“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

CRITICA


  • Ainda orangotangos: una obra joven y divertida
    Por Leonardo Levis

    A primera vista, impresiona en la cinta brasileña Ainda Orangotangos el virtuosismo técnico de su realización: todo el filme fue resuelto en un único plano secuencia. El filme varía entre escenas en exteriores cargadas de movimiento e interiores repletos de los ambientes más diversos: un nacimiento de sol, una noche profunda, largos diálogos y complicadas secuencias cámara mano, reaparición de personajes, e inclusive la escenificación de una pesadilla.

    Con todo, la diégesis del filme es permanentemente reorganizada, algo difícil de conseguir en un filme sin cortes. Pero todas esas características nunca están al servicio de un virtuosismo vacío, ni de una voluntad mayor de experimentación visual. Al mismo tiempo, a pesar de toda esa originalidad visual, Ainda Orangotangos no llega a realizar innovaciones del lenguaje cinematográfico, pero por otra parte tampoco se lo propone. Es entonces esta película una mera curiosidad; en modo alguno, todo el inmenso plano-secuencia que es Ainda Orangotangos se basa en la premisa de la diversión, y en su voluntad de jugar con todas las posibilidades visuales.

    El filme esta diseñado como un juego de fútbol que la hinchada contempla desde las gradas, con sus saques, sus jugadas técnicas y sus errores, que son como llamadas al espectador para que participen de esa gran diversión. En tanto que filme para la hinchada, la ciudad de Porto Alegre es parte esencial de Ainda Orangotangos. Desde la sede de la Casa del Cine, la ciudad se va tornando en personaje de los filmes de la región; pero el largo de Spolidoro no parece interesado en reflexionar sobre lo que significa vivir en esa capital, ni en cuales las reglas de su funcionamiento. Este es simplemente un filme homenaje a la ciudad y no cuenta con otra cosa que su buen humor. Por ello, la cámara comienza por mostrar el metro de la ciudad, pasa por el mercado municipal, y en algún momento tiene que hacer una oda al Internacional (lo más cerca que Ainda Orangotangos se sitúa de un posicionamiento político).

    Es así que Spolidoro juega con la figura de Tainá Muller, colocando una fotografía de ella como una modelo súper exitosa, lo mismo que coloca frecuentemente música rock de las bandas independientes de la región. Este es un filme para la hinchada desde las gradas de un estadio, pero un estadio jamás techado. A pesar de que la premisa del filme nos atrapa por su garra e incesante voluntad de divertir que le otorga frescor, ligereza y libertad a las imágenes, Ainda Orangotangos, infelizmente, está lejos de ser un filme enteramente exitoso en su propuesta. Tal vez se deba a ese no compromiso con su objetivo final, o a las limitaciones impuestas por las exigencias del plano secuencia.

    El filme transcurre de forma bastante irregular, variando entre momentos de comicidad y cierta poesía que funcionan bastante bien, a otros en los cuales el filme pierde completamente su interés. Esta es una consecuencia lógica de su estructura fragmentada, hilvanada como una serie de cortometrajes. Analizados por separado muchos episodios están bastante bien logrados, como el principio del filme, hablado en japonés, que crea una gran carga de fuerza poética, y la escena final no podría ser más adecuado. A pesar de todas sus virtudes Ainda Orangotangos, acaba teniendo graves problemas de ritmo, aunque es un filme corto, e incluso los buenos episodios parecen sufrir de esta falta de control en el resultado final, cansando antes da hora, perdiendo su centro y buena parte de la gracia. Pero Ainda Orangotangos, el filme, no puede separarse de Ainda Orangotangos, el proyecto, pues los dos viven en perfecta comunión dentro de la pantalla. Juzgarlo apenas por el resultado final parece una a visión simplista y, por así decirlo, terca. Porque esta es una obra joven y divertida, que invita al espectador a participar en su juego, con la consciencia de que de ella saldrá algo, por lo menos diferente. El espectador puede negarse a participar, pero con todo los valores que hemos descubierto, tendríamos derecho a preguntarle por qué.

    (Fuente: Contracampo)


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