual, preindustrial, está constituido fundamentalmente por obras iniciales que adolecen de fallas técnicas y de construcción; guiones poco estructurados o que conciben la trama como secuencias aisladas que no guardan entre sí una relación interna sino que se organizan por mecanismos casuales de asociación. La mayor parte de estas obras se sitúan en una posición naturalista, con rasgos ciertamente costumbristas, superficiales, que desembocan en el conformismo o en posiciones conservadoras o ambiguas, que poco provecho prestan al esfuerzo general de liberación cultural que libran otros sectores de la cultura nacional. La experiencia de Mérida no parece haber dado aún mayores frutos, ya que no se vislumbran criterios definidos en cuanto a la búsqueda de un lenguaje propio. Más bien, se imitan los esquemas formales del cine norteamericano o mexicano, tal vez por falta de una producción sostenida y la escasa formación o desarrollo alcanzado por los cineastas en su oficio.
    Pese a todos los reparos y reservas, comienza a revelarse en las últimas producciones una mayor y más cuidadosa observación de la conducta del hombre venezolano en películas que intentan definir los comportamientos de una clase media voraz y consumidora y una clase marginal.

    (Fuente: Los años 70 / Rodolfo Izaguirre, p. 431-433. Hojas de Cine: Testimonios y documentos del Nuevo Cine Latinoamericano: Vol. III )


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