“Nuestro objetivo final es nada menos que lograr la integración del cine latinoamericano. Así de simple, y así de desmesurado”.
Gabriel García Márquez
Presidente (1927-2014)

CRITICA


  • Santiago: autorretrato en otro
    Por Dean Luis Reyes

    Santiago es un largo documental acerca del fracaso de una película. Esto, pues su rodaje se produjo en 1992, pero no pudo ser editada hasta que, en 2005, su director volvió al material en busca de una razón para esa arrancada en falso. Esta relectura sirvió a Joao Moreira Salles para hilvanar una obra en torno a un personaje que no es él mismo, pero en la cual el tejido de la evocación lo arrastra a reflexionar sobre la identidad, la construcción de la memoria y, por despeje, de la propia naturaleza de lo documental.

    El objetivo de su película es Santiago Badariotti Merlo, mayordomo de la mansión de los Salles durante décadas. Se trata de un hombre de origen argentino, de una cultura extraordinaria, conocimiento de lenguas de las más disímiles regiones, excelente bailarín, intérprete al piano de las obras de Beethoven, así como aficionado a mecanografiar la historia de dinastías y aristocracias de todo el mundo en vastos volúmenes que llegaron a sumar unas 30 mil páginas.

    João Moreira Salles había decidido hacer esta película sin un propósito concreto mas que registrar la personalidad de uno de los principales protagonistas de las memorias de su infancia. Con apenas 29 años, por entonces no era aún uno de los principales documentalistas brasileños, sino el realizador de un programa televisivo titulado América, suerte de investigación en torno al imaginario cultural norteamericano. Con una amiga que lo ayudaría en la realización de las entrevistas y el célebre fotógrafo Walter Carvalho tras la cámara, se fueron al apartamento de Santiago, quien ya no trabajaba en la mansión, y tenía por entonces 80 años cumplidos.

    Durante cinco días, en riguroso blanco y negro, con un encuadre casi perfecto que ha hecho a la crítica notar el parentesco visible con la manera de manejar los personajes típica de Yasujiro Ozu, se filmaron nueve horas de conversación en las cuales Santiago explaya su erudición y muestra los resultados de su pesquisa de toda una vida. Pero el no saber qué sentido dar a material de tanto contenido emocional hizo a Moreira guardarlo más de diez años.

    Sin embargo, cuenta el director que, al visionarlo, vio de inmediato la dirección que tomaría: Santiago no sería una película sobre Santiago, sino sobre la incomprensión que el cineasta sintió entonces por el mayordomo, utilizando para ello artificios de montaje y una voz en off que reflexiona sobre el material. “En las entrevistas, dice Salles, no quería oír lo que Santiago tenía que decirme, quería que dijese lo que yo quería oír, que se pareciese al Santiago de mi infancia, a mi Santiago. De ahí las órdenes, los planos repetidos. Esa relación de patrón y empleado es también una alegoría de lo que sucede en todo el filme, entre el documentalista y su objeto. Es preciso tener consciencia de eso, ya sea que se filme a un presidente, la última palabra la tiene siempre el que lleva la cámara en la mano.”

    Ante ese demoledor descubrimiento, el director emprende un trabajo de reconstrucción del material y, por tanto, de reedificación de su memoria. Ahora la imagen definitiva de Santiago no será más la visión angelada y curiosa del niño bien y su infancia luminosa, sino la feroz autocrítica de quien reconoce en el otro a alguien desconocido, un hombre único como individualidad, a quien no conociera nunca en toda su dimensión y al que no viera jamás tal cual, sino empañado por la infantil despreocupación.

    De esa manera, Santiago acaba demostrando por qué es su realizador uno de los más importantes documentalistas del presente latinoamericano. Salles se atreve a exponerse y a exponer la materia prima con que trabaja, a revelar los resortes del artefacto y a discutir con la ideología del documental institucional, aquel que preserva a toda costa la inmunidad del mediador intelectual a través de cuya mirada vemos el mundo. Revelar la hechura, el funcionamiento mismo de esa mirada, la expone en tanto que ficción, y nos impone asumir la nuestra como único mecanismo de albedrío.

    El crítico argentino Quintín, quien la viese en el recién concluido festival BAFICI, la calificó como “una sorpresa mayúscula”. Peleado como está últimamente con la hemorragia de documentales en los cuales el realizador se expone y hace visible la primera persona, Quintín no duda en afirmar que esta obra en particular “desmiente la regla de Filippelli y demuestra que en el cine no hay reglas a priori.” Y sigue: “Pero lo mejor de la película es la reflexión de Salles sobre los motivos por los que no pudo terminar la película anterior: una infrecuente e iluminadora autocrítica de un cineasta que actualiza la frase de Godard de que una película se critica con otra película, en este caso del mismo director. Quince años más tarde de su intento fallido, Salles descubre que el cine no es posible si no ejerce cierta generosidad con el prójimo.”

    Santiago se ha estado presentando en los más importantes festivales del mundo de los pasados dos meses. Inauguró la edición última de E Tudo Verdade, se ha visto en Tribeca y ganó el más reciente festival de cine de París, con lo cual aseguró la distribución en Francia.

    Santiago: self portrait in someone else
    By Dean Luis Reyes

    Santiago is a feature documentary about the failure of a film. This is because the shooting took place in 1992, but the filmed could not be edited until 2005, when the director revisited the material looking for the reason for that false start. This second reading was useful for Joao Moreira Salles since he could reel off a piece of art around a character who is not himself, but in which the texture of remembrance drags him along to reflect about the identity, the construction of a memoir and therefore about the nature of the documental piece.

    The objective of his film is Santiago Badariotti Merlo, the butler of the Salles´mansion during decades. It is about a man of Argentinean origin, with an extraordinary culture, knowledge of languages from various regions, an excellent dancer, a piano interpreter of Beethoven’s pieces, and also a person who took the hobby of typewriting the history of dynasties and aristocracies from around the world in huge volumes which amounted to some 30 thousand pages.

    João Moreira Salles had decided to make this film without a concrete purpose other than putting on record the personality of one of the leading characters of his childhood memoirs.  He was barely 29 years old and at the time he was not one of the main Brazilian documentary filmmakers but a person doing a television program called América, some sort of investigation about the North American cultural imaginary world. Together with a woman friend who would help him conduct the interviews and the famous photographer Walter Carvalho with the camera, they went to Santiago’s apartment; he was not working at the mansion any more and was already 80 years old at that time. 

    For five days, in rigorous black and white, with an almost perfect framing that has made the critics notice the visible similarities with the way Yasujiro Ozu handles the characters, nine hours of conversation were filmed, during which Santiago displayed his erudition and showed the results of a life inquiry.  Unable to determine what sense to give to a material of such emotional content, Moreira put it away for more than ten years.

    Nevertheless, the direct narrates that when he viewed it again, he immediately saw the direction it would take: Santiago would not be a film about Santiago, but a film about the incomprehension the filmmaker felt about the butler, with the use of artifice in the plot to achieve this and a voice over reflecting on the material.  “in the interviews, Salles quotes, I did not want to hear what Santiago had to say, I wanted him to say what I wanted to hear, I wanted him to resemble my childhood Santiago, my Santiago. That is the reason for the instructions, the repetition of sequences. The employer-employee relationship is also an allegory of what takes place in the film between the filmmaker and his object. That is something to be taken into account, whether you are filming a president, he who manipulates the camera always has the last say”.

    In the face of this devastating discovery, the director undertakes a work of reconstruction of the material and therefore one of rehabilitation of his memoir. Now, the definite image of Santiago will not be the angel like and curious vision of the well off child and his luminous childhood, but the ferocious self criticism of the he who acknowledges in the other one an unknown person, a unique man in his individuality, someone he never knew in his whole dimension, someone he never really saw, someone blurred by his infantile casualness.

    Thus, Santiago proves why the filmmaker is one of the most important documentary filmmakers in Latin America at present. Salles dares to expose the raw material he is working with, to reveal the drives of the artifact and to discuss with the ideology of the institutional documentary; the one that preserves at all cost the immunity of the intellectual mediator through whom we see the world. Revealing the making, the functioning of that perspective, exposes it as fiction and forces us to assume or perspective as the only possible mechanism of free will.

    Quintín, the Argentinean critic, who saw the film in the just finished festival BAFICI, classified it as a “capital surprise”. He has lately been at odds with the hemorrhage of documentaries where the filmmaker shows himself and the first person is made visible, so Quintín does not hesitate in stating that this piece in particular “proves Filippelli´s rule wrong and demonstrates that in films there are not a priori rules.” And he goes on: “but the best part of the film is Salles´ reflection about the reasons why he could not finish the previous film: an infrequent and illuminating self criticism who updates Godard´s phrase that a film is criticized with another film, in this case both by the same director. Fifteen years after his failure try, Salles discovers that the movie is not possible if it does not exercise certain generosity with the fellow being”.

    Santiago has been shown in the most important festivals around the world for the past two months. It inaugurated the last edition of E Tudo Verdade, it has been seen in Tribeca and it won the most recent film festival in Paris, thus guaranteeing its distribution in France.


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