Cuenta Andrés Waissbluth que el proceso creativo que tendría como resultado la realización de su nueva película, 199 recetas para ser feliz (2006), comenzó en 2001, después de leer Noticias de Milo, cuento de Marcelo Leonart. Muchas cosas pasaron de entonces a acá, incluido Los debutantes (2003), su opera prima. Pero lo inamovible fue su voluntad de convertir el texto en cine.
199 recetas para ser feliz es una coproducción chileno-española protagonizada por los actores Pablo Macaya, Tamara Garea y Andrea García-Huidobro, que cuenta las relaciones que entabla este trío en Barcelona. El filme, que además cuenta con la participación de dos destacados actores hispánicos, Alex Brendemühl y Jordi Dauder, tuvo un presupuesto de un millón de dólares y su guión fue una adaptación que Marcelo Leonart (Los treinta), Cristián Jiménez (El tesoro de los caracoles) y Nona Fernández (Los treinta) realizaron del cuento Mujer desnuda fumando en la ventana, por el cual Leonart recibió el premio Juan Rulfo en 1998.
Se trata de un drama que transcurre durante el verano más caluroso de Barcelona, cuando la pareja de periodistas chilenos, radicados en España, Helena (Tamara Garea) y Tomás (Pablo Macaya) reciben una carta de Milo, el hermano menor de Helena, proveniente de Chile. Nada sería tan extraordinario si no fuese porque Milo falleció ahogado en Chile tres meses antes. En la carta, el joven anuncia una pronta visita junto a Sandra (Andrea García Huidobro), su nueva novia. Días después, la chica aparece sola frente a la puerta de la pareja, dispuesta a quedarse con ellos una temporada.
Por el camino de creación que siguió Waissbluth antes de concluir en el momento actual, llegaron otras tantas revelaciones. Una de ellas, escuchar a la banda chilena Nutria y sentir que una pieza musical suya, “Detén el invierno”, incorporaba otra dimensión al tema que quería tratar en la obra cinematográfica. Confiesa Andrés: “Uno se empieza a preguntar si serán casualidades o que es uno el que conduce las experiencias de forma torcida para siempre llegar a nuestra Roma.
Detén el invierno tenía una letra escrita especialmente para la película. Habla de Chile y la distancia, del amor y la muerte y del agua, especialmente del agua, con la tristeza y extraña, ilusa esperanza del desterrado. Del desterrado de su patria, del desterrado de su juventud. De eso habla (o espero que hablará) 199 recetas para ser feliz.”
Al menos, en esto coincide con la actriz protagonista de su película, Tammy Garea. De la misma generación de Gonzalo Valenzuela, Juan Pablo Ogalde o Paola Gianinni, Garea es un buen reflejo de determinación. Después de participar en una chorrera de proyectos cinematográficos y teatrales, llega a Helena, que considera el más importante papel de su carrera. Confiesa: “Helena no asiste al funeral de su hermano muerto en Chile y ahí comienzan los conflictos. La película, en sí, rescata la pérdida de la juventud y aborda el tema del autoexilio”.
Asegura el director: “Partir de un cuento publicado ya fue una novedad. Siempre he filmado ideas originales mías. Finalmente del cuento quedó todo y nada. Mi camino para adaptar desde la literatura al cine consistió en respetar la idea e intervenir la forma, distorsionándola de tal manera que al final se modificó la idea original. Así pasé de un concepto mínimo, voyeurista a una película mental, compleja. Así pasé también de los temas evidentes del cuento como la mentira y el incesto encubierto, la mimetización y la homosexualidad latente, a uno que se sostiene sobre los anteriores: la sobrevivencia de la pareja.”
En esto aparecen las nada sutiles coincidencias con su anterior obra. Los hermanos de Los debutantes se debatían entre una mujer y la fidelidad a sí mismos como unidad. Pero aquí Waissbluth introduce un irónico careo con la literatura de autoayuda, a partir de un libro publicado por la editorial en donde trabaja Tomás y que ofrece recetas para la felicidad. Pero nadie lo compra. Dice el director: “Pueden parecer absurdas las recetas, sin embargo, a pesar de sí mismo, a Tomás terminan ayudándole en su proceso de maduración y ésa parece ser la gran receta para su felicidad. Crecer. Aceptar que no es el mismo que soñó ser cuando tenía veinte.” Perder la virginidad ante la vida, parece decirnos.
Esta mudanza hacia la madurez establece su diálogo sobre el contexto físico. De ahí que la experiencia del extranjero se reflejase también en el uso de Barcelona como set de filmación. “Filmar en otro país, dice Waissbluth, hizo que esta experiencia fuera un desafío desde un principio no sólo por las dificultades de producción y obstáculos creativos que eso implica. Lo más importante es que para todos era, literalmente, un viaje a lo desconocido. Eso provocó, inesperadamente, que todo fuera sensualizándose día a día. Con temperaturas sofocantes y caras de múltiples colores, Barcelona me dio la sensación de ser una ciudad erotizada bajo su capa de pretendida elegancia y sobriedad. Esto, más allá de las historias de fin de rodaje, fue un gran aporte para la película. Enrareció el ambiente. La película tiene sólo una escena de sexo, al final, sin embargo la tensión sexual se respira permanentemente. Esa tensión me dio la posibilidad de dar un paso más y de seguir tomando riesgos, logrando la mejor escena de sexo que he filmado nunca. Es emocionante. Cerré un capítulo. Después de cortos y largos relacionados con el tema, ya no quiero filmar más sexo, al menos por un tiempo.”
El director afirma que en esta experiencia maduró también su equipo de trabajo. Para él se trata de un gran momento creativo que compartió con Sebastián Muñoz, director de Arte, Inti Briones, fotógrafo, Bruno Bettati, productor. “Esta combinación humana es la que, a pesar de las dificultades propias de cualquier filmación, me protegió y ayudó a dar el paso que quería dar: empezar a permitirme más cosas como director. No fue un trabajo para soltar la mano, sino para soltar amarras mentales. Dejarse llevar por la imaginación. Vencer miedos. Permitirme cosas que pensaba imposibles o inalcanzables. En Los debutantes, quebrar la línea del tiempo fue un primer paso. En 199 recetas para ser feliz me permití extravagancias aceptables por el estado mental del proyecto. Fue sólo un paso más. Tal vez tímido todavía. Ese fue mi aprendizaje, la receta que recién vine a descubrir”.
Exhibida en la sección Work in Progress Latino del Festival de Cine de Berlín en febrero pasado, la película comenzó su andadura para posibles acuerdos de coproducción y distribución internacional. Y sus perspectivas son enormes.
Andrés Waissbluth (1973) es ingeniero comercial por la Universidad Católica de Chile y se graduó como director en la Escuela de Cine y Televisión de San Antonio de los Baños. Su primer largometraje, Los debutantes, fue elegida para representar a Chile en el premio Goya y para la preselección del Oscar en 2004. Sus cortometrajes Amén (1994), Suburbios (1996) y los documentales El príncipe Carlos (1995) y 18 en el parque (1999) han sido presentados en festivales en tres continentes, obteniendo premios en Cuba, Alemania y Chile.
199 recetas para ser feliz es una coproducción entre la productora chilena Retaguardia Films y su par audiovisual en España 14 Pies, y parte de su financiamiento proviene de CORFO y del Programa Ibermedia. Su estreno está programado para el segundo semestre de 2007.