Cosas insignificantes: un filme relevante por su estructura
Por Hugo Lara
El debut de Andrea Martínez no pudo ser más afortunado. Cosas insignificantes, la ópera prima de esta egresada de la UAM participó como proyecto en los talleres de guión de Sundance y fue ganador del concurso de guiones de la SOGEM y segundo lugar en el Hartley Merryll Screenwriting Prize.
Con esas credenciales, fue posible despertar el interés de la destacada productora Bertha Navarro y, aún más, del cineasta Guillermo del Toro, quien participa en Cosas insignificantes como productor ejecutivo. Al proyecto también se sumó la actriz Bárbara Mori, quien funge como una de las protagonistas y además como productora asociada. Incluso, la película se convirtió en una producción binacional entre México y España, con la participación de reputados actores y productores de aquel país europeo. Bajo estas circunstancias, Martínez integró a su alrededor un grupo muy competititvo que la respaldó y que ha dado como resultado una película muy emotiva y con proyección internacional.
Cosas insignificantes es un ensamble de cuatro historias, vinculadas a partir de la caja con objetos perdidos que colecciona uno de los personajes, Esmeralda (la sólida Paulina Gaitán, vista en Voces inocentes), una adolescente que trabaja en un café de chinos y quien lleva sobre sus hombros el hilo conductor del filme con su propio drama: la responsabilidad de sostener a su senil abuela y su hermana menor, mientras tiene el sueño de huir de su agobiante rutina a Canadá.
En términos de la estructura del filme, es relevante la forma en que los saltos en el tiempo, hacia delante y hacia atrás, corresponden con la variedad de puntos de vista de los protagonistas. El espectador encuentra sentido, de forma progresiva, a los cabos sueltos que al final cierran una visión panorámica, completa, del drama individual y colectivo de los personajes de la historia.
El primer episodio, La papeleta, se ocupa del psicólogo infantil Augusto Gabrieli (Fernando Luján), quien recibe una nota con el número telefónico de su hija, a quien no ha visto en 20 años. El segundo, El caballito de mar, narra el caso del médico Iván (Carmelo Gómez) y de su pareja, la fotógrafa Eli (Lucía Jiménez). Iván se ha enterado recientemente de que tuvo un hijo, ahora de cinco años, con Paola (Bárbara Mori) y que éste se encuentra enfermo de leucemia. El tercer capítulo, La flecha, se centra en el conflicto de Paola, en su relación descompuesta con su esposo (Arturo Ríos) y su dolor frente a la enfermedad de su hijo. Finalmente, La caja resulta una suerte de epílogo, donde se cierra en particular el relato sobre Esmeralda.
En conjunto, estas historias se integran a través de los vínculos entre los personajes, determinados en principio por el ambiente y escenario del Multifamiliar Miguel Alemán en la ciudad de México. En ese aspecto, debe mencionarse la labor del cinefotógrafo Josep María Civit, de la directora de producción Sachiko Uzeta y del editor Ángel Hernández Zoido, quienes dan forma a una atmósfera melancólica uniforme, inclinada hacia las luces vespertinas y del crepúsculo, lleno de sombras largas.
Además, la directora le confiere unidad a toda la propuesta mediante el tono intimista de las tramas, que revela inquietudes y conflictos que se entrecruzan a lo largo de la narración, sean los que surgen entre padres e hijos, entre amantes o entre adolescentes.
(Fuente: Cinemania.com.mex)