“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

CRITICA
  • ¿El mejor filme chileno de todos los tiempos? El Chacal de Nahueltoro
    Por Pedro Labra

    Exponente fiel de la convicción de que el cine podía ser un importante instrumento para la toma de conciencia revolucionaria en una época de grandes convulsiones, el debut en el largometraje de Miguel Littín - tal como Valparaíso, mi amor (Aldo Francia, 1969) - es una suerte de "documental re-creado" cuya realización se apegó a los métodos usados por el neorrealismo italiano.

    El punto de partida, es un suceso de la crónica roja que estremeció la opinión pública a comienzos de los 60. En Nahueltoro, cerca de Chillán, José del Carmen Valenzuela Torres, afuerino (campesino que va de un lugar a otro buscando trabajo temporero) analfabeto y alcoholizado, durante una borrachera asesinó con un cuchillo a su ocasional conviviente y a las cinco hijas de ésta, incluyendo una criatura de pocos meses. El grupo pernoctaba a campo traviesa luego del desalojo de la mujer viuda y su prole, del rancho que habitaban.

    Tras una acuciosa investigación en terreno, Littín escribió el guión que fue sufriendo modificaciones en el curso de la filmación. El rodaje utilizó las locaciones reales en las que ocurrieron los hechos (el lugar del crimen, la celda, etc.), y todos los textos que se escuchan son oficiales: entre ellos, el expediente de la causa judicial y las entrevistas de prensa al asesino múltiple.

    El relato se inicia con la detención del Chacal. Su interrogatorio por el juez instructor de la causa, sirve para enlazar sucesivos raccontos que reconstruyen la infancia de José, su vagar por el campo como adulto marginado socialmente, cómo conoce y se une a Rosa Rivas, y el brutal crimen. Este último, mostrado en toda su ferocidad, es sin duda el momento más impresionante y logrado del filme. Más adelante, en la cárcel, el reo es acogido por los otros presos, y mientras se prolonga el juicio, José aprende a leer y escribir, domina un oficio (hace guitarras), se vuelve católico y va a misa.

    En el tramo final, el asesino es condenado a muerte, recibe asistencia espiritual del capellán de la cárcel, es entrevistado por un periodista, que también entrevista al juez. Espera hasta último momento un indulto presidencial, pero es fusilado. La película describe minuciosamente el procedimiento de la ejecución. Esa secuencia es la más débil de la cinta, ya que en ella Littín, perdiendo la mirada 'objetiva', busca subrayar su tesis acerca de la hipocresía de un sistema judicial que castiga con la muerte a un asesino arrepentido que ha llegado a ser otro hombre. En suma, la hipocresía de una sociedad sin interés en eliminar la marginalidad y miseria que originan un crimen como éste. En esta sección aparecen giros propios del melodrama, y el mismo lenguaje cinematográfico - que hasta ahora utilizó la cámara en mano y largos planos-secuencia - pierde su fuerte sentido indagatorio.

    Claramente, el filme no es sólo un logro personal de Littín, sino obra de un equipo, en el que destacan la dirección de fotografía, el montaje (a cargo de Pedro Chaskel) y el elenco. En ese sentido, sobresaliente es la interpretación protagónica de Nelson Villagra, cuyo desempeño borra la distancia entre actor y personaje; identificado totalmente con Valenzuela Torres, su actuación se convierte en el eje de interés del relato.

    (Tomado de www.mabuse.cl)



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