La sinopsis dice todo acerca de lo que veremos en Ángeles del Sol: se trata de la historia de una niña de 12 años del interior del nordeste brasileño, María, quien en el verano de 2002 es vendida por su familia a un reclutador de prostitutas. Tras ser comprada en una subasta de niñas vírgenes, María es enviada a un prostíbulo localizado en un pueblito, cerca de una mina, en la selva amazónica. Después de meses sufriendo abusos junto a otras niñas, logra huir y cruza Brasil viajando a dedo, en camiones. Al llegar a su nuevo destino, Río de Janeiro, la prostitución se cruza una vez más en su camino.
Dice un crítico brasileño que percibió desde “el inicio del filme, que estaría entrando en una pesadilla.” Una pesadilla que, aún pese a su dureza, ocurre ahora mismo en Brasil. De hecho, Ángeles del sol está basada en una serie de relatos aparecidos en la prensa brasileña, en los cuales se seguían la experiencia de niñas reales, que habían sido sometidas a semejantes vejaciones.
“En Brasil la prostitución infantil no es un problema únicamente de miseria, de ser un país pobre, es también un problema cultural grave, relacionado con la forma en la que los hombres entienden la sexualidad", ha declarado su director, Rudi Lagemann, quien con esta realiza su ópera prima. "Es una sociedad machista y racista, porque la mayoría de las niñas son negras o mulatas, y es una sociedad casi estúpida, porque si un adulto trata así a sus niñas, cómo tratará a su propio país”.
El ansia de denunciar el fenómeno fue el detonante inicial de la película. Por ello, Lagemann hizo una investigación enorme, que le tomó nueve años, reuniendo informaciones de la prensa, de documentales, pequeños datos sueltos que le permitieron escribir un guión de ficción basado en sucesos absolutamente reales. Y, de inicio, el propósito iba a ser realizar un documental con esos hechos. Sin embargo, el dilema ético que supondría presentar ante la cámara el rostro desnudo de niñas y adolescentes contando sus propias experiencias lo hicieron decidirse por la ficción. Para él, un problema de este espesor debía ser tratado viendo el rostro del personaje. Así que se inventó a María.
Pero entonces surgió el problema de a qué actriz asignar el papel de la niña prostituida. Entre unas 750, fue elegida Fernanda Carvalho, “una niña que, cuando la escogí, tenía tan sólo diez años”, dice Lagemann. En ella se fundieron las voces e historias de decenas de pequeñas. Pero la edad de la actriz supuso el conflicto de cómo dirigirla sin afectarla. Y aunque la película procuró evitar las escenas explícitas o desagradables, y solamente insinúa la situación trágica y de desprotección en la que se encuentran estas niñas explotadas sexualmente, ello no evitó que el trabajo con las actrices fuera muy delicado.
Cuenta Luiz Leitao, uno de los productores: “Lo que el director hizo fue buscar emociones en la vida de la niña, en la escuela, en la familia... le preguntaba si había algún acontecimiento en la escuela que le había dejado triste o alguna gran decepción con la familia. Juntó todas esas emociones, y cuando hizo el rodaje le pedía a la niña que buscase esas emociones, que eran propias de ella. Cuando uno ve la película, lo que pasa es que la tristeza que muestra en sus ojos es una emoción que está conectada con eso que le pasó en su vida personal y no con el tema de la película. Lo que no podíamos hacer era decirle a una muchacha de 11 años: “¡mira, ayer fuiste violada por treinta hombres!” Entonces se hizo un trabajo con una educadora, con la familia, con un psicólogo, para que la niña al mismo tiempo pudiese buscar todas estas emociones personales suyas, sin darse cuenta de lo que en realidad pasaba en la película.”
La violencia es otra constante del mundo relatado que tuvo que ser trabajada con cuidado extremo. “Casi todas las tomas con violencia eran hechas separadamente con ella, aunque hay dos o tres escenas en las que todos están juntos, pero siempre se tuvo este cuidado de que la niña fuese protegida. Es interesante que, cuando hicimos las pruebas, la niña tenía 10 años, cuando filmamos, tenía poco más de 11, y a los 13 años fue cuando vio la película por primera vez y, después de la proyección, dijo al director: ¡ahora entiendo lo que estaba pasando! Fue muy interesante oír esto".
Impactar en la sociedad brasileña fue el propósito central de la película. Y aunque la crítica en general le achaca tender demasiado hacia el discurso de denuncia, sus realizadores quisieron sobre todo ponerle rostro a una realidad invisible. “No hay que denunciar este problema, porque sale en los periódicos todos los días, pero la persona que lo lee suele pensar ¡no es mi problema! Entonces ves chicas en las calles de Río, por ejemplo, pasas con tu coche y solamente ves una niña que está en la calle. Con Ángeles del sol se ha intentado buscar una reflexión, que una persona vea lo que pasa con estas niñas después de que están en la calle, porque nadie sabe lo que les pasa. En este caso, todos saben lo que pasa, e intentamos hacer una película que busque la reflexión, el debate y la discusión sobre el tema".
El resultado no podría ser mejor entonces: varias organizaciones no gubernamentales la han utilizado para su exhibición en comunidades, asociaciones e iglesias del interior de Brasil. Como documento, ha pasado a formar parte de un programa educacional de la Policía de Tráfico Nacional. El propio Ministerio de Justicia la presentó en Tailandia como parte de un foro internacional sobre la violencia contra la mujer y contra la explotación infantil.
Ángeles del sol obtuvo seis premios en el Festival de Gramado de 2006, así como el Premio del público en el último Festival Internacional de Cine de Miami.