Dioses, del peruano Josué Méndez una película contemplativa
Por F.V.R.
No, no se trata de hacer leña ni de criticar con la antigua ferocidad de esta página. Con su ópera prima, Días de Santiago, Josué Méndez ha demostrado con Dioses ser un cineasta de quien se puede esperar una obra atractiva. De hecho, hace casi dos años que nació el blog La cinefilia no es patriota y, en aquel entonces, comentando los nuevos estrenos que se aproximaban, escribí esto:
"De esta manera, mientras Hollywood alista sus baterías para el 2007 con Hannibal The beggining, Shrek 3, The A-Team (sí, Aníbal Smith y los otros), Resident evil 3 y 4, por este lado del continente se estarán alistando para salir el último Reygadas, Liverpool de Lisandro Alonso y, en nuestra ciudad, Dioses, de Josué Méndez." Sí, fue un exceso de entusiasmo haberlo colocado en ese grupo. Claro que la decepción es error de quien se crea altas expectativas, no tanto de quien las auspicia.
¿De qué trata Dioses? ¿Es un retrato de los burgueses limeños? En caso lo sea, ¿es una parodia, es una mirada cínica, es un registro realista? ¿Así son nuestros burgueses? ¿Y desde dónde sale esa mirada? El padre (Edgar Saba) nos trae a la memoria aquel caricaturizado patriarca de No se lo digas a nadie (Hernán Romero). Las mucamas hablan quechua cuando están a solas. La arribista de clase media lee trece libros sobre botánica para poder tener tema de conversación con las regias de la playa. Suena a ingredientes para una comedia, pero la solemnidad ya lo ha invadido todo. Pareciera que el cine de Lombardi ha encontrado una manera de reinventarse.“
¿Por qué tanto descontento con esta película?”, preguntan los otros invitados del Festival. “No está buena, pero hay peores”, señalan. En realidad, hay momentos donde se perciben deseos de jugar al nuevo cine contemporáneo. Por momentos la cámara oculta, muestra y vuelve a ocultar (la primera aparición de Effio rodeada de las efusivas señoras). Por momentos el beat electrónico marca una sensación de monotonía que imprime cada instante de los lindos jóvenes. El lente con el que se filma los interiores de la clase alta limeña –donde se acentúa la profundidad de campo- es distinto al que se usa para filmar los barrios populares –de resultados más inmediatos, más banales-.
Pero las escenas son irregulares, algunas tienen impulsos homicidas contra la sutileza (los hermanos bailan juntos, la música electrónica desaparece y de pronto suena Luna Llena de Caetano Veloso –el silencio hubiera dado mayores lecturas-), y las más apreciables se mezclan con otras que han sido filmadas como spots televisivos o como fin de capítulos de telenovelas ya caducas (la ceremonia final, con la cámara pasando de unos invitados a otros, en un amplio jardín… No se lo digas a nadie tenía un final semajante, ¿no?).
Aunque, sí pues, quizás así de tarada sea nuestra burguesía. Pero filmar existencias opacas no debería dar como resultado hacer una película sin brillo. Y, sin embargo, esa no es la principal traba de la película.
La contemplación es un ejercicio a veces placentero, casi siempre doloroso y por naturaleza pasivo (el hombre que contempla no vive). La contemplación ha incitado la pintura, ha alimentado la literatura y ha acompañado al cine desde sus inicios. Se mueve entre un mundo que es, a la vez, atrayente y distante. Y el cine (al menos aquel afluente del cine contemporáneo que fluye sobre esa extraña y primigenia marea) trata de capturar, acaso, con suerte, unos segundos de algo inesperado, algo necesario, una revelación, una pregunta, un sonido, un gesto, a través de ella.
Dioses apuntaba a ser una película contemplativa sobre un determinado grupo social (como lo ha señalado en varias oportunidades el propio director). Sin embargo, lo que le sobraba en intentos le faltó en claridad. No sé exactamente cómo lograr que ella nazca, pero sí pienso que la contemplación no brota de los travellings o de las tomas algo extensas y en silencio…
Es posible que brote de personajes con ciertos matices, no tan planos como los que existen en la película, quizás sacrificados a la mirada cínica del creador sobre prácticamente todos ellos. Es posible también que lo conseguido en Días de Santiago con el personaje de Pietro Sibille, se haya debido a que éste es un actor límite, impulsivo (lamentablemente encasillado por repetitivos cortos universitarios y deshonestas series televisivas). Claro que así como ésa, muchas circunstancias han variado desde aquella película.
(Fuente: lacinefilianoespatriota.blogspot.com)