“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

CRITICA


  • Los paranoicos muestra el sufrimiento de una persona que se niega a abandonar la infancia
    Por Gabriela Puente

    Los Paranoicos, del joven realizador argentino  Gabriel Medina,  expone las fobias e inseguridades del estilo de vida individualista contemporáneo, vistas desde la mirada temerosa de un adulto que se niega a abandonar la adolescencia. Los paranoicos es la ópera prima de este director en la que se cuestiona las condiciones en que se crió su generación.

    Ese Adulto es Luciano Gauna, cuya vida se ve trastocada con la llegada de su amigo (Manuel) y con la noticia de que este último se convirtió en un exitoso guionista a expensas de robar su identidad y convertirlo en el bizarro protagonista de una serie de TV.

    Manuel (representante de la adultez) impone el propio interés por encima del prójimo, lo cual es una supervivencia de una ética burguesa utilitaria célebre por exhortar a cada individuo a que satisfaga sus necesidades más inmediatas, ya que se suponía que al actuar de esa manera el individuo se convertiría en un medio para la satisfacción del bien común –de más está decir que el pretendido fenómeno no ha salido aun del terreno de enunciación contrafáctico-. La posmodernidad exacerba el egoísmo moderno al rechazar la posibilidad de un fondo sustancial que acomune a los individuos acabando también con rituales y prácticas compartidas, lo que permite, tal como aparece plasmado en Los paranoicos, que la amistad devenga una formalidad, el objeto de amor objeto de posesión, etc.

    Luciano, caricatura posmoderna de la rebeldía, responde encerrándose en un mundo paralelo que niega al real, ferozmente competitivo, supliendo dicha competencia por una camaradería mediatizada por drogas como la marihuana y conjurando el sentimiento de desarraigo mediante la cercanía constante de niños.

    El odio mutuo es descargado virtualmente a través de un juego de video, este último funciona como el soporte físico de una regresión a la infancia, lo cual parece sugerir que entre las dos ‘formas de vida’ -inmadurez y adultez- encarnadas en las figuras de los protagonistas, no hay diferencias relevantes; en este caso el adulto es tan egocéntrico e individualista como un niño, sólo que más eficiente, más exitoso y, como consecuencia de lo anterior, más rico.

    Pero hay un tercer elemento que da un nuevo sentido a la lucha -y a la vida de Luciano-; aparece la figura casi mítica de Sofía (novia de Manuel) que introduce una vuelta a la pureza y a la ingenuidad, a una niñez distinta de aquella en la que se hallaba inmerso Luciano hasta ese entonces. Manuel no puede apreciar todo lo que Sofía simboliza, para él sólo es una posesión más como tantas otras.

    La película de Medina nos muestra el sufrimiento de una persona que se niega a abandonar la infancia, pero no parece darle mayor importancia al hecho nada casual de que la testaruda defensa de este estilo de vida es la única “rebelión” tolerada por el sistema socioeconómico actual, y no sólo tolerada sino estimulada a través de la constante influencia de los medios que instan a los espectadores a mantenerse en este período caracterizado por la dependencia y falta de responsabilidad, instaurando como modelo de hombre y mujer exitoso/a al consumidor-atómico-competitivo-egocéntrico tal como es expuesto en infinidad de publicidades.


    (Fuente: Leedor.com)


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