La exploración del pasado en el documental latinoamericano no siempre pretende reconstruir acontecimientos de la Gran Historia ni mucho menos del mundo de la política y la sociedad, desde la perspectiva de personajes más o menos célebres. Algunos ejemplos buscan allí donde nadie imaginaría que residen claves de los tiempos y fenómenos definitorios de modos de vida del presente.
Sirve para introducir el largometraje documental Los ladrones viejos, las leyendas del Artegio (2007), del mexicano Everardo González, cuyo subtítulo, Los artegios, hace referencia al submundo criminal de los años 60 en su país, ese que quiere sacar del pasado el director. Y he aquí la historia de una generación de ladrones que alcanzó sus mayores éxitos criminales hace 40 años, con los códigos de conducta y ética que los caracterizaron, y con todas sus alianzas con los mandos policíacos que les permitieron salir adelante.
Durante el XXII Festival Internacional de Cine en Guadalajara, la exhibición de Los ladrones viejos provocó fuertes impresiones. Y no por gusto: los orígenes de la institucionalización de la corrupción rampante de los mecanismos de la ley mexicana contemporáneos salen a la luz en el testimonio de media docena de protagonistas de los hechos, varios de ellos delincuentes que purgan largas sentencias en la cárcel, y de algunos agentes del Servicio Secreto que los persiguieron.
A propósito del estreno, el director contaba a la prensa mexicana que esta “es también la historia del submundo criminal del México de aquellos años, donde las diversas `categorías' de delincuentes que poblaron las calles de la ciudad, eran cómplices de los mandos policíacos”.
Everardo González refiere que las causas están presentes en su tratamiento del tema, ya fueren la situación de pobreza o la falta de oportunidades, "pero esta motivación inicial rápidamente es dejada atrás para ser sustituida por la del dinero fácil y por la concepción común entre esos delincuentes que sólo estaban robando a aquellos que tenían más de lo que necesitaban". No obstante, agrega, " fue una generación que por lo general no recurrió a la violencia. Pero, ¿Cómo empezó todo para estos viejos ladrones? ¿cómo fue que dedicaron su vida a la delincuencia?".
Él mismo se responde: "La mayoría de ellos empezó de niño, siendo entrenados por otros ladrones experimentados, o colaborando con ellos como `esquinas' o `trancas', esto es, como vigías durante los hurtos, por lo cual poco a poco recibieron compensaciones y se fueron acostumbrando a la idea de que las cosas estaban ahí para quien las tomara. Algunos de ellos fueron cada vez más ambiciosos, otros se dedicaron siempre al hurto en pequeña escala. Unos provenían de familias o vecindades donde el delito no se veía con malos ojos, o eran incluso instruidos y capacitados desde niños en las mañas y trucos del carterismo, desde el `dos de bastos' hasta la más compleja operación".
Cuenta el director que los propios ladrones, de acuerdo con sus habilidades, valor y carácter, se clasificaban a sí mismos dentro de diversas categorías, según el objetivo,la escala de sus hurtos, y el modus operandi que los caracterizaba. A esto es a lo que se da en llamar "Los artegios".
Esta semblanza de una época en la cual el delincuente podía aún ser tomado por una criatura romántica e incluso como un rebelde ante el sistema de cosas imperante en su mundo, es explotada por González, quien no puede soslayar una mirada medio amable para con sus personajes, los cuales, dicho sea de paso, resultan curiosidades al lado de los actuales zares de la droga, el secuestro y el asesinato violento.
Por ejemplo, la película dedica especial atención a uno de los más exitosos y ambiciosos de todos esos rateros: Efraín Alcaraz Montes de Oca, alias "El Carrizos", conocido como "El Rey de los Zorreros" y cuya reputación entre los mandos policíacos hacía que sus repetidas aprehensiones causaran sensación. “Este personaje, refiere el director, llegó a ser un elemento tan relevante dentro del mundo criminal de su época, que carreras enteras dentro de las corporaciones policíacas dependieron y se hicieron alrededor de los altibajos de su trayectoria delictiva”.
Everardo González, quien ha estudiado profundamente el tema y se ha documentado tanto con fuentes vivas como con mucho material escrito, afirma que “las relaciones entre policías y delincuentes se atenían, por lo general, a ciertas reglas; existía una suerte de respeto y podríamos decir que hasta camaradería, pero esa dinámica y los códigos de conducta y de ética de ambos bandos se fueron modificando especialmente a finales de la década de los 70, cuando las corporaciones policíacas del país se vieron dominadas por ex delincuentes y por algunos de los mandos más corruptos, peligrosos y violentos que recuerde el país. La carrera de `El Carrizos', a lo largo de cuatro décadas, tal y como la narra este documental, es espejo de esas transformaciones".
Este célebre delincuente, cuya estrella brilló en lo más alto cuando, a principios de los 70, protagonizó el robo más sonado de su época, al desfalcar la casa del presidente de la República, Luis Echeverría Álvarez, se vio obligado a entrar a un nuevo juego de compensaciones con su protector de entonces, un agente del Servicio Secreto llamado Jorge "El Drácula" Téllez Girón Ramírez.
Es cuando este último terminó por traicionarlo, arrestarlo y, según cuenta en el documental El Carrizos, torturarlo, dando con sus huesos en la cárcel. A partir de ahí, se hizo evidente que la policía no quería competencia tan ruidosa. Lo demás es una historia compleja que llega hasta hoy, y cuyas ramificaciones van desde la impunidad de que gozan los mecanismos represivos hasta la ingobernabilidad fehaciente del estado de Oaxaca.
De manera que el pasado alimenta una vez más el presente. Un presente que percibe las tramas que desenreda esta historia vieja sin la cual los días que corren quedarían malentendidos.
Everardo González, egresado del Centro de Capacitación Cinematográfica mexicano, había hecho su primera obra con La canción del pulque (2003), documental que llevó a la pantalla un retrato de la vida diaria en una pulquería y que fuera ganador de los premios de edición y fotografía en la Muestra de Guadalajara de 2003. Con Los ladrones viejos, atesora ya los premios a Mejor Largometraje Documental Mexicano en el Festival Internacional de Cine en Guadalajara de 2007, la Mención Especial como Mejor Largometraje Documental Iberoamericano y el Premio del Público durante el Festival de Cine de Puerto Vallarta.