Estómago es la flamante ganadora de la Espiga de Oro de la SEMINCI. Después de eso, se ha paseado por otros festivales nacionales para abrir el apetito, porque las críticas son algo así como los aromas que llegan de la cocina: el que va a comer un plato se deja llevar por el olor que emana de la cazuela lo mismo que el espectador se deja guiar por el crítico.

De esta coproducción italo-brasileña nos llegan unos intensos olores de delicadas especias que aderezan un plato compuesto a base de sexo, muerte, picardía y buena fortuna. La del personaje, Raimundo Nonato (Joao Miguel), y la del director, Marcos Jorge.

Juntos -y digo juntos porque el personaje protagonista, y el actor que lo interpreta, son esenciales para la película- componen una narración basada en el montaje paralelo. Las escenas de Raimundo cocinando en un bar, primero, y en un restaurante italiano, después, se alternan con otras en las que le vemos en la cárcel. Y Marcos Jorge sabe conseguir que deje de preocuparnos averiguar por qué está encerrado Raimundo Nonato y que nos dejemos llevar por el encanto de lo que nos está mostrando y, sobre todo, del rico elenco de personajes que comparten espacio con Raimundo.

No puede negar influencias de otras afamadas películas sobre la comida, desde Como agua para chocolate a El festín de Babette pasando incluso por El cocinero, el ladrón, su mujer y su amante, pero Estómago tiene un sabor delicado y entrañable que hace de ella uno de esos platos que, sin ser alta cocina, nunca nos cansamos de degustar. Es como las recetas de la abuela.