El protagonista del filme de Rodrigo Pla es Elías, personaje clave aquí, símbolo de la culpa, aceptador y creador (a su vez) de una maldición y quien lleva el peso de la muerte sobre sus hombros sin poder (ni querer) librarse de ello. La doctrina religiosa que siguió toda su vida ahora lo había condenado con el horror de ver a sus hijos morir antes que él. Desde ese momento, el hombre totalmente desgraciado y relleno de culpa se cerró ante cualquier posibilidad de ser perdonado por Dios (aunque intentara demostrar(se) lo contrario) y crió a sus siete hijos (los que aun vivían) con el mismo peso que él sentía, sobre todo al último (a quien por cierto condenó desde el momento de su nacimiento con el nombre de su hijo asesinado), Aureliano.
En el medio del desierto, Elías y sus hijos intentaban “ganar” el perdón de Dios edificando una templo. Aureliano había sido criado con la idea de que estaba enfermo, por lo que no podía salir del cuarto en el que su padre lo tenía y del cual su único escape era entrar a un viejo baúl, cerrarlo y escuchar como Elías le describía las situaciones pasadas y algunas sensaciones de libertad. Luego, Aureliano plasmaba todo eso pintando sobre tablas que su padre llevaba después al templo que construía y las colocaba en el altar llenándose así una pared entera de muerte, dolor, peticiones desesperadas, vagas ideas de libertad, engaños aun sin descubrir, y resentimiento con forma de cruz.
La culpa es un veneno. Envenenó la cabeza de una familia. La maldición la creó él. Elías de verdad mató a sus hijos, pero no por el supuesto pecado que cometió, sino porque él mismo los condenó. No fue un cura, no fue Dios, ¡fue él! Eso es más triste aún. La muerte de los hijos mayores como reflejo de la resignación, y la rebelión de los últimos como esfuerzo desesperado de matar al monstruo, son las dos partes que tienen como eje de giro a Aureliano y su pequeña vida llena de represión (eso se demuestra muy claramente en detalles de la película como el incesto y los golpes a su padre muerto). Bueno, ya lo dije, Elías murió antes que dos de sus hijos. De verdad la maldición se rompió; no porque fueron a rezarle a un santo, no porque la “fe” que tenían por fin llegó a ser la “necesaria” para librarse, no porque recibieron “la señal” de parte de Dios… La maldición se rompió cuando las víctimas se quitaron las vendas y el monstruo las vio tiradas en el piso sin saber qué hacer más que reconocer que el maldito era él; probablemente nunca entendió que estaba condenado porque él mismo lo quiso así o tal vez sí pero ya no sabía cómo librarse de él mismo, pero de todas maneras la fatalidad debía alcanzarlo antes que a todos sus hijos para desmentir(nos) la falsa condena y sacar a luz verdadera maldición .
Detalles, hay muchos detalles, algunos golpes bajos en cuanto a emociones. Dividida en 4 partes: La culpa, la penitencia, la señal, y el perdón, que no llega. Los actores nos saben dibujar la historia como si fuera de verdad suya y nosotros como cómplices aceptamos su desdicha con facilidad durante esos minutos. El filme nos deja claro que como espectadores podemos acompañar a Elías en su trágica condena o propia creación de su destrucción como padre y familia, (eso depende de cómo lo quieras acompañar, de todas maneras desemboca en fatalidad), pero viéndolo nosotros siempre (y de suerte) “desde afuera” del desierto.